La primera bienal flamenca de Madrid finalizó por rumbas con una multitud de 12000 personas puestas en pie aclamando a Israel Fernández, a Diego del Morao y al resto del elenco. Poco antes el cantaor pidió perdón por finalizar abruptamente su concierto a las 23 horas 24 minutos por la normativa del ayuntamiento de Madrid que resulta ser, el organizador del concierto.
Yo me quedé con el que fue, para mí, el mejor momento del concierto protagonizado por Diego del Morao, Ané Carrasco a la percusión y las palmas de Pirulo, Marcos Carpio y Ángel Gálery con una pieza por bulerías que nos recuerda que la guitarra fue fuente y caudal para la afición al flamenco allá por los años del plomo, el blanco y negro, el franquismo y los grises. Luego reapareció Israel Fernández que se sentó al piano de nuevo, esta vez sin pedir excusas ni perdón a los pianistas presentes entre la multitud, para interpretar una de Manolo Caracol, aquel cantaor que según Lola Flores tenía un susurro que la volvía loca y que tapaba todo lo demás que era mucho y muy gordo.
Prueben a susurrar ante doce mil personas y sabrán que no es fácil, sobre todo si en el fondo del escenario aparecen las luces azules de cuatro furgonetas de la policía nacional. Para un bailaor contemporáneo puede ser la performance perfecta para celebrar los 600 años de la llegada al reino de Aragón de los gitanos. Recuerden que en 1425 aún no habían aparecido los Reyes Católicos y su fiebre por expulsar a moros, moriscos y judíos un año después del descubrimiento de América.
La multitud no entró en pánico, ni por las luces, ni por la historia y demostró una madurez a prueba de bomba y una paciencia infinita a la hora de acudir a los servicios: Cuatro para todos los presentes.
Aparentemente ajeno a esa problemática Israel anunció un cante por seguiriyas, para muchos la prueba del algodón que lustra e ilustra la jondura de un concierto jondo. La multitud recibió la propuesta con respeto y es que Israel tiene un don para transmitir a los públicos más allá de la afición, más allá de ese cante susurrado en la mesa de la cocina o en un parking. Israel tiene “ángel” y eso nos rejuvenece a todos. Cantó bien dadas las circunstancias pero el que estuvo “cumbre” fue el Morao. Aunque sigo pensando que Isra Fernández necesita letristas urgentemente.
El concierto empezó con un homenaje a los tiempos de Camarón con toneladas de “reverb” en un cante por martinetes con la fragua electrónica. Luego apareció Diego del Morao que tardó un buen rato en poder escucharse, primero por tarantas, luego apareció una batería ¿por bulerías?
ELOGIO DE LA INTIMIDAD FLAMENCA
¿Existe la industria del flamenco? ¿Quiénes eran los centenares de invitados de las primeras filas? Ángel Rojas, director de la Bienal dijo para empezar a hablar: “mientras en Inglaterra se defiende el pop inglés, aquí defendemos el flamenco”. La Bienal ha ofrecido cosas de mucho interés pero parece haberse olvidado de nuestra industria del flamenco. Es verdad que el congreso en torno a el Corral de la Morería ha sido justo y necesario pero la Bienal parece haberse olvidado de nosotros, los que nos dedicamos a contar las cosas del flamenco. Sobrevivir es un oficio duro de sobrellevar, lo saben los flamencos mejor que “naide”. Prefiero 250 “Candelas” a 50 personas la noche que 12000 personas viendo a Israel (Viva Palestina Libre). Me perdí a Bego Salazar en el Candela con Jerónimo Maya a la guitarra que tuvo a dos invitados de lujo: La Pucci y Jorge Pardo. Prefiero un lugar de encuentro como Casa Patas abierto todas las noches… al Bernabeu lleno de flamencos una vez al año. Así que en el 2027 tendremos la segunda Bienal. Como cantó Morente: “Sentaito en la escalera, esperando el porvenir y el porvenir nunca llega”.
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