7 de mayo. Círculo de Bellas Artes. Sala Fernando de
Rojas
AGUA BENDITA
Texto: Manuel Moraga
El programa se dividió en dos actos: el recital
de Rafael Riqueni y José Menese acompañado por
este guitarrista. Riqueni se presentó sólo con
su guitarra, lo cual es de agradecer y encaja perfectamente
con el lema del ciclo: “a corazón abierto”.
No son muchas las oportunidades que se presentan para ver
al trianero y merece la pena disfrutarle desnudo… es
decir, sin otros instrumentos que diluyan su esencia.
Riqueni planteó un recital fundamentalmente clásico,
recogiendo no sólo la música, sino también
las ideas y el sentir de maestros como Sabicas o Niño
Ricardo. De su repertorio nos brindó sus fandangos
“Al Niño Miguel”, que por otra parte, ya
se han convertido en clásicos. En el fondo, Riqueni
quizá sea el más “clásico”
de su generación. Clasicismo que, entiéndase,
no está reñido con la creatividad.
En Riqueni no hay una obsesión por llegar a los límites
del flamenco, sino todo lo contrario. Su discurso no tiene
pretensiones de vanguardia pura y dura, sino que su juego
se identifica más con un el de un centrocampista media-punta
con ideas, de los que crean el armazón de jugadas que
son después aprovechadas o, mejor dicho, seguidas,
por los más avanzados delanteros. Y sus jugadas son
brillantes. El caso es que esa situación intelectual
sobre el terreno de juego de lo jondo le hace tener, posiblemente,
ese gusto por la recreación y el homenaje a sus maestros,
los que en su día sacaron –con gran proyección-
la guitarra de la zona defensiva.
Y
en ese estar musicalmente en pelotas, a Riqueni le vimos y
le sentimos sintió con mucha confianza. Su guitarra
sonó limpia y luminosa, como el agua bendita.
En esas coordenadas, Riqueni invitó a Menese, que
se mostró encantado. Sus tonás (“para
que descanse Rafaelito”, dijo el de la Puebla) presagiaron
un recital de hondo calado, pero un mal trago –nunca
mejor dicho- desbarató algo las expectativas. Si, el
agua se le fue “por el otro lado” y Menese tuvo
que pelear con el cante más de lo previsto, lo cual
perjudicó en parte el resultado. Aun así, Menese
estuvo valiente con todo. Hizo tarantos, farruca y peteneras
antes de “echar mano a los manojos”, expresión
que José rescató del repertorio del maestro
Antonio Mairena cuando se refería a los cantes por
soleá. Riqueni acompañó a su invitado
haciendo el toque que le gusta a Menese, y lo hizo con mucho
cariño. Rafael fue un gran anfitrión.
El público pidió bises con insistencia y Menese
y Riqueni hicieron siguiriyas: estos de la Puebla no se andan
con leches. A mi juicio fue lo mejor. El mal trago ya se había
pasado. Ya lo dijo el Arcipreste de Hita: “más
vale vino maldito que agua bendita”.
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