Otra cosa y una farruca

Romance entre oriente y occidente

Espectáculo: Romances entre Oriente y Occidente. Ficha artística. Cante flamenco: Carmen Linares. Voz: Ghalia Benali. Viola da gamba: Fahmi Alqhai. Guitarra flamenca: Dani de Morón. Soprano: Mariví Blasco. Setar: Kiya Tabssian. Academia de Piaccere. Viola da gamba: Rami Alqhai y Johanna Rosse. Percusión: Agustín Diassera. Órgano y clave: Javier Núñez. Lugar: Reales Alcázares de Sevilla. Fecha: 12 de septiembre de 2018. Aforo: Casi Lleno.

Sara Arguijo

Especial – La Bienal de Flamenco – toda la información

Para que un espectáculo forme parte de la Bienal el primer requisito debería ser que fuese flamenco. Y no me refiero ni mucho menos a lo exclusivamente ortodoxo o tradicional pero el flamenco, en cualquiera de sus múltiples lenguajes, tendría que ser el protagonista. Sin embargo, en los ‘Romances entre Oriente y Occidente’ que nos trajo a la cita Fami Alqhai éste es prácticamente accesorio, sino fuese por la guitarra de Dani de Morón y las virtuosas manos de Agustín Diassera. Es decir, la propuesta es interesante y exquisita musicalmente pero para otro festival.

Es verdad que el violagambista ha realizado unos arreglos musicales maravillosos y que logra sacarle una jondura a su instrumento diríamos que hasta impropia. De hecho, su conexión con Dani y Agustín -un tótem que mejora y engrandece allí donde los pongan- regaló algunos momentos especialmente emotivos, como la seguiriya o las composiciones ‘Al’Anbia’ y ‘Emsk Dumuak’,  porque entre ellos además se notaba la complicidad y el entendimiento.

Pero, claro, es sobre estos dos -el de Morón y Diassera- sobre los que recayó todo el peso flamenco de la obra porque Carmen Linares quedó absolutamente solapada por la soprano Mariví Blasco y, más aún, por la tunecina Ghalia Benali, que ejecutó prácticamente todo el repertorio y cuyo carisma brilló por encima del grupo con diferencia.

Es más, a pesar de que su nombre y su imagen encabezaba el cartel (quizás para justificar así la presencia del espectáculo en la Bienal), la voz mermada de Linares apenas estuvo presente y no consiguió aportar ni la fuerza, ni la presencia, ni la emoción que exigía una propuesta como ésta. Echamos de menos, por tanto, alguien que hubiera hecho en lo vocal lo mismo que hizo Dani de Morón con la guitarra. Que el cante se empoderase y el flamenco hubiera hablado más y más alto. Sin embargo, como decimos, de flamenco hubo poco. Por eso el titular es otra cosa y una farruca.  Porque esto que hizo el moronense y con lo que demostró la increíble fuerza que tiene el género, fue lo mejor de la noche. Lo único que nos sacó un ole.


Fotos: Oscar Romero / La Bienal

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