Lo bueno, lo malo y lo peor de Miguel Poveda

Miguel Poveda en Flamenco on Fire

Miguel Poveda en Flamenco on Fire

Texto: Silvia Cruz Lapeña

Fotos: Javi Fergo

El artista cerró la cuarta edición del Festival Flamenco On Fire con un público entregado, pero dejando desencajada a parte de la afición.

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Miguel Poveda fue el encargado de clausurar el Festival Flamenco On Fire con un espectáculo en el que ofreció canciones del disco Sonetos y poemas para la libertad, un repertorio flamenco y otro de copla. A continuación, un resumen de lo bueno, lo malo y lo peor del show que dio el catalán en Pamplona.

Lo bueno

Los músicos de Poveda: un enorme Jesús Guerrero se echó a los hombros la voz del cantaor, que no estaba al cien por cien. El de San Fernando se lució solo y por bulerías con un corte de su disco «Calma» fue el sostén en el que se apoyó el catalán en las tres partes en que dividió el concierto. Al guitarrista se le vio tapando parches y fue de agradecer porque además, entre puntada y puntada hechas para remendar, también bordó. Paquito González fue el encargado de ponerle un poco de dulzura a un show pasado de decibelios. A ratos, Poveda gritó, por eso se agradeció tanto que la percusión tuviera el sello preciso y delicado del de Sanlúcar. 

El baile por tangos de Triana: en la parte flamenca, Poveda se levantó de la silla, se agarró la bragueta y se hizo unos cimbreos de cadera que fue lo más espontáneo que tuvo la noche. Se le vio feliz, divertido y en ese gesto algo más natural consiguió que viéramos al showman que sin duda quiere ser.

La copla de Rafael Farina: el repertorio de copla estuvo compuesto más de retazos que de canciones enteras, pero la que interpretó al completo, “Vente tú conmigo”, puso la piel de gallina. Se contuvo y afinó y al hacerlo, recordó qué es lo que le ha hecho grande.

 

Lo malo

La iluminación: no se puede alumbrar la “noche del alma para siempre oscura” como se pone luz a una verbena. Mientras Poveda decía ese poema en el que Lorca remeda giros de Fray Luis de León, las luces se apagaban y encendían y se dirigían al público de una forma cegadora. Ese ruido visual quedaba extraño, incluso frívolo, pues las letras escogidas hablaban de paz y libertad y de gente que sufre y desprecia las guerras.

La malagueña y la seguiriya: fue el momento más doloroso para la afición flamenca, que no era poca en el Baluarte de Pamplona, pues el cantaor, que tiene en su poder una Lámpara Minera, las ejecutó como si no fuera el mismo que otras veces se recrea por los tercios y los clava. Como si no fuera él, como si de verdad la media hora de retraso ocasionada por una avería del coche que traía a los artistas y que le ocasionó tantos nervios le hubiera roto del todo los esquemas. 

Los tics: el espectáculo estuvo lleno de poses y remates ejecutados ya muchas veces y eso le restó espontaneidad. No es verdad, como dicen algunos, que Poveda no sea capaz de pellizcar. Se le ha visto hacerlo muchas veces, pero anoche no fue el caso quizás porque este verano lleva ya muchas galas o quizás porque no hay forma de saber si quiere ser coplero o crooner, Miguel de Molina o Michel Bublé. A los espectadores les gustó, o al menos eso se dedujo de los aplausos, pero el espectáculo, aunque cuenta con talentos e ideas de calidad que podrían conformar una gran obra, da como resultado algo más parecido a un culebrón.

Lo peor

Lo peor no fue Poveda, que tiene tablas para remontar sus fallos, sabe quién es su público y cómo conseguir que olviden lo malo y se queden con lo bueno. Lo peor ocurrió tras el show, cuando Poveda asistió al estupendo concierto que dio Kiki Morente con Juan habichuela Nieto, Daniel Melón y Popo en el Hotel Tres Reyes y se le vio sabedor de sus errores, pero tranquilo. Mucho menos lo estaban sus protectores, que no son solo quienes le quieren, sino todos los que se acercaron a críticos y periodistas para decirles, con cara de circunstancias, “qué papeleta”.

Sí, es una papeleta tener que escribir que el número 1 en ventas, en conciertos y en pasiones tuvo un mal día o no acierta (sí en taquilla y en tirón, no artísticamente). Y no lo es por él, sino por el temor a las reacciones que provoca todo artículo en el que se evalúa el trabajo de este artista.

Aplaudan a Poveda, a rabiar si así les brota, pero déjenlo acertar y equivocarse y en cualquiera de esos casos, déjennos contarlo con libertad, la palabra más repetida por Miguel en las más de dos horas que duró el concierto. 

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