No tengo nostalgia de Lole y Manuel. Añoro -como Albert Pla- los libros que nunca escribí, los versos y las mujeres que no conocí, ni amé. Añoro lo que nunca tuve, ni soñé.
Las canciones de Lole y Manuel aportaron hace medio siglo un visión pop a las formas flamencas. Hay quien piensa que por ahí entró una generación al flamenco, yo creo que no, que la mayoría se quedó en el quicio de la puerta observando el panorama. Y se quedaron ahí como se quedan las legiones de adoradores de Rosalía esperando el próximo Trá-Trá. Han pasado 50 años y ahí siguen los defensores de las formas flamencas ensimismados en su historia y su tradición, ajenos a las modas y tendencias de entonces y de ahora.
Última noche de este ciclo Miradas Flamenkas y aparece su directora Paloma Concejero para recordarnos que, además de la gran estrella de la noche, el festival ha presentado muchas voces nuevas que merecen apoyo y difusión. Y sale Lole Montoya, guapa y elegante, y sale Joselito Acedo con esa guitarra que añoro en concierto. Ya saben que, cuando Rosalía era más joven y más flamenca se hacía acompañar por su productor Refree, un tocaor que no sabe tocar y en algunas ocasiones por este Joselito que sí que sabe y al que, por lo que sea no le programan los conciertos que -a mí- me gustarían. Exacto esos que añoro con toda mi alma.
He salido de casa con tiempo para sumergirme en los murales con los que han forrado la paredes del centro cultural Pilar Miró. Hay de todo, desde “el manifiesto de lo borde”, hasta un reportaje de Interviú en el que Lole y Manuel están con los gitanos de Ibiza a los que conocí en el KU, la noche en que Monserrat Caballé y Freddy Mercury hacían playback con “Barcelonaaaaa” pero esa es otra historia. Hace casi medio siglo este centro cultural se hubiera llenado de “porretas” y contraculturales… pero en aquel tiempo todo eso era un inmenso descampao con algunas chabolas al fondo.
TODO ES DE COLOR
He cogido el metro y luego un cercanías y he subido la cuesta con la esperanza de pillar un autobús y he llegado con la lengua fuera sin tiempo para psicodelias y Lole ha empezado a cantar una hermosa versión del «todo es de color». Con el mal viaje mis sentidos no han llegado a la misma vez que mi cuerpo y estoy tan deconstruido como el baile de Israel Galván…Lole canta:
“Todo el mundo cuenta sus penas
pidiendo la comprensión
quien cuenta sus alegrías
no comprende al que sufrió…”
El cerebro, el mío, se traslada a la plaza del chupinazo en Pamplona a finales de agosto de hace unos años, pocos, en el que ante la presencia de Lole y ante ese cante, la plaza entera mutó en orfeón para entonar el coro:
Todo es de Color
Todo es de Color
Todo es de Color…
Etcétera que el que no tiene psicodelia es por que no quiere. Lole anuncia unos tangos canasteros y la presencia de Tino Digeraldo que se sienta sobre el cajón y sostiene un pandero grande y redondo y Lole canta “Yo vengo de Hungría con mi caravana…” y su voz se va con su madre (la Negra) pa Argelia camino de Egipto para entonar los cantes de Oum Kalthoum como hace unas semanas hizo su hija Alba en el mismo escenario. Ya saben, los palos y las astillas.
Lole sigue entonando el Nuevo día, aquel disco que nos influyó a todos (o casi) por el palo de la belleza. Y canta una alabanza que no nos sabemos porque está en otro disco o porque algunos estamos agnósticos. El concierto se acaba en un santiamén y nos quedamos con la sensación de que nos falta alguien, una ausencia que nos quitaba Manuel por bulerías abriendo los brazos en un abrazo cósmico. En otro tiempo la humareda se hubiera visto desde Malasaña. Eso sí que es nostalgia.
Vídeo & fotos: @Manjavacas.flamenco






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