Gerardo Núñez, Joni Jiménez y Dani de Morón demostraron que tienen cuerda para rato
Nada es como antes. En la guitarra, menos. ¿Recuerdan que en los tiempos del nuevo flamenco se decía: “ha cambiado más el flamenco en estos años que en toda su historia” y aún no habíamos llegado al siglo XXI.
-¡Todo está inventado! Proclaman desde una esquina.
-Pssse. ¿Te refieres a tres guitarristas dando candela?
Sí hombre. Paco de Lucía, John Mclaughlin, Al Di Meola juntos y revueltos chapoteando en el mismo charco en los años ochenta, llenaban plazas de toros y palacios de los deportes. Eran los tiempos de los guitarristas-metralleta y Paco preguntando: ¿oye cómo se improvisa? ¡Enséñame! Y cuando McLaughlin se dio cuenta de que podían hacer buena música juntos y se puso a acompañar al flamenco. Lloramos de felicidad.
Llegamos vivos a Las leyendas de la guitarra en Sevilla 1991, misma mierda. Un presupuesto de cojones, una colección de nombres: Dylan, Keith Richards, Clapton, los grandes del blues y del heavy…
-¿Tenías un micro escondido?, le pregunté a Paco después de verlo allí tocando sin enchufe rodeado de guitarristas eléctricos.
Paco me miró con más pena que gloria y dijo:
-Allí estábamos pa la foto.
Desaparecieron las masas y desaparecieron las guitarras españolas de concierto.
CUARTEL DE CONDE DUQUE, UN MIÉRCOLES POR LA TARDE
Empiezan por el final. Saludan los tres guitarristas, 18 cuerdas de oro, ni plata ni bronce, que aquí no hay podium, ni se hacen carreras para ver quién corre más. El director de la Bienal Flamenco Madrid Ángel Rojas llama al escenario a Víctor Monje Serranito guitarrista que impuso la guitarra flamenca de concierto, primero en los tablaos. Un pionero que compartió con Paco de Lucía y con Manolo Sanlúcar la expansión definitiva de la guitarra con infinitas presiones comerciales y dolorosas presiones desde el flamenco. Serranito es el último mosquetero, se retiró hace poco y es un placer escucharle hablar con sabiduría y concisión.
Comenzó Gerardo Núñez, el Dartañán de los mosqueteros, el jovencito que llegó a Madrid a los 18 años y se convirtió en el guitarrista flamenco de los músicos de jazz y recordó cómo le recibieron los flamencos del lugar, su lugar en la barra de aquel bar lleno de artistas y los experimentos con José Antonio Galicia “Gali” y a partir de ahí le comenzaron a llamar los del jazz y y de ahí a los estudios de grabación, de Los Chichos a Julio Iglesias. Forma de ganar pasta y acumular disgustos.
Gerardo interpretó una suite, comenzó intimo y libre, siguió más tradicional y remató con el toque por bulerías de una de sus piezas más celebradas… por los alemanes del sello discográfico Act. A partir de ahí cada tocaor compartía con el siguiente pero en lugar de hacer carreritas o chapotear en el estanque de los patos, Gerardo Núñez y Joni Jiménez compartieron la misma composición interpretada primero al unísono. Una manera de sumar.
Escuchas a Joni Jiménez, gitano de El Rastro que ha crecido a la sombra de la escuela guitarrística de Caño Roto y te asombras de la complejidad de sus composiciones que si las interpreta por el lado lento, como en el día anterior en el concierto junto a Esperanza Fernández y Antonio Reyes, a mí me suena a Bill Evans, el pianista blanco del Miles Davis negro. Hoy no, hoy me ha sonado distinto, gloriosamente distinto y no hablo de la técnica y del esplendoroso sonido que le saca a la guitarra. Hablo de su obra, del prodigio en la dinámica, de su manera de buscar por los rincones de la armonía. Le pasó el testigo a Dani de Morón, otro maestro en esas tareas de buscarse el alma en lugares insospechados. Nadie quiso batirse en duelo, todos se afilaron las uñas para acompañar al otro. Todos renunciaron a una parte de sí mismos para añadir brillo al encuentro.
Mi cerebro me lleva al magistral concierto que ofreció Dani de Morón en el festival de la guitarra en el que compartió escena con Rosario La Tremendita y con Patricia Guerrero. Repaso sus publicaciones más recientes y me parece que el que ha estado escuchando a Bill Evans es Dani reflexionando con cada acorde. Acabaron las 18 cuerdas juntas por bulerías y en esas estaban cuando se les echó el tiempo encima y se despidieron con la sensación de que tienen mucha música por hacer y por compartir.
Estamos en un momento de inflexión para la guitarra y para el flamenco. Si los 3 mosqueteros hicieron mil pedazos la tradición, luego rompieron los mercados y los records de velocidad creo que nos falta por recuperar la rabia acumulada por los guitarristas durante tantos años y que, como con Paco de Lucía, eso nos permita escuchar a los tocaores defendiéndose en legítima defensa. Enteros, con todas sus armas. Lo mismo me equivoco y resulta que lo que vimos el miércoles fue un preludio y estamos ante una banda, la de la reconquista de la guitarra.
Fotografías @Manjavacas.flamenco
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