II Sangre Nueva Jóvenes Flamencos. Antón Jiménez, Alicia Gil, Selene Muñoz

Resumen: II Sangre Nueva Jóvenes Flamencos. Antón Jiménez, Alicia Gil, Selene Muñoz

II Edición de “Sangre Nueva”
Jóvenes Flamencos

Teatro de Madrid – 25 de Septiembre 2010

Selene y la juventud

Texto:  Pablo San Nicasio Ramos

Cuesta mucho llegar al Teatro de Madrid. Es la pega, no menor, para el público flamenco. Mucho más acostumbrado a los céntricos escenarios de la capital. Pero este año tocaba Barrio del Pilar y su vanguardista anfiteatro. Así que mientras la gente sale con las bolsas de la Vaguada, nosotros nos cruzamos y pasamos a inyectarnos un poco de “Sangre Nueva”.

Cuarta jornada del ciclo organizado por Paco Ortega, con bastante interés sobre el papel y mucho que contar.

Abrió el guitarrista Antón Jiménez. De la otra punta de Madrid venía. Carabanchel. Algunos flamencos dicen que por allí está el verdadero centro. Guitarrista de estirpe y extraordinarias condiciones, lleva Jiménez un buen tiempo recorriéndose el mundo como guitarrista para bailar, con algunos de los más glamourosos coreógrafos del panorama.

Y quizá por eso su compromiso en solitario, debut en Madrid, le pilló con el pie cambiado. A disgusto con la posición, la silla y los micros, solo vimos a Antón cómodo al final de su actuación. Cuando fantaseó a compás de soleá por bulerías y en la particular versión de “Ímpetu”, legendarias bulerías de su pariente lejano, el maestro Mario Escudero.

Hasta entonces habíamos presenciado una carrera de relevos sobre el mástil. Exclusiva mano izquierda de soltura envidiable en los ligados, picados más que sobrados, soniquete y compás indiscutible, sí, pero más que dudosa conexión y musicalidad. De la entendible, de la que cuando pasan veinte minutos aún te acuerdas.

La mejor muestra de ello fueron sus alegrías en La, de apenas tres falsetas y obsesiva velocidad. Visto y no visto.

Mejora puntual en el trémolo de la minera, que podía ser una cumbre en otro contexto de obra, con apreciables ideas generales si hubiese aflojado. Es echar la vista atrás y concluir que Ramón Montoya y Mario Escudero, maestros y ancestros de Antón, no se hicieron grandes por correr más que nadie, más bien al contrario.

También se aplaudió y a veces hasta jaleó la actuación de la sevillana Alicia Gil. Cantaora ya bastante curtida, de la quinta de Jiménez, que no hizo mucho hincapié en los temas de sus dos discos publicados, salvo martinete y soleá, de corrección similar al resto de repertorio aunque, en el segundo caso, con exagerada extensión.

Recital de notoria homogeneidad, tradicionales formas y flamencura bien aprendida y mimetizada, Alicia Gil gustó sobre todo por tangos, estos no se hicieron largos, donde alternó letras de Vicente Amigo con recuerdos de la Repompa. Muy acertada combinación.

Cantaora que se defiende a la perfección con su precioso timbre en los registros medios y que, en las intenciones, resultó a veces una mezcla de Remedios Amaya y María Jiménez.

Se gustó especialmente en el cuplé final por bulerías, rematadas y bailadas sin micrófono.

Hasta entonces la medida de las cosas no había sido especialmente extrema. Nadie se había calentado pero las butacas mantenían el pulso.

Y con el final, la sangre nueva, la de verdad. La culpable fue la que repetía en el cartel. Si el año anterior Selene Muñoz había deslumbrado por su estética fotográfica, inmaculada para los diseñadores, este año se ha superado al incluir en la maleta más corte “gitano” a su baile. Más “chicha” flamenca.

Y es que cada año que pasa se le nota a la mallorquina. Con apenas veintidós ya tiene nombre en el circuito y fama de trabajadora, de peleona, de inquieta. Eso y sus dotes para el baile la hacen proclive al éxito. Que no la estropeen porque aquí hay noticias frescas.

Selene arrancó por jaleos extremeños (los últimos dignos de mención que recuerdo grabados los cantó Remedios Amaya, bastante presente toda la noche). Insuperable de brazos, no es exagerado, la temperatura ascendía al mismo ritmo que su cuerpo.

Cierre por soleá en tono de rondeña que un inspirado Jesule Losada bordoneó como nadie lo había hecho en toda la noche.

Gran grupo, reiteramos, el que se había llevado Selene, que además de Losada contó con las percusiones de Odei Lizaso, el cante de Pedro Obregón y una estupendo fichaje de última hora: Sonia Cortés, que dejó una taranta y cartagenera para enmarcar y grabar en vinilo, el mismo que embutía su cuerpo. Y la noche de antes no sabía que iba a cantar.

Cierre en grupo, con todos los artistas procesionando y rodeando a la verdadera juventud. Que últimamente tiene nombre de diosa.


Salir de la versión móvil