David Lagos, una trinchera frente a las cunetas

David Lagos - Flamenco eñe

David Lagos - Flamenco eñe

Flamenco Eñe, Quítate tú pa ponerme yo
Flamenco eñe. La clase obrera viste mono (de trabajo) con clase (primera parte)

Uno de los mejores debates planteados sobre la electrónica y el flamenco ocurrió en la calle tras la presentación de “Hodierno” cuando un buen aficionado ponderó que no importaba la electrónica, que David Lagos seguía cantando bien, por derecho y eso. Hay un sector que piensa que este tipo de experimentos es “postureo” que está de moda y que lo hacen pa pillar contratos, que lo difícil es lo de toda la vida: guitarra y cante. Es posible que tengan razón en lo de las dificultades inherentes al clasicismo, cantar por seguiriyas cuando eres consciente de la obra de los gigantes del pasado puede parecer un acto inútil, un brindis al sol. Conectar con las herramientas del presente tiene una dificultad añadida: que no hay referencias, que tienes que inventar (una palabra que el flamenco reserva para la historia, es decir para dentro de 40 años).

Total que sale David Lagos y nos canta una reflexión sobre lo que sale en el telediario: “Venden miedo”, no me importa por dónde canta, me importa lo que cuenta, lo que transmite. El cantaor está acompañado por Alejandro Rojas Marcos al piano (y clavicordio) y Juan Jiménez al saxo tenor, además es posible que suene un refuerzo electrónico. Y aquí es donde vemos a la herramientas de hoy (que son las mismas que ayer) LOS MÚSICOS que interactúan con el cantaor, que sueñan con él para construir un cante que suena añejo y que construye un edificio deslumbrante. David canta sobre el Guernica y Picasso y hay un poso de Morente en la interpretación, pero me suena a nuevo. Luego me cuenta David que ha construido sobre la herencia recibida. Así es el flamenco, el creador y el “escuchante” se encuentran en sus referencias. David canta en alemán, me dice una germana-parlante que no lo entiende.

-Ah, entonces te pasa como a mí que no entiendo algunas letras en español.

El piano de Rojas Marcos y el saxo de Jiménez construyen sobre la diversidad y se convierten en trinchera cuando hablan de nuestra memoria sepultada en las cunetas. ¡Ole!

 
 

PIANO, AGUJETAS, HOMBRERAS Y PERRATES

Nos faltan premios para ensalzar las probabilidades. Por ejemplo Juan Pérez ganó la mejor composición del premio Paco de Lucía. Componer no es fácil (que se lo pregunten al batallón de flamencos que ha sobrevivido sin componer una nota, así que puede ser que durante años no ha sido necesario). Quizás nos han cambiado los tiempos y Juan nos enseña unos acordes de Stravinsky que le han servido de inspiración para construir una soleá. Menos mal que nos lo cuenta, el pianista acaba con la obra galardonada que desarrolla en clave de jazz. Impecable.

Dolores Agujetas habla de fatigas, tiene la voz castigada por la vida (y probablemente por un catarro) gesticula con las manos y el cuerpo para intentar llevar la jondura que atesora hasta el personal. No parece suficiente hasta que interpreta un martinete, a solas con un yunque imaginado en la fragua de Los Agujetas que nos lleva una pizca de placer entre tanto dolor.

 
 
 
 

La última noche en la sala Morocco comenzó con aires fúnebres y aromas de discoteca a última hora de la madrugada, en el que los beats y las drogas (legales o ilegales) te han machacado el estómago y las entendederas. Hace décadas que me quité de esas experiencias así que me remito a shows de “Divine” en el rock-ola o los de Almodovar y MacNamara en un tugurio de Chueca. Transformismo de la vieja escuela que en Cuba conocieron en los años cuarenta -¡la Jorgesen!- y que aquí llegó cuando estiró la pata el dictador. Aquí tampoco inventan letras, se repite el estribillo: Anda Jaleo. Ni pizca de nostalgia del garrafón.

Con algo de resaca en el ambiente aparece Árbol/Perrate. Es decir cachivaches electrónicos y cante, pero en esta ocasión el cante de Tomás de Perrate llega envuelto en toneladas de “revert” ya sé que es un recurso expresivo más pero lamento que el telonero me ha puesto de mal humor. Aún así alcanzo a escuchar instantes memorables.

Volvemos a lo de premiar la excelencia. Valoramos el clasicismo y la redención del flamenco clásico, comenzamos a valorar lo nuevo, lo estéticamente inquietante o rompedor… la destreza instrumental, las armonías y los cambios de lenguaje ¿nos estamos olvidando de algo? Quizá deberíamos hincarle el diente a las letras o ¿nos vale con cantar lo de hace cien años?

 
 
 
 

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