Mujerez. Juana la de El Pipa, Macanita, Dolores Agujetas

Texto: Estela Zatania
Fotos. Ana Palma

Resumen: Mujerez. Juana la de El Pipa, Macanita, Dolores Agujetas

FESTIVAL DE FLAMENCO DE NIMES
“Mujerez” Juana la del Pipa,
Dolores Agujeta, Macanita

Viernes, 21 de enero, 2011. 2000h.
Téâtre de Nîmes (Francia)

 Galeria fotográfica Ana Palma

 

Programa doble para la penúltima jornada del Festival Flamenco de Nimes 2011.  La noche anterior la fiesta informal había durado hasta la hora de los croissants (a falta del chocolate y calentitos), pero nada frena la movida flamenca y la intensa convivencia diaria que ha llegado a formar parte integral de este singular acontecimiento anual en el sur de Francia.

A las ocho de la tarde, el teatro de Nimes se llenó hasta la bandera de aficionados ansiosos de saborear la peculiar forma de cantar de tres mujeres representativas del cante añejo jerezano.  El fascinante sonido de gravilla pasado por oloroso de Juana la del Pipa cortó el aire del teatro provocando al instante los primeros oles.  Vestida de rojo eléctrico, con telón de fondo a juego y Diego del Morao a la guitarra, arrancó con el palo jerezano más identificatorio, la bulería por soléa o “al golpe” como dicen algunos.  Brevemente canta por tientos, que no es cante habitual en el circunscrito repertorio de Jerez, y se levanta para pasar al tango extremeño poniendo su sabroso baile.  La complicidad del público francés se siente en cada momento.

Unos instantes de oscuridad sirven para cambiar de cantaora.  Dolores Agujeta, todo nervio y fuerza en un paquete tan minimalista y esencial como su cante, y un decir tan rancio que da nueva dimensión a ese adjetivo, cantó bulería por solea, lo que su padre Manuel todavía llama “bulería pa’ escuchar”, luciendo el decir característico de los Agujeta, e incorporando algún estilo de soleá.  Con Dieguito de la Agujeta a la guitarra, continuó por siguiriyas, haciendo gala de la doliente desafinación tan cultivada por esta saga de cantaores, rebanando el aire con gesticulaciones acusatorias.

De nuevo la oscuridad y cambio de personal.  Ahora es Macanita, la más joven de las tres, pero de la misma generación flamenca vivencial.  Por soleá, aunque se busque por Utrera y por Fernanda, el sabor es suyo propio – en el flamenco siempre pesa más la interpretación que la música.  Con un “¡viva Jerez!”, entrega la primera bulería de la noche con canción incluida. 

Rematan las tres de forma impactante con lo que probablemente es la primera ronda femenina de tonás, cada una su foco cenital, el sonido ancestral de Juana, Macanita con su voz como chorro de agua y la anárquica Dolores, hija y nieta de fragüeros que pone el punto más auténtico.  Todavía falta el momento del fandango y el inevitable fin de fiesta por bulerías, cada una a su manera por este palo que se adapta a la personalidad de cada intérprete.

Más tarde en el café cantante Odéon, un cuadro de baile francés dio fe de la profunda afición de este país donde existe un ecosistema flamenco absolutamente autosuficiente que se inspira en, pero no necesariamente depende de las formas españolas o andaluces.  Tonás y livianas, cante abandolao, alegrías afarrucadas (es sorprendente lo mucho que la escuela de Farruco el viejo ha calado en el baile actual a través del nieto Farruquito), cante minero, soleá y caña, bulerías…  En un cuadro compuesto por Melinda Sala y Ángel López al baile, Juan Santiago a la guitarra, Manolo Santiago al teclado, Pascal Delalee al violín, y los cantaores Blas Deleria y Cristo Cortés, el más destacable, con diferencia, fue éste último, aunque todos se merecen el más sincero “chapeau”.

 


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