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Calzados de Arte Fyl te ofrece el seguimiento del XIII Festival Flamenco Caja Madrid |
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JUEGO DE OPUESTOS EN LA FRONTERA
1ª Parte “Voz y Marfil”. Cante: Esperanza Fernández;
Piano: David Peña “Dorantes”; Bajo: Manolo Nieto;
Percusión: Tete Peña.
2ª Parte: “Al
mariyya”. Guitarra: Tomatito; 2ª Guitarra y mandola:
Juan José Suarez “Paquete”: Baile: Juan de Juan;
Percusión: Lucky Losada; Cante: Mª ángeles Fernández;
Bajo y cante: Diego Amador “Churri”; Violín Bernardo
Parrilla.
Texto: Manuel Moraga
Desde el epicentro del flamenco, Dorantes, Esperanza Fernández
y Tomatito construyeron anoche una extraña polaridad. A un
lado la suavidad de formas de los sevillanos. Al otro el lenguaje
agresivo del almeriense. Los primeros se escoraban del flamenco
para introducirnos en espacios poéticos sugerentes. Tomatito
organizó una excursión a las puertas de un jazz vibrante.
La sensibilidad en los dedos de David Peña “Dorantes”
acarició en todo momento la voz de Esperanza Fernández.
Los dos artistas que se conocen muy bien y se acoplan mejor aún.
“La fuente blanca” (composición de Javier Limón),
fue el punto de partida del recital, desarrollado en dos planos:
el trabajo conjunto, por un lado, y la música de Dorantes
por otro.
La soleá fue el primero de los momentos jondos del recital.
Esperanza le tiene cogida muy bien la medida a esos cantes y David
sabe crear el clima adecuado. Pero donde Dorantes dejó más
patente su dimensión musical fue en la pieza que vino a continuación.
Las notas de su piano se iban deslizando hacia las profundidades
del alma. Un prodigio de belleza y jondura. Siguió –de
nuevo con los dos artistas- una versión de “La maza”
(de Mercedes Sosa, popularizada Silvio Rodríguez), de hermosa
factura pero sin tintes flamencos.
Otro punto a destacar fue la malagueña (Peñaranda)
y abandolaos mano a mano entre Dorantes y Esperanza. Interesante
como propuesta, pero que resultó algo distante. Todo lo contrario
a lo que ocurrió en la bulería final (a la que se
llegó tras una espléndida versión de la “Baladilla
de los tres ríos”), donde el encuentro entre piano
y cante estaba más armado. Unidos por el aire de Lebrija
que ambos comparten (Esperanza es trianera pero con la mitad de
su sangre lebrijana), el binomio brindó los momentos más
cálidos de su actuación, de la que hay que destacar
las aportaciones de Manolo Nieto (gran bajista) y de otro Peña,
Tete, en las percusiones.
Aunque musicalmente impecable, cuesta a veces acostumbrarse a la
ausencia del sonido de la guitarra, sobre todo en los momentos que
persiguen ese dramatismo especial que tiene este arte. La sonanta
posee una fuerza expresiva para el flamenco que la sensibilidad
del piano no logra alcanzar.
En el polo opuesto se encuentra la guitarra de Tomatito. El de
Almería se ha construido un estilo fundamentado en el nervio,
en la virilidad. Comenzó algo tenso con alegrías y
taranta. Se fue relajando con la bulería, llena de recortes,
de síncopas, de contratiempos… de fuerza. A partir
de ahí todo fue más rodado para Tomatito. Y con el
público ya ganado fue adentrándose en otros terrenos,
alternando su flamenquería con pasajes en los que esos códigos
tienden a confundirse con el jazz. Rumba, tangos y bulerías
constituyeron, a grandes rasgos, el resto de su actuación,
perfectamente complementada por su grupo, una formación de
lujo.
Hay
que destacar el baile de Juan de Juan (eléctrico, en sintonía
con la guitarra de Tomatito), las aportaciones de Diego Amador (cante,
bajo) y, desde luego, el exquisito y jondísimo violín
de Bernardo Parrilla. Lucky Losada, brillante, al igual que la guitarra
de Paquete. Algo desconcertante fue, sin embargo, el cante de Mª
Ángeles Fernández, que imprimió muy buen gusto
a su trabajo, pero con una textura voz extraña para este
tipo de arte.
Sensaciones opuestas, por tanto, en la clausura del XIII Festival
Caja Madrid. De la suavidad y la dulzura de Dorantes y Esperanza,
a las aristas excesivamente agresivas de la guitarra de Tomatito.
En los dos casos estuvimos pisando la frontera.
Fotos: Rafael Manjavacas
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