El futuro de la guitarra tiene varias caras. Una de ellas es alicantina y responde al nombre de Alejandro Hurtado. Muchos le señalan como guardián de las viejas esencias del toque. En 2023 lanzó el álbum Tamiz y un año antes Maestros del Arte Clásico Flamenco, que grabó con guitarras que pertenecieron a Ramón Montoya y a Manolo de Huelva. Esta semana tiene fecha doble en el festival Desvarío de Barcelona: el miércoles 16 en el Museo de la Música de Barcelona y el jueves 17 en el patio de la Sede de Distrito de Nou Barris. En la primera tocará como solista tras una conferencia Norberto Torres Cortés que tiene como objetivo exponer y reivindicar el papel de Barcelona en la consolidación de la guitarra flamenca a finales del siglo XIX y principios del XX. En el espectáculo del día 17 estará acompañado a la bailaora Patricia Guerrero. Charlamos unos días antes sobre la relación de un tocaor con sus guitarras, del aire de Alicante que le vio nacer a él y a Yerai Cortés, sobre tocar alante y tocar atrás, de la primera vez que Alejandro tocó Entre dos aguas y todo lo que trajo después.
¿Cómo fue ese primer encuentro con las guitarras de Ramón Montoya y Manolo de Huelva?
Siempre he estado escuchando guitarra antigua, entonces supe de esta colección de guitarras de los Zayas. Concerté una cita con Rodrigo de Zayas. Él vive con su mujer en una calle paralela a la Alameda de Hércules (Sevilla), tienen una biblioteca que es como transportarse en el tiempo. La madre [de Rodrigo] era muy aficionada al flamenco y el padre fue mecenas de Ramón Montoya y Manolo de Huelva. Él le produjo y le llevó a hacer conciertos por Francia. Rodrigo y su mujer me sacaron un montón de escritos y partituras con falsetas escritas por Ramón Montoya. Me preguntaron si quería ver las guitarras. Eso fue un regalo. Me dijeron que nunca habían dejado las guitarras a nadie, pero que yo podía grabar con ellas. Automáticamente me dije: “Hay que darle caña a esto”. Salí de la casa y llamé al ingeniero de sonido que vive en Córdoba, y al mes siguiente estaba ya grabando, lo grabé en dos días. Yo solo pretendía dejar plasmado el trabajo de estos dos maestros, pero me empezaron a llamar para que presentara el disco. Y fuimos a la Suma Flamenca de Madrid, al Pompidou de Málaga, a Sevilla… así que viajamos con la familia y las guitarras. Fue precioso tocar esas guitarras. Una es del 37, y la otra del 16, con todo lo que han vivido… tienen un espíritu que se capta.
¿Por qué la de Ramón Montoya se llama ‘La Leona’?
Supuestamente este mote se lo puso Ramón Montoya porque tenía un sonido muy potente, es como muy echá palante. Pero he leído que le ponía ese mote a todas las guitarras buenas que tenía. Cuentan que en los recitales ponía la guitarra para delante y decía: “Aquí la leona”. Y la gente aplaudía.
¿Qué diferencia notas tú cuando tocas esas guitarras con tanta historia?
La leona, la del 16, la de Ramón Montoya, la construyó Santos Hernández cuando trabajaba para la casa Guitarras Ramírez. Esa guitarra tiene un sonido delicado, lírico, y cuando tocas las primas, las tres primeras cuerdas, el sonido que sale que llena la sala. Tiene un grave muy profundo, pero también es ligera, te invita a estar todo el rato tocando. Es como un híbrido entre guitarra clásica y guitarra flamenca, tiene esa dulzura, esa nota mantenida. En ese instrumento todo tiene más sentido, en una guitarra actual es como que hay que hacer más esfuerzo, y con esta es más fácil. Tiene una cosa especial. Sin embargo la otra guitarra, la de Manolo de Huelva, me resulta más una guitarra actual, tiene un sonido más seco, más corto. Además, en esa época se ponía cuerdas de tripa y eso le da un timbre aterciopelado.
¿Cuántas guitarras tienes?
Ahora tendré unas 10.
¿Cuál es tu favorita?
Tengo una muy especial que me compré hace un par de años que es del 74, es una Hermanos Conde, una marca muy conocida porque la guitarra de Paco era de esa casa también. Pero también tengo otra que me regaló un discípulo del Niño Ricardo, Umberto Wilkes. El payo Umberto le llamaban. Él ya ha dejado de tocar y me ha regalado una guitarra de Manuel Reyes, que es una guitarra muy especial, del 87. Es muy especial porque no se suelen hacer esos regalos.
Pues ya la puedes cuidar.
Sí, claro. Ahora estoy tocando con una guitarra que es de Pepe Romero hijo. Este hombre hace guitarras en San Diego, California. En su último disco, Canción andaluza, Paco toca una guitarra de este hombre. Cuando no quiero sacar las antiguas saco esta que también es maravillosa. Las guitarras ahora tienen una construcción más robusta y son más resistentes. También tiene un punto bonito porque una guitarra nueva la haces tú, la vas personalizando tú, las antiguas tienen ya su sonido propio.
¿Siempre quisiste ser tocaor o eres de los de ‘quería ser cantaor pero no me dio la voz’?
No, siempre quise ser tocaor. Mi padre cantaba un poquito y ponía discos de Valderrama y de Antonio Molina, pero yo no tuve vocación flamenca. Yo tenía libros infantiles de Bach, de Mozart… pero un amigo de la infancia me propuso dar clases de guitarra con él. Podría haber sido cualquier otro instrumento. Me empezó a poner cosas de flamenco sin yo pedírselo, y ahí por 2004 a Paco de Lucía le dieron el Príncipe de Asturias, me compré la antología, y cuando le escuché me dije: “Esto es lo que yo quiero hacer”.
¿Cuál fue la primera?
La introducción de Entre dos aguas, después me compré el disco.
Hablando de Paco, decían que lo más importante de él era la pulsión, el control de las emociones.
Lo dice Carles Benavent en el documental de La Búsqueda. A Paco se le ha asociado a la velocidad, pero él tenía un pulso perfecto a nivel rítmico. Desde bien jovencito Paco cuenta que él empezó a estudiar con metrónomo. Él tocaba más fuerte o más flojo, y en todas las emociones que él creaba no perdía ese pulso. Eso es muy difícil porque uno cuando intenta tocar más fuerte, corre. Dani de Morón lo dice, que cuando fue con él en dos conciertos de Cositas buenas, parecía que él tiraba para atrás el tiempo, que lo mantenía, que tenía ese control.
Desde fuera parece que lo difícil es correr.
Claro, cuando uno quiere correr corre, por supuesto, pero controlar eso y ser sutil cuando uno quiere, que no se te vayan las cosas, tocar fuerte pero aguantar… Hay pocos músicos que tengan ese control.
En Alicante también nació Yerai Cortés, ¿qué tiene el aire de allí?
Me alegro de coincidir con Yerai en esta generación nacida aquí. Le conocí hace un montón de años. Él tocaba la percusión y coincidimos en un chalet por aquí de un amigo en común. De esta zona sale gente buena. La Comunidad Valenciana ha sido muy guitarrista. Por ejemplo, Francisco Tárrega, de Villarreal, guitarrista clásico que tocaba esos aires nacionales y folclóricos. Miguel Borrull padre se ha confirmado que nació en Valencia, Mario Escudero en Alicante, Antonio Gades en Elda… Ya en cualquier lugar de España, por no decirte del mundo, nace gente que puede desempeñar el arte flamenco.
Sobre Festival Desvarío, vienes un día como solista y otro acompañando a Patricia Guerrero.
Con Patricia tampoco es que yo le acompañe, hacemos un paseo por la literatura de la guitarra clásica flamenco de finales de siglo XIX y principios del XX
¿Te acompaña ella a ti?
Nos damos la mano. No es que ella haga por alegrías y yo detrás, no. Es una cosa de las dos. Esto de tocar con Patricia es un recorrido de Tárrega, Llobet… hasta llegar a Montoya. Y ella lo ilustra.
¿Te gusta más tocar como solista?
Es diferente, con el cante se disfruta desde otro lado, ese entendimiento con el que te dejas llevar. Pero yo tengo una naturaleza más fuerte de tocar solo, me gusta ese punto íntimo y de introspección.
Has acompañado muchos años a Mayte Martín, ¿qué has aprendido de ella?
Yo me siento discípulo de ella. Yo había acabado el Conservatorio [Superior de Córdoba] en 2017, gané el Bordón Minero y empecé a ir con ella. Tenía como 22 años y cuando ella me llamó me llevó a su casa, me enseñó su manera de entender el flamenco, me terminó de definir. Me hice profesional con ella, en cuanto a conocer la logística de una gira y a cómo preparar espectáculos. Aprendí incluso cómo saludar y cómo estar en el escenario. Le debo mucho.
¿A quién te gustaría acompañar? Valen históricos.
A Enrique Morente. Le conocí en el camerino siendo muy pequeño. Me invitó David Cerreduela, que había sido mi profesor. Fue el año que murió, en 2010, en La Unión. Fui a la habitación, vi cómo se preparaban, también estaba Rafael Riqueni. Fui a la prueba de sonido y después al camerino, fue muy bonito. No le acompañé y me hubiera gustado haberlo hecho. Aparte de que me encanta como cantaor y creador, fue una persona que tomó las riendas de su carrera, que hizo todo por decisión propia.
