Pitingo: el musical

Espectáculo: Mestizo Fronterizo. Cante: Pitingo. Guitarra Flamenca: Jesús Núñez. Guitarra acústica: Daniel Fernández ‘Tuti’. Bajo: Jorge Iván. Trompeta: Fran Santiuste. Teclado: Alexis Hernández. Batería: David Drums. Percusión: Jose Manuel Muñoz ‘Cheto’. Coros y palmas: Mariano Heredia, Iván Carpio y Dani Bermúdez. Coro Góspel: Dani Reus, Deborah Ayo, At One y Marisa Tolentino. Lugar: Auditorio Baluarte. Ciclo: Festival Flamenco On Fire. Fecha: Sábado 29 de agosto. Aforo: Lleno

Con un increíble despliegue de músicos (un total de catorce), un llamativo vestuario, un extenso repertorio y una estudiada y colorista puesta en escena se presentó este sábado Pitingo en su primera visita al Festival Flamenco On Fire dispuesto a defender su mestizaje fronterizo en dos horas y media de puro show. O de impuro, que más da. 

Así, vestido de blanco inmaculado como el resto del elenco, el cantante salió al escenario, se dejó aplaudir, se quitó la mascarilla con la que aparecieron todos y lució una ensayada sonrisa tras la que arrancó el espectáculo fusionando tonás con música negra en lo que recordó el inicio de El rey León.

De esta forma, el artista, que en esta vuelta a los escenarios se confesó “nervioso, triste y feliz”, trató de que “olvidemos todo esto que estamos viviendo” encadenando boleros, canciones de soul y góspel, alguna que otra letra de flamenco por granaína, seguiriya o bulerías y sus exitosas versiones, que los espectadores, entregados y eufóricos, le pedían a gritos.

La cosa es que lo que Pitingo puede tener de creativo, original, inquieto o carismático se vuelve en su contra cuando deja de ser creíble, cuando empieza a parecer una caricatura de sí mismo. Es decir, de tan sensacionalista y efectista, la propuesta se asemeja mucho más a un musical que a un concierto en el que se busque algún atisbo de profundidad. De hecho, a ratos, tenemos la sensación de que estamos ante un imitador de todo aquello que le gusta, y entre tanto artificio, tanta charla y tanta broma, nos cuesta reconocer al verdadero artista. De ahí el aburrimiento.

En este sentido, su mejor papel lo encontramos cuando se quedó solo en el escenario junto a la guitarra de Jesús Núñez para, ya más contenido, interpretar el Cucurrucu Paloma. A partir de aquí, se colocó un chaleco en homenaje a su mentor, Enrique Morente, y ofreció una sentida versión de La estrella, introducida desde bambalinas por la voz de su hijo –“cuando sea mayor me veréis”, apuntó el pequeño-, que fue de lo más emocionante de la noche.

Después vinieron sus conocidos Stand by me, Rolling on the river, Guantanamera, Quimbara o Killing me softly, en los que invitó al patio de butacas a jugar, coreando y haciendo palmas. Desde luego, es innegable que en él, en su particular manera de cantar y en su propuesta intercultural, encontramos interesantes ideas, como cuando silbó el Imagine a la bailaora Olga Llorente, que estuvo como artista invitada, para culminar unas soleares escritas por José Manuel Gamboa, homenaje a Sabicas, Mario Escudero y al propio John Lennon. Y es evidente que Pitingo tiene un público fiel que admira sus rarezas y al que le apasiona su estilo y todo lo que lo envuelve. Ellos lo pasaron genial con sus comentarios y le ovacionaron cada uno de sus giros vocales. Una pena que yo no pueda decir lo mismo.

 
 
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