¿TERCERO DE TRES…? – La justicia entre las cuerdas – Un ensayo de Carlos Ledermann

¿TERCERO DE TRES…?
La justicia entre las cuerdas

Un ensayo de Carlos Ledermann

Escribir o hablar elaborando una reivindicación de la guitarra en el flamenco, es algo que debiera ser innecesario. Tan innecesario como una reivindicación del cante o del baile, porque el arte flamenco está constituido por estos tres elementos y de eso, supongo, no puede caber a nadie la más elemental duda. Sin embargo parece que de cuando en cuando es preciso recordar, a quien quiera pensar en esto, que la guitarra existe y juega un rol bastante más importante que el que históricamente se le ha reconocido. Al abordar el tema de la guitarra, no pretendo hacer algo nuevo ni decir lo que no se ha dicho: ahí están los trabajos extraordinarios de Norberto Torres Cortés y José Manuel Gamboa, por citar sólo a dos de los estudiosos que han dedicado a la sonanta, de modo especial, muchas horas de reflexión, de análisis y de trabajo, además de tocarla ambos muy bien. Sólo pretendo mantener encendida la luz de alarma, porque la guitarra y los guitarristas flamencos parecen seguir siendo el tercer elemento del flamenco y sucede que cuando decimos tercero de tres, estamos diciendo último y eso, que me perdonen quienes piensan de otra manera, no puedo aceptarlo.

Los trabajos de investigación, las ponencias, los libros de historia y de análisis, la inmensa mayoría de los discos, los documentales audiovisuales y hoy hasta las películas de flamenco, giran mayoritariamente en torno al cante o el baile. Todos los aficionados del mundo, no digo ya sólo de España, sabemos que desde siempre se ha impuesto el criterio de que la guitarra está ahí para acompañar al cante y luego, si lo hay, al baile. Siempre ha sido paradojalmente difícil que en España se conciba como algo razonable un concierto de guitarra flamenca. Parece que es algo tan extraño, tan impensable como un concierto de batería sola. De hecho usted, aficionado al flamenco ¿asistiría a un recital en que al centro del escenario hay una batería y no hay absolutamente nada más? Sospecho que no lo haría y lo entiendo. El punto es que la batería necesita a quien acompañar, porque así se justifica a sí misma, pero la guitarra no. La guitarra puede ir sola y puede ser el sonido del flamenco, y puede ser en si misma el flamenco, aunque no haya voz ni zapateado y esto es lo que los cantaores –en general, no digo todos- no pueden entender y tampoco los y las bailaoras y todavía la mayoría de los estudiosos y de los críticos.

Carlos Ledermann por David Zaafra

En un documental televisivo que tiene algunos años, Manolo Sanlúcar le dice al compositor Luis de Pablo: “la guitarra está en el flamenco porque llegó ahí, pero podría haber sido el violín, aunque posiblemente no le habría venido tan bien como la guitarra”. Esto no es una perogrullada: la guitarra está ahí desde siempre y es verdad que podría haber sido el violín o una flauta y es verdad que posiblemente no le habrían venido tan bien al flamenco como la guitarra, pero ¿por qué? Pues porque armonizar en un violín es algo sumamente difícil y hacerlo en una flauta es absolutamente imposible, por lo que comparados con la guitarra, instrumento polifónico por excelencia, ni el violín ni la flauta habrían servido como ha servido la guitarra. Y el piano lo descartamos de plano, al menos históricamente, porque no es un instrumento popular ni se puede adquirir a bajo costo como una guitarra. Entonces el flamenco es cante, sí, es baile, sí, pero es guitarra y vaya que sí. Pero los guitarristas españoles, salvo dos ó tres nombres, tienen que dar sus conciertos fuera de su país, porque allí, donde deberían ser reconocidos, no se entiende la dimensión concertante de este instrumento que parece estar destinado sólo a acompañar, porque a ojos de los ortodoxos no tiene nada que decir por sí sola.

La guitarra juega un rol bastante más importante que el que históricamente se le ha reconocido.

Es verdad que la guitarra actúa, para muchos cantaores, como el lazarillo para el ciego: necesitan la guitarra y se aferran a ella para mantener el compás. Tan verdad como que muchos grandes cantaores han visto como una guitarra mal tocada ha dado al traste con todo el arte que tienen en sus gargantas y en sus espíritus. Es verdad que puede bailarse por mucho tiempo sin más acompañamiento que el de las palmas y hoy del cajón, pero sucede que el cajón está en el flamenco desde hace veinticinco años y la guitarra está ahí desde hace dos siglos. Pero hay otras verdades que es adecuado tener en cuenta: el panorama del flamenco en España es una cosa y en el resto del mundo, otra muy distinta y la primera prueba en torno al tema es la siguiente: desde que el flamenco sale al mundo, el elemento que más gente atrajo fue, lejos, a mucha distancia, el baile. Y aunque a muchos moleste la sola idea de aceptar este hecho, la guitarra ha sido el segundo elemento a la hora de crear afición y el cante no está, repito: fuera de España, en condiciones de competir con el baile o con la guitarra y para ello hay miles de razones valederas, empezando por un hecho irrefutable: el cante requiere pasaporte sanguíneo, no se aprende como una patadita por soleá o una falseta de guitarra, el cante se tiene en la familia o como información básica adquirida en el patio de vecinos y esto vale para gitanos y payos. Mire usted la oferta de cursillos del verano y vea cuántos hay de baile y cuántos de cante y ya me dirá cómo va la mano.

Ante la sempiterna postergación de la guitarra y los guitarristas, cabe preguntarse cuánto ha hecho por el flamenco, en España y resto del mundo, la guitarra de Paco de Lucía, que ya a los quince años viajaba solitario por Norteamérica, sin manager, sí, pero también sin un cantaor ni quien bailara y por donde iba se asumía que lo que ese joven tocaba era flamenco y lo que difundía era flamenco, esa música incomparable del sur de España. ¿A cuánta gente atrajo hacia el flamenco esa guitarra solitaria de Paco de Lucía, en todo el mundo y, atención, a cuánta gente atrajo al flamenco, en la propia España, la guitarra de Paco de Lucía? Y en esos mismos años ¿a cuánta gente atraía al flamenco el cante, dentro y fuera de España? No, no es una competencia, lo sé y así lo entiendo, sólo son preguntas cuyas respuestas pueden constituir datos comparativos.

Hoy, ya no es sólo Paco de Lucía sino una interesante lista de nombres actuales e históricos ligados a la guitarra, los que van por el mundo como embajadores del arte flamenco: en cierto lugar de Estados Unidos se aprende a tocar la guitarra a la manera de Diego del Gastor y en cierto lugar de Japón se estudia la manera de tocar de Parrilla de Jerez. En un inmenso número de países es Vicente Amigo el que se estudia, es Tomatito, es Gerardo Núñez, es Riqueni, es Manolo Sanlúcar. Pero hoy, resulta que con la cantidad de buenos guitarristas que hay, el espacio que tienen es el preliminar de una velada, para que toquen uno ó dos temas, mientras en la platea se desacomodan los puntuales para que se acomoden los impuntuales. Hoy, siguen apareciendo discos, DVD y afines, en que el nombre del guitarrista o no aparece, o aparece en caracteres ignominiosamente diminutos, incluso más pequeños que los del nombre de los que mezclan, masterizan, iluminan o dirigen y producen. Y ocurre que si quitamos la guitarra, el flamenco queda, lisa y llanamente, mutilado.

Los guitarristas españoles, salvo dos ó tres nombres, tienen que dar sus conciertos fuera de su país.

Por otra parte, pareciera que si un guitarrista quiere tocar, tiene que llevar a alguien que cante o a alguien que baile , o a ambos, “para que el público no se aburra”. Yo no sé si el público del flamenco es particularmente proclive al aburrimiento, pero creo que no, creo que no necesita “ver monitos” para no aburrirse. De hecho, si un guitarrista clásico da un concierto de hora y media completamente solo, se le aplaude, hace un bis, luego cobra y sigue la gira. Sin embargo, un flamenco, con todo lo que tiene para decir la música flamenca, es potencial peligro de aburrimiento ¿por qué? ¿quién puede explicarme esto y explicárselo a los amantes incondicionales que la guitarra flamenca tiene en todo el mundo? Y aún me atrevo a formular otra pregunta más temeraria: si en el Festival de La Unión, Paco de Lucía hubiera tocado completamente solo ¿se habría aburrido el público que agotó los billetes con tanta anticipación? Y puedo llegar todavía más lejos: a estas alturas ¿cuánto pagaría usted, aficionado que lee este artículo, por asistir a un concierto de Paco de Lucía completamente en solitario?


Carlos Ledermann con Paco de Lucía

Cuando leemos la reseña de tal o cual espectáculo, por ejemplo de baile, nos enteramos hasta de los detalles porque los periodistas del flamenco casi nos televisan lo que han visto: tal persona bailó enduendada, tal bailó como pocas veces, tal enmudeció al respetable, tal bailó sin solera y tal bailó a desgano aunque se veía soberbia con su vestido morado; tal persona le cantó con pellizco, tal otra cantó para el baile mágicamente, tal otra mostró su experiencia y tal otra no encendió al público a pesar de su camisa roja. Y, los que lo hacen, mencionan algo como: las guitarras eran fulanito y zutanito y nada, pero nada más, y sucede que en muchísimos casos, la música que se bailó en ese espectáculo, es decir el alma mater de ese espectáculo de flamenco, la habían compuesto los guitarristas…

¿Quién compone la música que baila Eva, si no el notable Paco Jarana? La música de “Mariana Pineda” ¿a quién se la encargó Sara Baras, sino a Manolo Sanlúcar? ¿quién sino otro tremendo guitarrista como el ceutí José Luis Rodríguez ha sido el que compone y arregla por años la música de los espectáculos de Cristina Hoyos? Y no voy a preguntar si algunos cantaores más que famosos habrían llegado donde han llegado de no ser por la guitarra que tenían a su izquierda, porque quiero seguir vivo y quiero poder entrar a España la próxima vez que vuele hasta allí…

Pero más allá de todo lo anterior, hay algo que me llama profundamente la atención: se posterga a la guitarra flamenca, se cierran puertas a los guitarristas o no se les menciona en los discos o en la reseña de los espectáculos; se le da a la guitarra el rol de mero acompañante, se desconoce lo que aporta, se reniega de su importancia como elemento armónico y rítmico, no se la incluye en los estudios ni publicaciones, se le falta el respeto, se la tacha de aburrida y se le niega espacios, reconocimiento y el derecho –que lo tiene y lo ha demostrado- a ser embajadora del flamenco, pero mire usted: la guitarra, sí, esa misma guitarra, es el icono gráfico de revistas de flamenco, libros de flamenco, festivales de flamenco, peñas flamencas, jornadas de estudio sobre el flamenco, portadas de discos de flamenco, carteles de flamenco, cursillos de flamenco, merchandising de flamenco y de todo tipo de actividades relacionadas con el flamenco. No entiendo porqué, si tan poco importa la guitarra, no es un zapato el icono de todo aquello, o porqué no es una boca abierta el icono del flamenco ¿usted me lo podrá aclarar?

Da lo mismo si es una guitarra de doce mil euros o una de fábrica, si es de ciprés o es negra, si la construyó un famoso o la dejó en concesión un desconocido. Da lo mismo si la toca un payo, un gitano, un andaluz o un irlandés: aquí lo que importa es que por unas cuantas razones que habrá que revisar en su momento, la guitarra es la imagen del flamenco en demasiadas situaciones y ese lugar se lo ganó, me parece, por algo más que ser la columna vertebral del ritmo, del compás, del pulso. Porque, usted discúlpeme, pero si a un cuadro le quitamos el cante, sigue siendo flamenco por el baile. Y si le quitamos el baile, la guitarra, que ha quedado sola, sigue sonando a flamenco.
Tal vez, sólo diré tal vez, cuando todos los artistas del flamenco hayan aprendido a respetar a la guitarra y a los guitarristas, ya no será preciso salir de la sala para afinar los instrumentos porque los que bailan están zapateando a todo dar a un metro de los tocaores sin importarles nada más que sus pies y no será preciso decirle al cantaor que estabas practicando una falseta y no dándole la entrada a él. Entretanto, acabemos ya con la idea de que la guitarra sola no puede decir nada y si usted no puede quitarse de la cabeza la idea de que solo sirve para acompañar, entonces tire a la basura todos los discos de Sabicas o de Paco que tiene en su casa. Y sé que los tiene.


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