XV Festival de Jerez 2011. Antonio el Pipa 'Danzacalí, danzar de los gitanos'

Texto: Estela Zatania
Fotos: Ana Palma

Resumen: XV Festival de Jerez 2011. Antonio el Pipa 'Danzacalí, danzar de los gitanos'

XV FESTIVAL DE JEREZ
Antonio el Pipa
“Danzacalí, danzar de los gitanos”

Viernes, 25 de febrero, 2011. Jerez de la Frontera

En Jerez de la Frontera ya se siente la primavera.  Cada año, desde hace quince, cuando el breve y templado invierno andaluz empieza a perder su credibilidad, la ciudad que se promociona como una de las más flamencas del mundo, se llena de aficionados, especialmente al baile, para gozar de una quincena de actuaciones de diversa envergadura, y un amplio surtido de actividades paralelas.

La primera cita del dilatado programa del Festival de Jerez, que apenas refleja el difícil momento económico que se siente algo más en España y en Andalucía, arrancó con la inauguración, en el Centro Andaluz de Flamenco, de una exposición titulada “Cuando la pintura se hace baile”, una interesante colección de obra gráfica, original del bailaor vallisoletano Vicente Escudero en el trigésimo aniversario de su desaparición.  La colección fue legada al bailaor bailarín José de la Vega que espontáneamente ofreció una muestra de su arte a los presentes.

DANZACALÍ, DANZAR DE LOS GITANOS
Teatro Villamarta, 2100h

Primer bailaor: Antonio el Pipa, Primera bailaora: Juan Amaya. Bailaor solista: Isaac Tovar. Bailaoras solistas: Macarena Ramírez, Nazaret Reyes. Cuerpo de baile: Ana Ojeda, Luz Mª de la Herez, Marta Mancera, Cynthia López, Manuel Ramírez, Antonio Vázquez, Manuel del Río, Juan C. Avecilla. Los niños: Cristián de los Reyes, Miguel Rivero. Cante: Juana la del Pipa, Felipa del Moreno, Mara Rey, Joaquín Flores. Guitarra: Juan José Alba, Javier Ibáñez. Violín: Emilio Martín, Cajón/compás: Luis de la Tota. Percusión: Curro Santos.

Hay tópicos y tópicos.  Y casi siempre hay algo de verdad en los lugares más comunes.  Dicen que los lunares y la pandereta son los mayores tópicos del flamenco.  Confieso que nunca he visto a un flamenco con pandereta, no obstante, mis mejores amigos gitanos, personas de buen gusto y vestir, adoran los lunares, ya ves…  Pero luego, existen los tópicos que producen aquella vergüenza ajena que todos conocemos.  “Danzacalí, danzar de los gitanos”, como se titula la más reciente obra de Antonio el Pipa estrenada anoche en el Teatro Villamarta, roza peligrosamente la zona del tópico.  Pero cierto es también, que no sólo es lo que esperamos del Pipa, sino lo que su público más incondicional quiere que despache.

Tampoco esto quiere decir que Antonio el Pipa, jerezano de noble estirpe flamenca, no sepa bailar.  Sabe.  Y mucho.  Es un gran bailaor, caiga quien caiga.  Algunos no soportan su extravagante estilo con grandes dosis de Antonio el Bailarín (las muecas de ironía, las expresivas manos y el ocasional abuso de los hombros encogidos son rasgos atribuibles a éste).  Otros, los fans que no paran de jalear “¡qué bonito, hijo!”, “¡eres el más guapo!” a lo largo de cualquier interpretación del Pipa, lo adoran. Anoche no se llenó el Villamarta, cosa de las vacas flacas que estamos pasando, pero casi, y me consta que el bailaor no defraudó.  Cometió sus extravagancias, se excedió a ratos, bailó con su habitual dominio y entrega y deleitó al respe.

El bien definido comienzo de “gitanos viviendo al aire libre, cantando y bailando sus alegrías y penas” se va diluyendo sobre la marcha, el (dudoso) pretexto se olvida y todo se convierte en un espectáculo convencional – y no empleo el calificativo despectivamente.  Hoy en día, el artista que logra vender el flamenco de corte clásico es digno de nuestra mayor admiración.  Porque teniendo que elegir entre los tópicos de la tradición (intensidad, colorido, la búsqueda de las emociones fuertes mediante los compases del flamenco), y los de la vanguardia (frialdad disfrazada de sofisticación, ausencia de color, austeridad que limita las emociones y un limitado interés en el compás), me quedo con el primero.  A fin de cuentas, las ideologías no tienen importancia, y lo que cuenta es el impacto de la experiencia de cualquier representación artística.

“Danzacalí” es un vehículo para que Antonio el Pipa vuelva a bailar lo de siempre sin que parezca repe, y por mi parte, no hay quejas al respecto.  Si acaso, la floja gestión dramática, y una insuficiente iluminación que no permite ver los rostros de los que bailan son los detalles más criticables. 

El Pipa se une a la recuperación del baile flamenco en pareja, y se le ve francamente bien junto a la moronense Juana Amaya, siendo ambos de temperamento similar, la oscuridad de ella complementando el estilo más luminoso de él.  El palmero ascendido a cantaor fue un desacierto, pero dos voces femeninas jerezanas, las de Mara Rey y Felipa del Moreno, hicieron lo que pudieron.  Juana la del Pipa puso su habitual guinda, pero se echó en falta a un cantaor de peso para este espectáculo tan esencialmente flamenco.

Soleá, tientos, siguiriyas, taranto, alegrías, la rondeña que sigue ganando en importancia dentro del repertorio del baile flamenco….aquí no se inventa nada, ni falta que hace.  “Danzacalí” es Antonio el Pipa en su salsa, sin más objetivo que poner su concepto del flamenco en la mesa y que lo aceptemos tal cual.

A las doce de la noche, tuvo lugar el primer trasnoche en la peña Fernando Terremoto, y así damos por inaugurado el Festival de Jerez 2011. 


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