La cantaora, guitarrista y compositora estrena ‘Romance de la voz herida’ en la Suma Flamenca este sábado, un recital de corte clásico con el que se presenta en los Teatros del Canal en solitario por primera vez
Había una niña tímida en La Línea que prefería esconderse detrás de la guitarra mientras su hermano cantaba. Creció entre rocieros y lo suyo era la rumba. Llevaba el flamenco dentro, dormido, casi sin saberlo, susurrando en un idioma que aún no sabía descifrar. Tardó años en encontrar el valor para abrir la boca, pero cuando lo hizo brotó algo antiguo y verdadero: un eco profundo y doliente que pocos artistas poseen de forma natural. Teresa Hernández (La Línea, 1992) no buscaba ser cantaora. Fue el flamenco quien la encontró a ella, en un tablao de Madrid, hace apenas siete años. Hoy se gana la vida en estos espacios de la capital, mientras recorre el mundo acompañando a Sara Jiménez, Eduardo Guerrero, Joaquín Cortés, Antonia Jiménez o José Maldonado. No sólo es cantaora, también se acompaña a la guitarra, compone y dirige la música de algunos de los proyectos de los que forma parte. Ahora estrena su primer espectáculo en solitario, Romances de la voz herida, en la Suma Flamenca de Madrid, y se prepara para grabar su primer disco.
Tu recital en Suma Flamenca se llama Romances de la voz herida. He leído que es un programa de cante clásico tradicional. ¿Qué vas a presentar exactamente?
Pues sí, es un recital de cante clásico tradicional, porque al final es lo que sé hacer. Yo llevo estudiando flamenco poco tiempo y, bueno, lo que más me importa de todo esto es la creación de un lugar seguro, un lugar en el que cantar sin ninguna pretensión y sin ese miedo que todos tenemos siempre cuando presentamos algo. A veces ni siquiera sé explicarlo bien, porque realmente canto porque quiero cantar, porque me apetece, e intento decir la mayor verdad posible. Es una presentación de lo que soy, de mi cante. Por eso ese miedo y esos nervios.
Me imagino que va a haber también creación propia, además de cante tradicional, ¿no? Porque tú no solo eres cantaora, también eres creadora.
Sí, hay varias cosas mías. Hemos recuperado cosas que he compuesto para otros espectáculos, una milonga, por ejemplo, que recuperamos del espectáculo Fragmentos de la noche de Sara Jiménez y compañía, que es una creación mía y me apetecía mucho hacerla. Pero casi todo es tradicional.
Transitas con mucha naturalidad del cante a la guitarra. A veces tenemos como unas casillas muy definidas: esta persona es cantaora, esta es guitarrista… ¿Hay en ti una intención de difuminar esas barreras o es algo más natural?
Es una cosa que sale muy natural en mí. Yo empecé tocando la guitarra, me daba mucha vergüenza cantar y el que cantaba era mi hermano. Yo le acompañaba siempre con la guitarra. Es verdad que nunca pude estudiar a fondo, la técnica y todo eso, pero a lo largo de los años siempre he sido yo la que me he acompañado aquí en casa estudiándome los cantes. Tengo una forma de ver y de acompañar el cante que creo que es bastante personal. No me gusta definirme como guitarrista porque no tengo técnica ni nada, simplemente tengo la forma de verlo y sale desde la naturalidad máxima y desde la verdad absoluta que hay en mí, sin pretender nada que no soy.
Hace un siglo había muchas mujeres que se acompañaban a sí mismas en la guitarra. ¿Buceas en esas referencias que quizás no son tan conocidas?
Claro, sí. Cuando empecé con la guitarra, sobre todo cuando empecé a estudiar flamenco, vi que había muchas cantaoras que tocaban la guitarra, que realmente eran las guitarristas de la época. Me inspiré mucho en ellas, pero también me inspiré mucho en Antonia Jiménez, que para mí es un referente. Es que realmente hay veces que en el flamenco se nos olvidan las cosas que ya han pasado y ya se han hecho. No lo hago con pretensión de crear nada nuevo, simplemente es algo que sale natural en mí.
¿Sientes que sigue habiendo mucha resistencia a ver a las mujeres ocupando los mismos espacios que los hombres en el flamenco?
Pienso que va a llegar un momento en que ya lo tenemos que naturalizar. El papel de la mujer siempre ha estado ahí, siempre va a estar, y vienen muchas jóvenes guitarristas que tocan muy bien. Es verdad que el toque de la mujer y del hombre es muy diferente, y eso también lo tenemos que normalizar: es diferente y ya está, no mejor ni peor, igual que el cante de la mujer y el cante del hombre, o el baile. Es lo que nos hace únicos a cada uno.
¿Cómo es el trabajo con El Peli? Aparece como guitarrista y también como compositor en tu recital de la Suma Flamenca.
El Peli me aporta muchas cosas. Llevo ya trabajando con él mucho tiempo en varios espectáculos y desde el principio nos hemos entendido y nos hemos mirado con tanto cariño que es una figura muy importante de Romances. Hay muchas veces, por no decirte todas, que yo tengo música dentro de mí que no sé llevarla a la guitarra porque no sé cómo hacerlo. Y comunicarme con él en ese sentido es muy fácil. Él también me propone cosas que me gustan mucho porque llevamos mucho tiempo trabajando juntos y nos conocemos muy bien. Es una figura muy clave en Romances y en todo lo que tiene que ver con la música de este espectáculo.
Tu origen está en la rumba. Pero tu cante no es festero, más bien transmite un dolor, una herida, una profundidad que no suele asociarse con la fiesta. ¿Ha sido siempre así, cómo ha sido el camino para llegar ahí?
Yo no cantaba mucho de pequeña. No sé de dónde viene esa herida, soy consciente de que la tengo. Soy consciente de que hay muchas cosas en mi vida que me han provocado esas heridas, igual que todos tenemos vivencias. Realmente, hasta hace siete años que llegué a Madrid, yo nunca quise ser cantaora, nunca quise exponerme. Siempre lo he hecho como una manera muy espontánea y muy natural de sacar lo que llevo dentro, sin saber realmente ni siquiera cómo lo hago.
Tía Anica la Piriñaca decía aquello de «cuando canto me sabe la boca a sangre». También Rocío Márquez dice que las emociones más puras las ha vivido en el cante. Hay algo de trance ahí cuando te expresas, ¿no?
Sí, totalmente. Y fíjate que el único sitio donde más me pasa y más me dejo llevar por ese trance es en el tablao. Ahí vamos a la improvisación pura. Este recital está bastante orquestado, tiene un guion, llevamos una orquestación que tenemos que seguir. Quizás eso hace que no entre tanto, aunque siempre busco entrar en ese estado para que pueda salir lo más verdadero de mí.
El flamenco te lo encuentras en Madrid. ¿Cómo fue ese cambio de venirte de La Línea?
Me lo encuentro aquí. Me vine a Madrid porque ya llevaba muchos años haciendo fiestas, haciendo bares, haciendo rumba, y me sentía un poco estancada, quería ver otras cosas. Me vine aquí sin saber realmente nada. Me dijeron: «Hay un tablao aquí cerca de donde estás viviendo». Y dije: «Bueno, pues me voy a acercar a ver lo que es». Y creo que ese fue mi amor a primera vista con el flamenco. Fue donde dije: «Yo quiero hacer esto, yo quiero cantar así».
Y sin embargo, es muy llamativo que desde el inicio está tu impulso creador. ¿Siempre has necesitado expresarte en composiciones nuevas?
Estudié mucho cuando llegué a Madrid, así que el conocimiento se ha condensado mucho en poquito tiempo. Yo iba al tablao al principio a verlo. Me ganaba la vida yendo a las discotecas, a los bares, a cantar por rumba, que era lo único que sabía hacer. Recuerdo que Dani Caballero, el bailaor, fue el primero que me dio la oportunidad de cantar en el tablao. Y cuando me subí dije: «Yo no tengo ni idea, necesito ponerme a estudiar». Me sabía un par de letritas por alegrías, una letra de seguiriya, algo así, pero muy básico. Entonces estudié mucho. Recuerdo que muchos compañeros me ayudaron. Recuerdo que El Pola me llamaba y me decía: «Tere, vente a Torres Bermejas que te voy a cantar unos estilos para que tú te los aprendas». Y esas cosas me motivaban muchísimo más. Llegaba a casa y me ponía a estudiar como una loca. Porque además veía que el objetivo claro era: o cantas con hombres o no entras en el tablao. Antes de la pandemia había casi siempre dos cantaores en todos los tablaos y solían ser hombres. Así que en muy poco tiempo estudié mucho. Y sigo estudiando.
¿En qué proyectos andas ahora más allá de este estreno?
En noviembre empezamos a grabar el primer disco. Tardaremos porque estoy segura de que después de este primer estreno se cambiarán muchas cosas, como siempre suele pasar. Pero es una meta que yo tenía. Y aparte, hace unos meses estrenamos con Sara Jiménez Fragmentos de la noche y ahora empezamos a hacer actuaciones. Y también voy a formar parte del nuevo proyecto de Jesús Carmona. Por ahora estoy como intérprete nada más, pero empezamos ya residencias. También empezamos a crear nuevos espectáculos con Sara Jiménez para 2027. Y estudiando repertorio de un lado, escuchando de otro…
Este primer disco, ¿por dónde lo quieres llevar? ¿Qué tipo de artista eres: de las que entran al estudio con la obra ya hecha, o de las que les gusta juguetear y que el estudio también sirva para crear?
Me gustaría que en el estudio también se crearan cosas, porque también es un sitio donde hay tiempo para pensar, para escuchar. Además, el productor es Diego Guerrero, que es un músico que admiro muchísimo y me gusta mucho su forma de ver la música. Pero, en cualquier caso, quiero hacer algo muy crudo, algo realista con lo que pueda llevar en el directo después. Pero estoy segura de que surgirán muchas cosas.





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