El Niño de Elche, un recital de ‘Pantomima Full’

Niño de Elche - La Bienal

Niño de Elche - La Bienal

Ficha artística. Espectáculo: Antología del cante flamenco heterodoxo. Cante: Niño de Elche. Guitarra y percusión: Raúl Cantizano. Teclado, sintetizadores y electrónica: Susana Hernández (Ylia). Palmeros: David Bastidas y Alicia Acuña. Artistas invitados: Israel Galván. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: 25 de septiembre de 2018.

Sara Arguijo

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“Y para los que han venido a ver qué pasaba, pues ya ven, no ha pasado nada. Esto es una tontería como otra cualquiera”. Esto fue lo último, y lo más acertado, que dijo el Niño de Elche en la presentación en la Bienal de su ‘Antología del cante flamenco heterodoxo’. Y lo es porque, más allá de lo que podamos ahora profundizar, el artista decepcionó tanto a aquellos que no soportan nada de lo que haga como a los que buscaban en su show la provocación que él practica en sus redes.

Es decir, el de Elche cayó sin querer en ofrecer un recital de corte clásico que, excepto en lo musical, sigue al pie de la letra los esquemas tradicionales. Dicho de otro modo, el artista se mantiene todo el tiempo en la zona de confort que le marca su personaje, y su performance,  al final, se sitúa en un anodino y soporífero quiero y no puedo, en el que hasta el último chiste es predecible y está ensayado.

Su discurso, a ratos indescifrable por su falta de vocalización y su nula preparación como actor teatral, suena cargante y fatigoso porque cae una y otra vez en lo demagógico. Así, lejos de incomodar, el de Elche repite como un mantra el catálogo de comentarios, críticas e insultos atribuibles a un “heterodoxo” de Pichardo. Perfilándose más como un personaje tópico y vacío de Pantomima Full (¡no se pierdan los vídeos de estos humoristas en Youtube!), que como un Leo Bassi jondo.  Vamos, que la modernidad, el rupturismo y la actitud visionaria que él mismo se atribuye –desde luego, egocentrismo no le falta- dura el tiempo que ustedes mantengan el folleto grapado que repartieron a la entrada entre sus manos.

Olvídense, por tanto, de encontrar sobre la escena el gurú que ha venido a liberarnos de las etiquetas y las dictaduras de lo jondo y a abrirnos un nuevo camino de verdadera experimentación y búsqueda. Porque, como decimos, en directo el Niño de Elche practica más una cansina retórica de charla TED y se revela como un predicador hedonista y pretencioso que carece de una cualidad fundamental para desatar el éxtasis: credibilidad. Como si en el fondo estuviera queriendo decir aquello de Groucho Marx de “estos son mis principios, y si no les gustan tengo otros…”

En cuanto a lo musical -y dejo esto para el final porque él mismo antepone su disfraz a su arte-, sí que encontramos ideas interesantes, tanto en el concepto del que parte la obra como en algunas piezas concretas, donde por cierto destacó el genial acompañamiento de un Raúl Cantizano. Así, el prefacio a la  malagueña de El Mellizo, donde acude a las tesis que atribuyen un origen en el canto litúrgico, la saeta del mochuelo con la mariana, el Deep Song de Tim Buckley, el emotivo intento de fandango cubista de Pepe Marchena, que cantó bajándose al patio de butacas, o el tango de la Menegilda, en el que quizás sí nos faltó más actitud.

En cualquier caso, resumiendo, el show resultó insulso porque el Niño de Elche se quedó a medio camino de todo aquello que persigue. Con más caricatura que humor y con más malaje que gracia. Por eso, según avanzaban sus soporíferos mensajes se fueron apagando las risas, el interés y hasta los aplausos. Quizá necesite dejar de decirse “yo soy” para empezar a escuchar tú eres.

 

PD: La próxima ronda que se la apunten a Zoido por meter incompresiblemente a este artista sin trayectoria apenas en el flamenco y prácticamente ninguna en la Bienal directamente en prime time y en un Lope de Vega con varias filas vacías.


Fotografías: Oscar Romero / La Bienal

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