Una noche con Cancanilla y Chaparro en la García Lorca

Cancanilla de Málaga & Chaparro

Cancanilla de Málaga & Chaparro

Cancanilla de Málaga & Chaparro en la Sala García Lorca de Casa Patas. San Isidro Flamenco 2019

José Manuel Gómez Gufi

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Es uno de los cantaores que mejor representa el flamenco madrileño, aquí y ahora. Ese flamenco criado en El Corral de la Morería con Blanca del Rey o el Canasteros de Manolo Caracol. Desde esos tablaos luego ha dado varias vueltas al mundo, también ha ganado galardones como el premio “Enrique el Mellizo” en 1998 en el concurso nacional de arte flamenco de Córdoba. Pero, de verdad, donde “Canca” se ha ganado el cariño y el aplauso de la afición ha sido noche tras noche. Es una figura habitual en esas reuniones que merecen la pena precisamente porque hay artistas de la talla de Sebastián Heredia Santiago nacido en Marbella, alias Cancanilla iniciado en las compañías de José Greco y Lola Flores.

Así que le hemos escuchado cantar varias noches en los últimos años y siempre añadiendo conocimiento y calidad, es un cantaor que siempre suma, así que la sala García Lorca estaba llena de amigos y admiradores, algunos procedentes de allende los mares.

Comenzó con soleá por bulerías engarzando letras creíbles y pegadas a la realidad (uno que bebió de más y se quedó dormido), siguió por tientos tangos y culminó la primera parte con unas seguiriyas de esas que hace que merezca la pena todas las fatigas que amenazan al aficionado. Cancanilla transforma el dolor en belleza ayudado por la guitarra de Chaparro de Málaga (José Antonio Conejo Vida) magistral en cada momento, adecuado a cada instante, en una mezcla de sencillez y elocuencia que pocas veces hemos visto en los grandes maestros de la guitarra que suelen ofrecer discursos aparentemente más elaborados.

Y ahí es cuando te das cuenta, de nuevo, del hechizo de la sala que alberga a unas docenas de hombres y mujeres reunidos para escuchar una voz y una guitarra, sin artificios, ni más intermediarios. Con el aliento de la afición subrayando los momentos de inspiración.

Para la segunda parte Canca apareció con una camisa color oro y lunares negros para entonarse por soleá y en mitad de la faena y con la evidencia científica de que el guitarrista estaba bordando su tarea, se animó Chaparro a hacerse un extra en forma de solo, algo así como estirar el discurso y añadir argumentos guitarrísticos a la velada. Ese salirse del guion fue inmediatamente aplaudido y jaleado por el personal como el intento de poner la guinda y la evidencia de que ese no era el camino. Y así los que solemos felicitarnos por las novedades, en este caso aplaudimos el regreso a las formas tradicionales -ortodoxas, si lo prefieren-. No fue ni muy aparatoso ni suscitó comentarios, fue un detalle más. Como cuando un tocaor falla una nota y se recupera al instante gracias al oficio, o al genio. En la recta final, Canca se puso en pié por fandangos y volvió su mujer (a la que conoció en México) para las bulerías; y todos y cada uno de los que estábamos allí nos felicitamos por la elección, por estar ahí. 

 
 
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