¡Verde,
que te quiero verde!
texto: Rubén Gutiérrez
fotos: Ballet Flamenco de Andalucía
Puede que sea uno de los versos más conocidos
de Federico García Lorca, y quién no recuerda
al malogrado Manzanita, junto con Ketama, en aquella interpretación
en la película “Flamenco” del aragonés
Carlos Saura… Y es que la obra lorquiana está
llena de guiños hacia la vida andaluza, sin más
artificio que la propia existencia, sea la misma trágica
o alegre, y de este modo el granadino universal escribió
el “Romancero Gitano”, donde recoge en una serie
de romances que refieren hechos de la vida de la comunidad
gitana a este lado de Sierra Morena, y una vez más,
la genial Cristina Hoyos se adentra por los vericuetos lorquianos
para ofrecernos un magnífico espectáculo que
durante este verano unos 100.000 espectadores han tenido la
oportunidad de degustar.
Conforme subimos la cuesta de los cipreses, en el incomparable
marco de los jardines del Generalife de la Alhambra, el embrujo
de este espacio nos invade como una premonición de
lo que íbamos a contemplar. Rodeados de miles de caras
anónimas, extranjeros y nacionales se disponen a ocupar
sus respectivos asientos, de los que hay que destacar su comodidad,
pese a encontrarnos en un auditorio al aire libre.
Granados, adelfas, rosales, palmitos y cientos de cipreses
son el mejor telón de fondo de un escenario en el que
nos llama la atención una gran viga que lo atarviesa
de lado a lado, y que asemeja a un viaducto de esos que hoy
en día se construyen en la autovías, pero que
claramente nos sitúa en una “orillica”
de un río, bajo su puente, rodeados de cañaverales,
y de la candela que apacigua las inclemencias de la noche.
El campamento gitano esta esbozado, solo falta colonizarlo
bajo la atenta mirada de un joven Lorca que se proyecta en
una gran pantalla.
Guiños hacia la vida andaluza,
sin más artificio que la propia existencia
Para esta ocasión, la sevillana Cristina Hoyos, al
frente del Ballet Flamenco de Andalucia, el cual, tras una
serie de controversias administrativas vuelve a depender de
la Empresa Pública de Gestión de Programas Culturales
de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía,
junto con la colaboración del primer bailarín,
el gaditano “El Junco”, la música de Pedro
Sierra, y el guión y la dirección escénica
de José Carlos Plaza. Con él ya compartió
Cristina el montaje de “Yerma” en este mismo espacio
en el verano de 2.003, el cual fue un gran éxito.
Para llevarlo a escena, se han elegido 10 de los 15 poemas
del Romancero Gitano , convertidos en 10 historias que se
representan bailando, cantando y recitando, que según
se desprende del programa de mano: “Van apareciendo
y deshaciéndose ante nuestros ojos y oídos:
la infancia y la muerte, el alegre y desenfadado adulterio,
el juego lujurioso del aire y el cuerpo, los deseos ocultos
del alma enclaustrada, las rencillas ancestrales, el racismo,
la envidia, el mito, la barbarie represora, la luz de una
raza, la pena negra y la espera – esperanza –
del amor profundo que solo un pueblo marginado, marcado por
los tópicos y por sus propias leyes, sabe sentir.”
Los músicos irán ocupando su puesto en la escena,
alrededor de las llamas fingidas, combinando de esta manera
la tecnología del siglo XXI con la historia original,
la cual fue escrita entre 1.924 y 1.927, y que vio la luz
de forma impresa en 1.928. Los cantaores Reyes Martín,
Vicente Gelo y Miguel Rosendo, los guitarristas Andrés
Martínez y Ramón Amador y el percusionista Roberto
Carlos Jaén serán los encargados de conducir
el espectaculo mientras exhiben sus habilidades el cuadro
de baile formado por las bailaoras Susana Casas, Cristina
Gallego, María del Mar Montero, Rosa Belmonte, Rocío
Alcalde, Lucía Guarnido y Zaira Santos, así
como los bailaores Jesús Ortega, José Luis Vidal,
Javier Crespo, Jacob Guerrero, Abel Arana, Daniel Torres y
Juan A. Jiménez.
Nos sorprende el comienzo del espectáculo con el “Romance
del sonámbulo” a modo de prólogo, donde
se combinan los sonidos de dos yunques dispuestos al fondo
de la escena, junto con la música electrónica
que inunda el Generalife, y los pasos de “tap dance”
de parte de la sección masculina de baile, que rápidamente
da paso a esos sonidos que originarios de la geografía
medieval andaluza, echaron profundas raíces entre Utrera
y Lebrija, melodías que inevitablemente se repetirán
a lo largo de la noche. Las mismas nos conducen de la mano
de la bailaora Susana Casas, con sus mantón de manila
y su bata de cola, todo ella de blanco, al “Romance
de la luna, luna”
Un interludio por alegrías del bailaor Javier Crespo
da paso a “La preciosa y el aire” donde Rosa Belmonte,
vestida con los colores del mar, parece nadar unos verdiales
con sus buenas combinaciones de pies y brazos. La primera
nota trágica de la noche llega con la tormenta que
cierra el número.
La viga que ocupa la parte alta del decorado nos anuncia
el romance de la “La monja gitana”, y un original
vestuario desfila de la mano de la sección femenina
de la troupe conducida por la bailaora Maria del Mar Montero.
Entran entonando el “Salve Regina” gregoriano
mientras los tocaores interpretan los primeros compases por
tangos, pero que rápidamente nos percatamos ser los
de una vidalita, mientras las monjas se desprenden de su hábitos
para lucir un bello vestido blanco. El baile se desarrolla
muy sensual, casi a modo cabaretero.
Un compendio de técnica
y saber flamenco
Con una imagen del Torcal de Antequera se nos presenta el
romance que recrea una reyerta gitana, con ecos de nanas,
los bailaores zapatean, giran, se cruzan, y con navaja albaceteña
en mano luchan contra sus rivales, mientras los músicos
golpen sus bastones, y es cuando Cristina entra por primera
vez en la obra, la cual ya no dejaría. Nos vino a la
cabeza otra escena del magistral Antonio Gades en sus “Bodas
de Sangre” donde compartió protagonismo con Cristina
Hoyos, pero la coreografía de la sevillana difiere
en la mayor rapidez de la misma, no exenta de la plasticidad
de la de Gades. Las tonas y seguiriyas que se le cantan a
los muertos darán paso al siguiente romance.
Y yo que me la llevé al rio
creyendo que era mozuela
pero tenía marido
Así comienza “La casada infiel” bajo un
imagen de la ribera de un río de un pintor expresionista,
y Cristina Gallego y José Luis Vidal harán unos
bonitos pasos a dos en la farruca, que recrea esta historia
de adulterio.
Será el turno de El Junco, por alegrías de
la tierra que le vió nacer, un alarde de técnica
de pies, que indudablemente le ha guiado a ser el primer bailarín
de la compañía, interpretando “Prendimiento
de Antoñito el Camborio”, que culminará
en el romance de la “Muerte de Antoñito el Camborio”,
mientras Cristina jalea desde una silla de anea delante de
la lumbre. La compañía entra a paso marcial
vestida con capas y tricornios, y unas melodías árabes
de fondo presentan nuevamente al Junco, que esta vez interpreta
Tarantos, mientras el mismo es ajusticiado.
Todo el respetable en pie…escaso
premio para tan magno espectáculo
Durante el “Romance de la Guardia Civil”, las
bailaoras y bailaores irán desprendiéndose de
sus tricornios y capas para mostrarnos unos llamativos trajes
de color rosáceo a son de las bulerías, donde
cada uno nos irá dejando su pataíta. Un nuevo
interludio de percusiones africanas y romances sefardíes
de Tetuán, que se han venido repitiendo a lo largo
de la noche, darán paso a uno de los clímax
del espectáculo.
Cristina lleva un buen rato en el escenario, ya sea sentada
con los músicos, jaleando y haciendo compás
o tomando parte de la representación, de pie, actuando,
pero sin bailar, pero ahora se nos presenta vestida todo de
negro, a juego con su hermosa cabellera. Nos sorprende con
su “Romance de la Pena Negra”, un compendio de
técnica y saber flamenco. Ataviada con bata de cola,
y mantón de manila se saca de la manga un juego de
palillos para deleitarnos con una serie de pasos que recogen
los sonidos de la bambera, y los romances, haciendo un guiño
con la melodía de “La Leyenda en el Tiempo”,
mientras exhibe el gran manejo de las castañuelas.
Volveremos al “Romance del sonámbulo”,
donde toda la compañía, vestida del verde querido,
bajo los dibujos de Lorca que se proyectan en la pantalla,
dan rienda a su coreografía por soleá, de ejecución
precisa, donde todos forman un uno, para recibir a Cristina,
con un gran mantón verde, que rematará el espectáculo
con un gran baile por bulerías; mientras la foto y
el autógrafo de Federico García Lorca nos vuelven
al mundo real. Todo el respetable en pie ofrece una gran ovación,
escaso premio para tan magno espectáculo, el cual esperemos
que en breve se convierta en la comidilla de los teatros de
medio mundo, por que esta obra que es el “Romancero
Gitano” ha encontrado una buena horma en la versión
del Ballet Flamenco de Andalucía.
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