La Tobala – La Tobala – Entre enaguas

La Tobala (Juana Salazar – Sevilla) ya no es una cantaora de atrás, donde se ha curtido a la sombra de Farruco, Manuela Carrasco o Mario Maya. La Tobala trae en este nuevo trabajo – estrenado el pasado mes de noviembre en la Muestra de Flamenco del Instituto Andaluz del Flamenco – la madurez en la espalda y sobre todo en la garganta. Como gitana buena de cante y arte siempre destacó en el compás por bulerías y tangos; y aunque continúa en esa línea, la artista controla su mimbre y disfruta de su arte.

Ella canta. Lo hace luciéndose como buena festera, con centelleos y roturas, con sus infalibles tangos, garrotín, tientos, fandangos, boleros y destacadas bulerías como ‘Tributo a los Montoya’. Junto a la siempre brillante guitarra de Pedro Sierra, es cantaora serena y creativa por soleares de Alcalá, jugando con los tientos y desgarrando fandangos. Juana es una intérprete confiada en su expresividad y respetuosa con su personal forma de cantar. Eso le permite, tanto emocionar como convencer.

Y La Tobala llega en esta nueva entrega de cante en directo a lograr momentos de muy buen gusto y poso, dejando aire entre los tercios, tan bien guiada por la sonanta de Pedro Sierra. A la cantaora sevillana la advertimos en esta nueva entrega emocionada, con ganas de vaciarse, siempre discurriendo por sus cauces más reconocibles: la voz poderosa y salvaje, la inspiración canastera, la feminidad rotunda. No obstante, hallamos nuevos registros. Consigue emocionar y eso es lo que se espera hoy día de una grabación. Uno de los momentos más especiales de este nuevo trabajo llega con dos canciones a piano, ‘En un rincón del alma’ y ‘Gracias a la vida’, en el que descubrimos a una Tobala de voz más íntima y afinada, desembarazada del rajo flamenco.

Entre enaguas empecé a vivir. Las mujeres entre sus piernas, me contaban historias sin verso. El almidón sonaba a cuchillos de Lorca. Los volantes a cante de fragua. Aquel color blanco, las velas de mi alma. Su aroma a lluvia y tierra mojada. Y me dormían y me alimentaban susurrándome nanas.

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