La sonrisa de María

María Moreno - Jueves Flamencos - foto: Remedios Malvarez

María Moreno - Jueves Flamencos - foto: Remedios Malvarez

Ficha. Baile: María Moreno. Cante: Tomás de Perrate e Ismael ‘El Bola’. Guitarra: Paco de Amparo y Óscar Lago. Lugar: Teatro de Cajasol. Ciclo: Jueves Flamencos. Fecha: Jueves 18 de mayo de 2023. Aforo: Lleno.

La voz bronca y subterránea de Tomás de Perrate resonó por el patio de butacas como una convocatoria salvaje que invitaba a María Moreno a sumergirse en la poética de ese verso libre que daba título a la propuesta. El que no necesita amarrarse a nada  ni debe cumplir con las normas. Así, al golpe del tres por cuatro que marcaba los nudillos del utrerano sobre la madera del escenario, respondía la gaditana con todo el cuerpo, dejando que su cuerpo entero se entregara al cante de manera natural y con la sonrisa por bandera.

Era evidente que María Moreno había llegado a este reencuentro en Cajasol a divertirse, alejándose de las ataduras que imponen los espectáculos y de las expectativas, y rodeándose de músicos cómplices que conocen su momento actual tanto en los teatros como en los tablaos. En este sentido, la propia disposición de la escena y el mismo repertorio parecían incidir en la dualidad sobre la que quiere proyectarse esta bailaora. El flamenco clasicista –pero creativo- que proponía Óscar Lago e Ismael El Bola (a la derecha del espectador) por cantiñas o soleares y los terrenos eclécticos -aunque anclados en la tradición- de Paco de Amparo y Tomás de Perrate, a la izquierda, que la acompañaron en la chacona, el pregón de las alpargatas o  los tangos.

De esta forma, para disfrutar, Moreno acudió a lo seguro, recuperando piezas, fragmentos, ideas o coreografías que le conocemos de anteriores propuestas y que reflejan su faceta más amable y expansiva y también la más intimista, como en el conmovedor silencio que regaló con la bata y el mantón donde escuchamos en sintonía su respiración y el roce de los flecos en el suelo.

 De todo, brilló especialmente en las cantiñas, en las que Moreno se recreó con las castañuelas y derrochando alegría, o en el pregón y los tangos inspiradores de un Perrate pletórico con quien María se sentía en casa y desplegó todo su desparpajo y su talento. En la soleá, en cambio, y a pesar de la fuerza de sus pies y los arrestos que maneja, sentimos a una María desconectada. Bailando desde lo físico pero sin encontrar el amarre.

De hecho, fue el diálogo entre la artista y Tomás de Perrate lo que acabó por protagonizar el espectáculo al que, por otro lado, le faltó estructura y cierta coherencia musical, resultando a ratos casi superflua la presencia de Lago y El Bola. Aun así, el público aplaudió con oles la flamencura de Moreno, la frescura de su cuerpo y su baile poderoso y voluptuoso que tanto se agradece.

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