Como cantaor vuestro que soy, os debo una explicación
José Manuel Gómez Gufi
Se abre el telón y el cronista sufre un patatús, por un lado del escenario hay dos tocaores y dos palmeros y por el otro tres o cuatro panderos cuadrados. Rafael Jiménez Falo aparece plantado, rodeado por un coro gregoriano y sabemos que es gregoriano porque nos ha dado el “susodicho”, osea el patatús; porque eso (el coro gregoriano) remite a las aventuras del batería y percusionista José Antonio Galicia “Gali” que se presentó en festival de jazz de Madrid de 1985 con Enrique Morente, un coro gregoriano y un sin fin de movidas más. En aquellos días, el que suscribe formaba parte de la joven crítica de jazz con Chema García Martínez (éramos tan visionarios e intransigentes como El Niño de Elche) adorábamos las vanguardias y seguíamos las propuestas de El Gali porque siempre nos garantizaba sorpresas y una fuente inagotable de conocimientos variados.
Rafael Jiménez Falo aparece con el Gali en 1996 en el Johnny, el cantaor asturiano aún estaba “buscando su centro” y lo alcanzaría según sus palabras en el año 2000 (tras su regreso de Nueva York) con una generación de músicos y artistas que, en parte, protagonizaron el concierto más emocionante de los vistos en este ciclo. Y es que, no es normal que después de un concierto el protagonista se plante en mitad de la escena en plan Pepe Isbert: “Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación…”. Y la gente se queda para aplaudir a ese gitano que comienza a desgranar los elementos que han confluido en el concierto y nos lo cuenta, cacho a cacho, músico a músico, durante más de diez minutos. (Aviso para artistas: no lo intenten repetir, ni en casa, se pueden quedar solos).
Repetimos. Se abre el telón, el coro gregoriano interpreta una melodía y el Falo canta la malagueña de Enrique el Mellizo, enfrenta al mito con la leyenda. Desaparece el coro y se agitan los panderos. Canta una montañesa, un cante en peligro de extinción que fuera interpretado por Agujetas el Viejo. Recuerden, el cantaor es asturiano. Fundido en Negro. Cuando vuelven los focos lo vemos frente al violonchelista José Luis López e interpreta uno de aquellas escalofriantes narraciones de José El Negro un romance de nuestra tradición oral a la que Rafael Jiménez le pone nombre y apellidos y aprovecha para decir que no está de acuerdo con lo de “la soleá de Alcalá” y propone un sutil y significativo cambio a “los de Alcalá”.
El caso es que el cantaor reivindicó con nombres y apellidos todos esos anónimos que han incorporado letras y maneras de cantarlas al rico árbol flamenco y empezó por la Serneta pasó por Juan Talega y familia y rindió culto a la labor de Mairena. Además con los músicos añadió las experiencias que aportaba cada uno de ellos, sirva de ejemplo la presentación a Roberto Lorente que estaba al compás: “es mejor cantaor que yo”.
Todo lo que cantó Falo tenia pellizco y segundas intenciones, de la soleá a la guajira pasando por unos tangos arrumbados con una de esas melodías que, en cuanto se repiten, se convierten en himnos. Antes de su clase magistral tenía reservada una joya. Fundido en negro, aparece sentado Rafael Estévez para interpretar a la manera antigua “el pregón del mercado” por bulerías en un homenaje a Manuel Vallejo (1891/1960). El coreógrafo baila sentado y ejecuta una fabulosa secuencia de pasos que sospechamos que son más rápidos que los que pudo realizar Vallejo en su tiempo cuando, además de cantaor reconocido, era considerado un buen bailaor. Tras el delirio del público llegó el discurso y después unas bulerías con todos los artistas en escena. Les puede parecer la pataita de siempre, pero no, estas bulerías son cantadas en bable rescatando la tradición de los Vaqueiros de Alzada. “grupo étnico” de mucha enjundia que ha protagonizado la mitad de los estudios de antropología social en España y a los que le puso “jota” Rafael Estévez. Total que uno sale de un concierto así emocionado y rejuvenecido.
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Fotografías: (MJ. Lara)