Más que «chocolate», siempre su cara me recordaba el color de la canela. «A clavito y canela me hueles tú a mí, el que no huele a clavo y canela, no sabe distinguir». Antonio Núñez «Chocolate» era uno que distinguía, y en cuanto al color de su cante todo el mundo está de acuerdo: «negro».
Texto: Estela Zatania
Nació en Jerez y lo entierran en Sevilla, la historia de un cantaor
a caballo entre dos capitales flamencas y que en el 2001 afirmó
“yo me siento sevillano”.
Nos dejó una amplia discografía pero heredero artístico,
ninguno. Encarnaba el recuerdo de la sevillana Alameda del Hércules,
aquellos tiempos de Pastora, Tomás y el Pinto, y hoy la afición
está de luto porque nos falta una pieza clave.
Foto: Rafael Manjavacas
Cuando no pudo actuar en el cuadragésimo aniversario de la Caracolá
Lebrijana debido a su delicada salud, hemos recogido estas palabras de
sus compañeros de cartel antes de conocer el triste desenlace que
tendría lugar la noche del martes, 19 de julio, 2005 cuando una
época del cante flamenco llegó a su fin.
Manuela Carrasco: “Me gusto lo puro, y Chocolate, más puro, no ha existío
y no creo que va a existir más. El eco de él es imborrable
– ha representado la mejor época, una época que ya
no existe. Desde que era niña he estado trabajando con él
en los festivales y desde pequeña la ilusión mía
más grande fue que él me cantara por siguiriyas. Me cantó
en la Bienal por siguiriyas, y creo que como nunca – el teatro se
vino abajo y para mí fue una de las mayores satisfacciones de mi
vida. Los jóvenes cantaores no tienen personalidad, lo mismo en
el baile, los veo y están todos cortados con las mismas tijeras.
El cante del Chocolate es una necesidad porque es un eco tan gitano con
tanta personalidad, que yo, simplemente con verlo de pie cuando alza la
mano, a mí ya se me caen las lágrimas. Un monstruo.”
Chocolate, Pastora Pavón, Pepe Pinto
Fernando de la Morena: “Para mí es una gran responsabilidad estar aquí
esta noche en el lugar del Chocolate, tratándose de un monstruo
como es el Tío Antonio, qué duda cabe, y estoy muy agradecido.
Chocolate es uno de los “negros” que quedan, que cantan “negro”,
y nunca mejor dicho, es un artista excepcional, su cante es ancestral,
un cantaor rancio. Hemos coincidío en muchos festivales –
me habla de cante, me tararea cante, hay armonía entre nosotros
y esto me causa una gran satisfacción y respeto porque es un baluarte,
una bandera del flamenco.”
Juan Peña “El Lebrijano”: «Antonio Núñez “Chocolate” es una institución,
ni más ni menos, una institución del cante. Es una figura
del cual hay que aprender porque tiene mucha sabiduría y es un
hombre que ha vivido una época pasada y presente, entonces los
que somos más jóvenes tenemos que aprender de él,
tiene muchas cosas que enseñar, y a mí personalmente me
llena la emoción de su cariño y la amistad con él».
Antonio Carrión, su guitarrista habitual y compañero,
tenía las siguientes palabras esta mañana: “Yo personalmente estoy bastante afectado. Se va uno de los
grandes, como persona y como artista – un artista irrepetible, con
estilo propio. Esos fandangos y siguiriyas, esos sonidos negros…se nos
ha ido una institución.”
Chocolate con Antonio Carrión, foto: Estela Zatania
También Arzapúa, colaborador habitual
de Deflamenco, ha querido sumar su voz:
“Una vela, una de las más importantes velas del cante
flamenco ha parpadeado, llegando al final de su pabilo después
de haber alumbrado y derramado su cera durante más de setenta años…
Chocolate, Antonio Núñez, es irrepetible. Una vez ido
nos deja con ese vacío en el estómago, con esa sensación
de haber perdido a uno de los responsables de muchos y muy profundos momentos
de disfrute verdadero oyendo el cante, ese cante de toda la vida, el cante
de altura y dignidad, el cante que no tiene que recurrir a tonterías
para llamar tu atención, para pellizcarte las entretelas del alma,
para hacerte sentir esa alegría trágica que, al mismo tiempo
que te hace llorar te invita a reir.
Deseo recordar siempre esa mano derecha abriendo y cerrando los dedos,
asiendo el secreto, dejando ir el gusto, el conocimiento de cada tercio,
volviendo a cerrarse para reconcomerse por dentro y estrujar la semilla
del arte auténtico.
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