El bailaor madrileño estrena espectáculo en los Teatros del Canal de Madrid con todas las entradas vendidas
Avanza hacia nosotros como un espectro, una silueta recortada contra la luz que arde a sus espaldas. El escenario es noche cerrada y él, una promesa que camina despacio, muy despacio, como quien regresa de un lugar al que ya no puede volver. Así comienza Lejano, el nuevo espectáculo de José Maya que se estrenó este sábado 1 de noviembre en la Sala Roja Concha Velasco de los Teatros del Canal, ante un aforo completamente vendido y una platea constelada de compañeros de profesión: Alfonso Losa, Paula Comitre, Estela Alonso, Yerai Cortés y algunos más. También Nacho Duato, atento, miraba desde la penumbra.
La oscuridad no es aquí decorado, es declaración de intenciones. Lejano es un espectáculo sombrío, pausado, solemne. Todo está dispuesto para la profundidad, pero una no termina de saber si llega a tocarla o si simplemente la roza, como quien acaricia el fondo de un pozo sin alcanzar el agua.
Y entonces, la primera sorpresa: Maya canta. «Dime el hombre por qué muere», entona con corrección y jondura, aunque la petaca del micrófono se rebela contra el vestuario —ese tejido de caída noble pero poco práctico— y se le escapa en los giros varias veces. Sorprende que algo tan elemental no estuviera previsto. Pero el bailaor insiste, vuelve a cantar, y hay algo conmovedor en esa voluntad de ser también voz, de encarnar el cante que él mismo ha definido como «brújula hacia lo lejano».
Maya (Madrid, 1983), curtido en los escenarios -se subió a ellos por primera vez con nueve años- y que ha compartido tablas con grandes figuras, desde Antonio Canales y Joaquín Grilo hasta el Güito y Manolete, Farruquito o Pastora Galván, se presenta aquí como un viajero del tiempo y del espacio, conectando lo ancestral con lo futurista. La sinopsis habla de memoria, de identidad, de esa única parte que te pueden quitar para que dejes de ser tú: «Mirarte en el espejo y no reconocerte. Sin memoria, no somos más que formas vacías buscando sentido en un espejo que ya no nos reconoce». Palabras grandes, conceptos ambiciosos. Si solo supiéramos lo que realmente nos está queriendo contar…
La danza entre la forma y la furia
El baile de Maya comienza con líneas depuradas —se intuye la mirada de Ana Morales, responsable de la visión externa— pero pronto se desata en golpes de melena y parones violentos, giros de brazos y zapateado preciso. En ocasiones la fuerza se le desboca y llega a perder el equilibrio, pero hay belleza en esa pérdida de control, en ese dejarse llevar. Tiene, eso sí, un giro de muñecas hermoso que contrasta con las líneas rectas que marca en sus diagonales.
La escena es deliberadamente austera: un lienzo oscuro ocupa la mitad del fondo mientras el resto deja ver la caja escénica casi vacía. Los músicos no son mero acompañamiento; forman parte de la coreografía. En algunos palos le rodean, creándole el círculo que necesita para bailar estático; en otros se mueven por el escenario como simulando la masa anónima, los extraños que nos cruzamos por las calles sin mirarnos.
Ha elegido un trío de ases para el cante —Ismael ‘El Bola’, José ‘El Calli’, Delia Membrive— que están soberbios en sus intervenciones, ya sea por tonás, seguiriyas, soleá o bulerías. El Peli a la guitarra, Batio Hangonyi al cello y Lucky Losada en la percusión completan una banda que sostiene el peso de un espectáculo que no concede espacio al alivio, ni a la fiesta.
El público, sin embargo, le ovaciona desde el primer desplante. Hay algo en Maya que despierta una lealtad inmediata, una complicidad que trasciende lo técnico.
El momento de la verdad
Por fin llegan las bulerías y es ahí donde le vemos bailar más libre, más seguro de sí mismo, más él. Liberado del corsé de la coreografía, Maya encuentra su pulso natural.
«Lejano no es distante, es raíz. El cante es la brújula hacia lo lejano», dice como broche antes de que caiga el telón. Y una piensa que quizá toda la función debería haber sido ese viaje: no la búsqueda solemne de la profundidad, sino el encuentro espontáneo con ella. Porque lo lejano, al final, no está tan lejos. Está en el giro de una muñeca, en el golpe seco del tacón, en esa voz que se atreve a cantar aunque la petaca se escape después. Está en la memoria del cuerpo, que es la única que no miente.
Lejano es una propuesta arriesgada, oscura, imperfecta. Pero en sus imperfecciones late algo verdadero: un bailaor que busca su voz, un artista que no se conforma con repetir la fórmula. Y eso, en tiempos de lo seguro, ya es bastante lejano.
Fotografías & vídeo @Manjavacas.flamenco
FICHA TÉCNICA
‘Lejano’
Suma Flamenca 2025
Teatros del Canal | Sala Roja Concha Velasco
Sábado 1 de noviembre | Estreno absoluto
José Maya, baile
Ismael ‘El Bola’, José ‘El Calli’, Delia Membrive, cante
El Peli, guitarra
Batio Hangonyi, cello
Lucky Losada, percusión
José Maya, coreografía
Ana Morales, visión externa
Debo, sonido
Rafael «El Flequi», iluminación
Daniel Torres, producción leplató
Paloma Yessayan, regiduría
