XXXIX Festival de Cante Grande de Casabermeja 2010.

Texto y fotos: Estela Zatania

El Torta, Antonio Reyes, Mari Peña, Laura Vital.

XXXIX Festival de Cante Grande de Casabermeja
Sábado, 24 de julio, 2010. 2300h.
Polideportivo Sánchez Fernández, Casabermeja (Málaga)

 

Cante: El Torta, Antonio Reyes, Mari Peña, Laura Vital. Guitarra: Juan Manuel Moneo, Antonio Higuero, Antonio Moya, Eduardo Rebollar. Baile: Luisa Palicio con Rafael Rodríguez, guitarra, y Moi de Morón y Juan Reina, cante.

A punto de estrenar su cuarta década, y con la crisis económica amenazando la continuidad de muchos festivales de flamenco, el Festival de Cante Grande de Casabermeja fue celebrado la noche de sábado con un cartel tan interesante como digno.  Dada la situación, es encomiable la labor de la organización de este evento que sigue defendiendo las formas clásicas de los festivales históricos con una duración de seis horas bien administrada, la entrada de neveras y bebidas permitida sin que hubiera ningún tipo de abuso y artistas de repertorio tradicional.

El programa arrancó con una joven promesa, la sanluqueña Laura Vital, con su habitual y experimentado guitarrista, Eduardo Rebollar.  Con el inconfundible sello de cante de conservatorio, con todo lo bueno (conocimientos, precisión y técnica) y lo malo (la notable ausencia del sabor que dan las vivencias) que eso representa, la guapa cantaora empezó por tientos tangos acordándose de Pastora, de Extremadura y de Triana.  Su voz lírica y melismática, fue apta para la malagueña del Mellizo con final abandolao.  Por rosas, cante oriundo de Sanlúcar, con alegrías, Laura nuevamente evocó a la Niña de los Peines.  Una clásica debla prologa las siguiriyas, un palo que luce menos con el decir acancionado de la cantaora, pero cuando anuncia que va a cantar unos fandangos, el colectivo “aaahhh” de aprobación de los presentes sólo es superado por la fuerza de sus oles después.  Sobró el bis por bulerías que gustó bastante menos a este público.

El Torta / Juan Moneo
Antonio Reyes

Una de las mejores actuaciones de la noche fue la del chiclanero Antonio Reyes.  Como destacó el presentador Manuel Curao, de Jerez para abajo tira mucho más Caracol que Mairena, pero Reyes posee los premios nombrados por ambos cantaores del Concurso de Córdoba del 2001.  Vestido impecablemente de traje y corbata, empieza por tangos que el jerezano Antonio Higuero toca por arriba dando un airecillo granadino, con detalles de Camarón.  No es un cantaor de grandes sorpresas, pero también se agradece la seriedad y la constancia.  Por soleá su voz de terciopelo es un bálsamo que nos guía por un recorrido de estilos clásicos, y por siguiriya duele dulcemente.  Higuero entonces lanza una ráfaga de aire jerezano para las bulerías cortas y de cuplé, bien cantadas, pero nuevamente son los fandangos que ganan al público.  Y la zambra que no falte.  Y la inevitable intervención de la esposa descalza que, como siempre, resta más de lo que suma.  Reyes terminó valientemente por tonás, haciendo caso omiso de la algarabía de la calle que invadía el recinto.  

Para cerrar la primera parte, el baile de Luisa Palicio acompañada por el cante de Moi de Morón y Juan Reina y la añeja guitarra de Rafael Rodríguez.  La voz de Moi, gruesa y sabia más allá de sus años, ambienta la soleá para la aparición en escenario de la bailaora.  De su maestra, Milagros Mengíbar, la Palicio ha heredado la elegancia, garbo y templanza de la escuela sevillana.  Pero también cierto exceso de almíbar y un planteamiento retro que por su edad no le corresponde.  Nerviosa e insegura al principio, pronto encuentra la onda, y poco después de terminar la soleá, vuelve al escenario con mantón y bata de cola para alegrías.

María Peña
Laura Vital

La segunda parte abre con la utrerana Mari Peña, con su marido, el estupendo Antonio Moya a la guitarra.  Con su voz dulce y limpia, empieza por tientos tangos.  Utrera se ha quedado sin grandes figuras, pero esta señora puede ser candidata a una nueva generación de representantes del arte jondo como se entiende en uno de los pueblos más significativos del flamenco.  Por soleá, el cante por antonomasia de su pueblo, es clásica e hiriente, pero quizás matiza excesivamente o la amplificación no estuvo a la altura, y no logra conectar con el público.  De Pinini se llaman las cantiñas marca de la casa, y es cuando la dulzura de Mari se agradece especialmente.  Bulerías para terminar, recordando a Gaspar de Utrera entre otros.

Juan Moneo.  El show del Torta. Figura de culto entre cierto sector, caricatura de sí mismo para otros.  Grandeza habita en él, pero cada vez cuesta más encontrarla.  No obstante, los incondicionales no se cansan de esperar, porque seguramente vale la pena.  Vestido de blanco purísimo, con el sobrino Juan Manuel a la guitarra, empezó por alegrías con todo el empaque del cante más jondo.  Por granaína y malagueña su personalidad expansiva e imprevisible sigue imponiéndose, y por soleá exhibe una intensidad que roza un ataque de nervios.  Agitado y atacado, la naturaleza maleable de la siguiriya le aporta un excelente vehículo para su anarquía, y por bulerías el Torta da rienda suelta a su ya suelta personalidad, y a su impulso bailaor. 

Después del tiovivo que es Torta, quedan extrañamente fuera de lugar la dulce guajira de Luisa Palicio, y el casi simbólico fin de fiesta que pone el cierre al festival cuando son las cinco menos cuarto de la mañana.

Luisa Palicio

 

 


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