Hasta los nombres riman. Y tienen muchas otras cosas
en común aún siendo de dos mundos diametralmente
opuestos: una cantaora no profesional de mediana edad de la
casa de los Peña Pinini que interpreta los cantes que
ha escuchado a lo largo de su vida, sin intelectualización
alguna, y un joven bailaor sevillano, más creador que
vanguardista, altamente profesional desde temprana edad y
que ha perfeccionado su arte mediante un proceso claramente
cerebral. Pero son de la misma especie de rara avis flamenca
que provoca apreciaciones extremadas, todo menos la indiferencia.
La mística diosa habla
en voces que los demás no podemos sentir
Inés Bacán con Antonio Moya a la guitarra,
“cante con guitarra” como ahora dice la nueva
generación para destacar la ausencia de otros instrumentos
o voces. La cantaora se dispone a cantar cerrando los ojos
y ubicándose en una especie de trance, se columpia
sensiblemente sobre la silla. En lugar de dar palmas la mano
derecha ondea suavemente en el aire como si dirigiera una
orquesta oculta en algún rincón de su mente.
Moya lee su lenguaje corporal y ajusta el acompañamiento
con una perfección que sólo se logra después
de muchos años de colaboración artística
y lazos de amistad a través de Pedro Bacán,
hermano de la cantaora, desaparecido prematuramente hace nueve
años y que fue y sigue siendo el mentor de este tocaor.
La compenetración es perfecta aunque el público
no acaba de reaccionar ante la extraña misa ofrecida
por tientos. Las alegrías del Pinini no saben a mar
sino a tierra húmeda y no son ni alegres ni frívolas.
Por soleá al aire de Utrera y Lebrija, a ritmo vivo
y con estilos clásicos de la Moreno de soleá
por bulería, de Juaniquí y Serneta y alguna
creación personal aunque en realidad todo lo que hace
esta mujer se podría clasificar como “personal”.
La casi total ausencia de vibrato en su voz y una sutil y
extraña desafinación crean la sensación
de dolorosa solemnidad que no es del gusto de todo aficionado
pero para algunos es la clave de la profundidad que transmite
la señora. Moya da estructura y apunta detalles de
Diego del Gastor, un toque especialmente apto para la lebrijana.
Nanas, romances al estilo de los Peña y siguiriyas,
la mística diosa habla en voces que los demás
no podemos sentir, por bulería para cerrar y bis de
tonás. Amen.
Dos de la misma especie de rara
avis flamenca que provoca apreciaciones extremadas
Israel Galván. Otro espíritu libre y difícilmente
etiquetable. Único en el sentido más literal
de la palabra. Inquietante sobre el escenario, tímido
en persona. Con su obra “La edad de oro” el bailaor
parece haber dado con un equilibrio entre lo clásico
y lo experimental con el habitual detalle esperpéntico
que nos tiene acostumbrados a buscar en todo lo que hace.
Pero en ningún momento tienes la sensación de
que quiere destacarse mediante el vanguardismo. De hecho es
todo lo contrario, lo ves bailar y queda patente que son movimientos
puramente clásicos llevados un poco más lejos,
caricaturados a veces, el humor no está ausente en
esta obra hermética que algunos entendidos han llamado
“perfecta”. Rondeña, soleá, malagueñas,
siguiriya bailada sin cante ni falta que hace, tientos y tangos,
alegrías sorprendentes, tan frescas como si se bailaran
por primera vez… Pero las formas son lo de menos, el
palo único es galvanerías y el público
capta el mensaje sin interferencia alguna. Apunto impresiones
sin mirar el cuadernito, es arriesgado apartar la vista de
Israel, algunos de los bailes no duran ni el minuto y cada
segundo es aprovechado, ni la montaña rusa de Port
Aventura proporciona más emoción.
Israel Galván, Terremoto, Alfredo Lagos (foto:
Estela Zatania)
Hoy en día Israel Galván es uno de los bailaores
que mejor domina el compás, ese requisito fundamental
para nadar en la gran piscina del flamenco, y su cuerpo entero
se convierte en ritmo de tal modo que no se nota la ausencia
de percusión, voz o guitarra en aquellos momentos en
solitario. El dominio técnico…pies, vueltas,
colocación…es impecable y nadie le puede acusar de
querer crear antes de conocer la base. Y crear, crea, como
hicieron en su día Carmen Amaya, Antonio Ruiz, Gades,
Mario Maya o ese otro enfant terrible, Vicente Escudero.
Desmontando y recomponiendo la
máquina, creando escuela y guiándonos por una
nueva rama evolucionaria del baile flamenco
La compenetración con Fernando Terremoto y Alfredo
Lagos es total y tanto el cantaor como el guitarrista lucen
espléndidamente a través de solos de cante y
guitarra que provocan ráfagas constantes de oles. El
fin de fiesta por bulerías dista mucho del típico
ejercicio obligatorio y desabrido que vemos con demasiada
frecuencia. Israel realiza la madre de todas las pataítas,
de otro modo no iba a ser, y rizando el rizo canta para el
baile de Lagos con el acompañamiento de Terremoto.
Es muy posible que la línea de baile, tan magistralmente
perfeccionada por los Farrucos que actúan en el teatro
de Nimes el sábado y el domingo para clausurar el festival,
no pueda ser llevada más lejos. Entonces tenemos a
Israel Galván que igual que un crío con un juguete
nuevo está desmontando y recomponiendo la máquina,
creando escuela y guiándonos por una nueva rama evolucionaria
del baile flamenco.
Discografía relacionada:
Inés Bacán
'Pasión'
Inés Bacán – Soledad sonora
El Lebrijano e Inés Bacán
– Puro y Jondo. DVD.
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