Rocío Molina hace del calentamiento un ritual escénico contra la finitud y el tiempo

Rocío Molina "Calentamiento" - foto Simone Fratini

Rocío Molina "Calentamiento" - foto Simone Fratini

La bailaora malagueña estrena en Matadero una obra que se niega a terminar de empezar

«Yo no voy a dejar de empezar nunca», afirma Rocío Molina  (Torre del Mar, Málaga, 1984) mientras sus pies repiten mecánicamente una tabla de pies. Un calentamiento. Y en esa sentencia cabe toda una filosofía de vida, toda una poética del cuerpo que se resiste a claudicar ante el tiempo. Calentamiento, la nueva criatura escénica de la bailaora y coreógrafa, se estrenó anoche en el Centro Danza Matadero de Madrid con un lleno absoluto que se repetirá hasta el 23 de noviembre, fecha de cierre de funciones que ya cuelgan el cartel de «entradas agotadas».

Lo que Molina propone no es un espectáculo, sino un conjuro contra la finitud. Dos horas de escenario que no arrancan ni terminan, una espiral en la que el calentamiento deviene ritual, ceremonia, celebración desaforada de un cuerpo que se niega a entregar las armas. «Si no dejo de empezar es para que no termine», dirá más tarde.

Cuando el público entra en la sala, Molina ya está ahí, estirada sobre una esterilla como si estuviera en una clase de pilates cualquiera, vestida con un chándal que deja asomar un mono de encaje negro, escuchando a Las Grecas. Es el principio del engaño, o mejor dicho, de la verdad desnuda: antes del arte está el cuerpo, y antes del cuerpo está la necesidad de calentarlo, de hacerlo habitable para el duende. «Yo relaciono el duende con la química», dirá después, desacralizando el mito lorquiano para devolverle su verdad más terrenal, esa que, ella explica fuera del escenario, tiene que ver con que la magia, la chispa de la creatividad, surge cuando su cuerpo ya está exhausto.

Durante 35 minutos, Molina está sola en escena. Completamente sola. Y en esa soledad despliega un tratado completo sobre el flamenco: la técnica de pies, la colocación del cuerpo, la diferencia entre ballet y baile flamenco. Pero también reflexiona sobre el mundo, la aceleración de los tiempos modernos, el cansancio de los cuerpos, la muerte, sobre el arte de empezar como forma de resistencia vital. Es un zapateado filosófico, una tabla de pies que es también un manifiesto existencial.

Como la ropa, una camisa anudada a la cintura simula una falda, o una gabardina que se convierte también en falda, Molina se transforma en escena. Después de su tabla de pies, se convertirá en bailarina para intepretar un fragmento de las Variaciones Goldberg. Molina bailará con la precisión  de una bailarina clásica, pausada, con un movimiento por cada nota del piano que suena en el aire. Es elegancia pura, belleza contenida, delicadeza extrema. Cada nota encuentra su gesto exacto.

Junto a Pablo Messiez en la codirección y textos, y con la dirección musical del Niño de Elche -quien ya la acompañó en Carnación-, Molina construye un universo escénico de una sofisticación pasmosa. Pero lo hace pasar por algo ligero, divertido. También cuando se detiene, y es capaz de sostener el silencio tan sólo con su presencia.

No hay guitarrista. Molina es la música. También el silencio. «Tócame una falsetita por seguiriya mientras me cambio, que la bailaora se tiene que cambiar», le dice a José Manuel Ramos Oruco, su compañero en escena de tantos años. Entonces asoma la delicadeza. La ternura es atronadora: una mirada cruzada, una caricia en la cara, un baile en silencio que contiene el amor del mundo.

Cuatro cantaoras excepcionales (Ana Polanco, Ana Salazar, María del Tango y Gara Hernández) habitarán una urna de sillas, encerradas como pájaros en una jaula de metal y voces. Sus cantos llegan amortiguados, lejanos, mientras Molina -sola pero acompañada, acompañada pero sola- seguirá desarrollando su tratado dancístico. Después se liberarán, tras un trance techno machacado por una Molina que ahora juega a ser baterista.

Hay en Calentamiento el olor de una madrugada que se resiste a terminar, ese momento después de la fiesta cuando estás rodeada de amigas y alguien tararea dos versos de una canción popular que contiene la sabiduría del mundo, y que engancha con otra y después con otra más mientras llega el amanecer y sólo deseas que ese instante de plenitud dure para siempre. «No quiero que la fiesta termine», dice Molina en la obra.

Lo que está consiguiendo esta bailaora que de niña ya bailaba con sabiduría de vieja —Premio Nacional de Danza 2010, León de Plata de la Bienal de Venecia 2022 (única flamenca en lograrlo), Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes 2022— es de una madurez intratable. Calentamiento es una celebración de la danza, del baile flamenco y una celebración de la carrera de una bailaora que está en la cima de su creatividad. Con un equipo exquisitamente elegido, la Molina baila mejor que nunca pero, en esta obra, más que nunca su baile está al servicio de su universo creativo. Todos los grandes temas de sus creaciones están aquí, todas sus preocupaciones, todo su interés de romper el dolor, romper el cansancio, romper el cuerpo y todo lo demás.

Habrá que inventar premios nuevos para lo que Molina está haciendo, porque los que existen se le quedan cortos. Esta es una bailaora en la cima absoluta de su creatividad, capaz de condensar la geografía entera del flamenco (Sevilla, Granada, Extremadura, toda España) en un calentamiento que nunca termina de empezar. Porque si no deja de empezar, la muerte no tendrá dónde agarrarse. Y la fiesta seguirá. Para siempre.

Fotografías Simone Fratini

‘Calentamiento’

Rocío Molina
Centro Danza Matadero, Nave 11
15 de noviembre 2025. Entradas agotadas. Estreno absoluto

Ficha artística

Baile: Rocío Molina
En Escena: Ana Polanco, Ana Salazar, María del Tango, Gara Hernández, José Manuel Ramos ‘Oruco’
Dirección y coreografía: Rocío Molina
Codirección y textos: Pablo Messiez
Dirección musical: Niño de Elche
Diseño de iluminación: Carlos Marquerie
Colaboración escénica: Cabo San Roque
Diseño y confección de vestuario: Roberto Martínez
Espacio sonoro y técnico de sonido: Javier Álvarez

Una coproducción de: Centro Danza Matadero, Théâtre de Nîmes – Scène conventionnée d´intérêt national art et création – danse contemporaine, Festival de Danse Cannes-Côte d´Azur France, Chaillot Théâtre National de la Danse, Bayonne – Scène Nationale Sud Aquitain y Théâtre d´Orléans / Scène nationale
Con la colaboración de: Teatre Lliure, Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía e INAEM

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