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Riqueni, la soleá de Tomás de Perrate y un dj

LIII reunion de cante jondo. La Puebla de Cazalla

La reunión de cante Jondo de La Puebla de Cazalla es uno de los eventos más singulares que conozco. Comienza con la presentación estética de su creador Francisco Moreno Galván (1925-1999) pintor y poeta que en 1968 diseñó el festival y el primer cartel. Miguel Angel Rivero me muestra el cartel que hizo en homenaje a Diego del Gastor tras su muerte, el tocaor nunca apareció anunciado y nunca faltó a la cita (Morón está a muy pocos kilómetros) dando una lección sobre la importancia de la cultura oral frente a la escrita:
-¿Y si no voy? argumentaba el guitarrista.
Lo cuenta M.A. Rivero es el concejal de cultura de La Puebla y comisario de la exposición que tuvo lugar en la bienal de Sevilla de 2018.

La iconografía de Moreno Galván sigue protagonizando cada reunión en un remix al alcance de los diseñadores de las posmodernidades que han pasado de los collages de principios de siglo XX a las últimas técnicas digitales pasando por el corta y pega. Entras en una taberna de la Puebla y te encuentras con esos carteles que forman parte de la historia del flamenco (y del arte).

Francisco Moreno Galván dejó huella también en el urbanismo de la Puebla. No sé si será cosa suya pero pasar por Calle luna y Calle sol a mí me arranca de la memoria un estribillo de Hector Lavoe. Y aquí llegamos a su otra gran contribución al flamenco: una obra poética reflexionada cante a cante con la carrera de José Menese.

CRÓNICA DE UNA NOCHE DE VERANO

¿Recuerdan todo lo que nos perdimos el 2020? Aquel año, este cronista había sido invitado a participar como Dj, aquella edición se suspendió, al año siguiente se celebró con algunas restricciones anticovid y para esta edición fui programado en una sesión flamenca en el bar al finalizar los conciertos. No se rían, los bares son la zona cero de cualquier festival de cualquier especie. Es verdad que casi siempre los podemos calificar de “zona catastrófica”. Aquí el bar se recuperaba desde el año 2019 y su ubicación permite aliviar las posaderas, ir al baño y mantener conversaciones sin perturbar los silencios necesarios en los conciertos flamencos.

Me tomo muy en serio el papel de dj flamenco, que va desde la tarea como “ambientador” de un concierto en el que tu función es preparar al público para lo que puede ocurrir un poco como el hombre que va esparciendo entre las sillas tomillo, romero y albahaca para aromatizar el recinto de la Hacienda La Fuenlonguilla donde apareció el cante de La Yiya y Rubito hijo con el toque de Antonio Carrión y David Palomar con el de Rafael Rodríguez.

Por la tarde estuve en la prueba de sonido de Rafael Riqueni un guitarrista especial para todo. Juan José Téllez lo presentó como “el renacido” con la generosidad del que ha recibido tanta belleza del artista que devuelve pedazos de recuerdos imborrables con una encomiable brevedad. Resumir es una de las grandes tareas de los presentadores (y de los cronistas).

Sé que cada uno de los espectadores que ha tenido Rafael Riqueni a lo largo de su vida se reconocen en esa sensación de fragilidad. “Sigue así que vas bien” le dijo un gitano viejo al que le faltaba la libertad. Escuchar a Rafael Riqueni es una experiencia personal, hay noches en las que te miras en ese espejo y no te reconoces quizá porque te sobra rigidez o gomina, el caso es que estás pensando en lo que te falta o lo que te sobra y ¡zas! te vuelve a ocurrir cuando Riqueni te toca la cuerda de las emociones. Otra vez.

J. J. Tellez pidió perdón para hablar de su tierra Cádiz como una tierra de libertad y de arte y luego contó que la bailaora llevaba una sorpresa en el cuadro que se llama Tomás de Perrate “que acaba de sacar un disco (Tres golpes) que hay que escuchar” y lo dijo con la misma sensación que tengo yo de que aún no hemos acabado de escuchar ese disco.

-¿Vas a cantar? Le pregunto por la tarde

-Una soleá

Pasaban las dos de la madrugada cuando vimos a Tomás aparecer en la escena. María Moreno había realizado un recital de baile con el toque de Juan Requena, las palmas y jaleos de Roberto Jaén y el cante de Pepe de Pura y El Pechuguita. Así que todo el mundo esperaba la guinda en el postre y cruzábamos los dedos para que no reapareciera el dichoso cable que enturbiaba la armonía del arte. Apareció Tomás con ese cante que es suyo (y es personal) y que es de su familia y de sus antepasados y que se nos presenta orgulloso y lozano como una moza con la cara lavada.

Estábamos en esas cuando Tomás se lanzó al centro del escenario a cantar al aire y la bailaora se desprendió de sus botines que se quedaron ahí como un cuadro simbólico (y cubista) de lo que estaba por ocurrir…

Uno recuerda el esfuerzo inapropiado (por descomunal) de la Paquera cantando sin micro en el palacio de los deportes de Madrid. Ahí se valora el gesto antes que los resultados, sin embargo desde mi asiento se le escuchaba al Perrate con asombrosa nitidez. Con las fuerzas del destino desencadenadas aquello se convirtió en leyenda.

Ahí se acabó mi papel como cronista, me tocaba estar al pie del cañon para la sesión dj así que poco puedo reseñar del concierto de María Terremoto y del fin de fiesta que se prolongó hasta pasadas las 4 de la mañana así que comencé por un fragmento del “imagine” de Lennon por alegrías, seguido de las seguiriyas didácticas de Tomás de Perrate y un fragmento de “Me llaman loco” de El Borrico. Para rematar una jornada tan potente de cante a mí me sirve encontrar un motivo, una manera de estar y enseguida puse destino a las Américas desde un punto de vista flamenco. Estaba en esas cuando llegó un miembro de la policía local y mandó parar. No quería hablar de decibelios ni de fogosidades sónicas estaba sonando la versión de Serranito con Duquende en “Que manera de quererte” y nos tuvimos que imaginar lo de “Se nos rompió el amor”.

Fotografías por Tamara Pastora