La leyenda de Rafael Riqueni y el camerino de los Hermanos Marx

El festival de El Círculo Flamenco de Madrid concluye con la Magia de Riqueni, Carmen Ledesma, Pansequito y Diego del Morao

José Manuel Gómez Gufi

Rafael Riqueni en el café Berlín, de nuevo una cita que empieza a ser una leyenda, como los conciertos de Morente en la sala Revolver. Con los ojos húmedos por la emoción me cruzo con uno de los componentes del Círculo Flamenco de Madrid que me dice “tenemos suerte de vivir en el mismo tiempo que Riqueni” y tiene razón, te puedes a quedar a vivir en “el Parque de Maria Luisa” un disco de lenta elaboración y exquisita factura. Vino Rafael solo con su guitarra y quiso estrenar temas nuevos y se produjo uno de esos silencios casi imposibles en el café Berlín que tiene la barra abierta con muchos músicos sedientos con ganas de compartir confidencias. Aún así se produjo el milagro y la guitarra de Rafael sonó por encima de todo y de todos, no sé que palo estaba tocando, no sé si esa composición tiene título, pero empecé a llorar como un niño que abre el regalo deseado el día de reyes.

No creo que fuera el único de mis contemporáneos presentes en pasar por ese trance feliz, en la puerta del camerino estaba Carmen Ledesma igualmente conmocionada por el arte de Rafael y ella, que se considera una bailaora para el cante, engarzó el arte con el arte e hizo volar su mantón al aire del cantaor Gabriel de la Tomasa que salió entonadísimo y Carmen bailó lento, lento, con el espíritu de los grandes en las noches memorables. Cuando recogió el mantón y salió del escenario se cumplió otro de los objetivos del Círculo Flamenco que no es otro que ofrecer el mejor flamenco que conocen y que se pueden imaginar. Organizan un festival y son los primeros en pasar por taquilla. Quizá por eso los artistas se sienten queridos y respetados aunque en el camerino no se quepa y me encuentre a  Diego del Morao templando la guitarra en un rinconcito al fondo de la sala.

Pansequito abrió por alegrías y finalizó fuera del micro cantando una copla en la que se habla del dilema entre los lazos de sangre, el ADN y los hijos adoptados que viene a ser la metáfora perfecta de aquellos que se comportan como los dueños y señores del flamenco que desprecian lo que no conocen y se creen que lo conocen todo; en contraste de ese público nuevo y virgen que lo que desea es tener una experiencia flamenca sin que les digan ni cómo, ni cuando, ni con quién tienen que aprender las claves de la jondura. Ahí es donde Diego del Morao se convierte en un duende que gusta y encandila al más experto, al recién llegado y al que pasaba por ahí. Se transforma en protagonista sin incomodar al cantaor. El cante de Pansequito se parece mucho a la imagen que proyecta. Combina la madurez y la elegancia con los aires luminosos de la bahía.

Videos & fotos: @Manjavacas.flamenco

 
 
 
 
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