Liñán, orgullo de flamenco

Manuel Liñán ¡Viva! - Festival de Jerez

Manuel Liñán ¡Viva! - Festival de Jerez

Espectáculo: ‘¡Viva!’. Baile: Manuel Liñán. Bailarines y coreografía: Manuel Liñán, Manuel Betanzos, Jonatan Miró, Hugo López, Miguel Heredia, Víctor Martín y Daniel Ramos.  Guitarra: Francisco Vinuesa. Cante: David Carpio y Antonio Campos. Violín: Víctor Guadiana. Percusión: Kike Terrón. Lugar: Teatro Villamarta. Festival de Jerez. Aforo: Lleno. Fecha: Viernes, 28 de febrero. (videofotografías)

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¡Viva la libertad!, gritó alguien a mi lado imponiendo su voz entre los efusivos aplausos de un público entusiasmado que, sin duda, no sólo celebraba el triunfo de Manuel Liñán y el de su propuesta, sino el de una sociedad más abierta, más madura y más sana. Y también, cómo no, la evolución de un flamenco preparado ya para revisar sus propios clichés y saltarse si quiere sus tradicionales y obsoletos esquemas.

Es decir, el verdadero logro del bailaor y coreógrafo granadino está en haber culminado aquí un deseo que hace apenas unas décadas sentía que debía mantener oculto. Igual que, atendiendo a lo meramente artístico, su mayor transgresión está en reflexionar y romper con naturalidad un concepto de género -el masculino y el femenino- completamente trasnochado.

En este sentido, más que travestismo (un término caduco si empezamos a entender por fin que no existe una manera única de vestirse para un sexo y para el contrario), lo que encontramos es a siete bailaores apoderándose de lo que equívocamente se ha considerado propio de la mujer, o peor, “femenino”. Empezando por el envoltorio (trajes, mantones, pelucas y peinas…) y siguiendo luego por lo estético: ese mantra que decide qué sienten, cómo se expresan y cómo se mueven las mujeres; que confunde género, identidad y sexo, y que difícilmente encaja ahora con una sociedad que quiere dejar de lado lo binario. Afortunadamente.

Por eso, si nos quedamos en la epidermis, en ¡Viva! Liñán nos traslada, con una mirada divertida y no exenta de cierta nostalgia, a esas salas de fiesta donde las reinonas se jalean, compiten por un momento de gloria y también se recogen cuando se caen a pedazos. En este terreno, estos Drag Queens jondos, van mostrando sus virtudes y sus desvaríos, ya sea desde lo histriónico, desde lo emotivo o desde lo patético.

Pero, lo interesante, insistimos, es que desde el minuto uno el espectador se ve obligado a obviar la idea del transformismo y en lo que se sumerge es una tragicomedia dinámica, enérgica y entretenida que se mantiene en un efectivo equilibrio entre el gag teatral y la formalidad jonda.  Una propuesta de flamenco tradicional en la que con un conjugado ritmo estos increíbles artistas, a los que no hay estilo ni escuela que se les resista, nos invitan a disfrutar del baile en su espectro multicolor.

Por ahora, ése es el orgullo y la conquista. Quizás la próxima sea que nos cueste reconocer aquello se supone que nosotras -o ellos- somos.

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