Juan Fernández Montoya, “Barullo”

Entrevista a Barullo

Entrevista a Barullo

Entrevista: Silvia Cruz Lapeña

Fotos: Rafael Manjavacas

Entrevista al bailaor Juan Fernández Montoya, “Barullo”

“La Unión sólo me dio un baile por taranto y una chaquetilla goyesca” 

Este artista, nieto de Farruco e hijo de La Faraona, critica el trato recibido en el festival murciano mientras prepara nuevos proyectos en Miami y Nueva York y espera estrenar su próximo show en la Bienal de Sevilla.

“El Festival de La Unión me ha costado dinero.” A pesar de estar ante un miembro de una de las familias más respetadas del baile flamenco, la charla con Juan Fernández Montoya no empieza, como es habitual, hablando de su abuelo Farruco o de su madre La Faraona. Arranca con una polémica: la de su paso por el Festival de Cante de Las Minas, donde ganó el Desplante al mejor bailaor en 2014. Barullo está molesto. Por eso, cuando se le pregunta por lo que sacó de La Unión es escueto y contundente: “Me dio un baile por taranto y una chaquetilla goyesca.” Asegura que el dinero del premio lo empleó en pagar a sus artistas y cubrir los gastos que le supuso acudir al concurso y que encima, no obtuvo ninguno de los bolos que le prometieron como parte del premio. “Me engañaron”, dice sin titubear, “me dijeron que como ganador me llamarían unos señores para cerrar tres galas y eso no pasó. Llamé para informarme y la explicación que me dieron es que no me habían ofrecido nada porque creían que no me iba a interesar el caché que pagaban.” 

 

Barullo se enfada con el asunto. Sobre todo, explica, porque él no pidió ir a La Unión, sino que lo llamaron para que se presentara. “Con todos los respetos, yo no voy a La Unión a que me den una escultura de hierro, yo fui porque me llamaron y porque ganando, tendría trabajo”. Dice “con todos los respetos” pero en su forma de hablar se nota que no siente ninguno por una organización que, dice, le ha defraudado. “Manuel Navarro y el alcalde me han tratado bien, pero su respuesta ante mis preguntas siempre ha sido que ellos no tienen nada que ver porque Las Minas Flamenco Tour es una empresa aparte y es la que se encarga de las galas posteriores.” Para él no hay excusa porque el festival lleva el nombre de La Unión y es el ayuntamiento quien debería responder a todo. 

“Ante mi cabreo, me dijeron que hablarían conmigo para un proyecto más grande que el de las galas posteriores al concurso. Me ofrecieron ir a Japón, hacer tres galas allí, montar una coreografía, hacer de jurado en el concurso que hacían allí y además, bailar y todo por el precio al que yo cobro una gala. Le pedí que mejoraran la oferta pero nunca supe nada más.” 

Un farruco con rasgos propios

Barullo se siente engañado. Sobre todo cuando ve como otros artistas que ganaron con él en la edición de 2014 sí han tenido trabajo derivado de su paso por el festival de La Unión. “Un día me preguntaron que si estaba orgulloso por haber sido el primer y único gitano que había ganado el Desplante. Más que orgullosos de decir algo así, deberían sentir vergüenza.” De algún modo, se siente utilizado porque lo raro para él es que no lo hubiera ganado antes ningún calé, “habiendo como hay bailaores gitanos grandísimos.” 

La rabia que siente por lo ocurrido no le impide seguir con sus ensayos, con la preparación de varios proyectos en Nueva York y Miami y con la ilusión de presentar en la Bienal de Sevilla su nuevo espectáculo que se llama Akharipen (origen). En el 2014 presentó en Barcelona “Cara y Cruz” junto a Farruquito, cuando aún vivía su madre.  Precisamente en ese espectáculo demostró Barullo que es un farruco con rasgos propios. Porque el aire de familia no sólo se le nota en las facciones o en la forma de bailar, también en lo que dice y en el timbre de voz, similar hasta tal punto al de sus primos que por teléfono es difícil determinar con cuál de los farrucos se está hablando. 

Como si lo supiera, Barullo reclama su identidad. “Yo quiero hacer cosas distintas, ya lo mostré en ‘Cara y Cruz’, donde me vestí de bailarín, pedí perdón a los genios y salí a bailar.” En ese show, efectivamente, Barullo mostró sus peculiaridades y ponerse mallas y bailar una siguiriya con batería es una de esas cosas por las que pide perdón a los genios. “Lo hago porque puedo, porque sé que aún así, lo que hago es flamenco.” 

Conservador, no purista

Este joven bailaor de 25 años lleva más de veinte bailando y como a todos sus primos, el sobrenombre se lo puso Farruco. “Me dijo que cada vez que bailara tenía que formar un barullo. Así me bautizo y a mi me encanta.” Es joven pero apenas conoce las discotecas, ni se mueve como lo hacen la mayoría de hombres de su edad. “Mi manera de vivir es diferente, soy gitano y tenemos una forma de entender la vida muy pegada a la familia y a nuestras tradiciones”, explica desde Sevilla, desde donde mienta varias veces a su madre, Pilar “La Faraona”, fallecida hace ahora un año. 

Barullo tiene una idea muy clara del arte al que se dedica y es muy crítico con el momento que vive el flamenco. “La afición está desorientada y yo le echo la culpa a los artistas que a veces apoyamos cosas que no deberíamos apoyar. Yo no soy el mejor, pero soy profesional y sé que otros se suben al escenario y tienen trabajo por hacer cosas que nada tienen que ver con el flamenco.” 

¿Y qué es y no qué es flamenco? “Flamenco es un modo de vida y el flamenco está todo inventado. Se le puede dar un toque, un aire propio, pero no se va a inventar nada nuevo.” Al preguntarle si esa no es una postura inmovilista y por tanto, contraria al arte, él tiene una respuesta. “Yo soy conservador, no purista. Uno se cansa de que le digan ‘eres un farruco’, ‘eres racial, ‘eres gitano’… Te cansas de las etiquetas y a mi me gusta pensar que soy capaz de cualquier cosa, pero que puedo hacerlas respetando el flamenco del que vengo.” Sabe que no contesta del todo a la pregunta que se le hace, por eso añade: “Me puedo poner mallas y bailar una siguiriya con batería pero soy nieto de Farruco e hijo de La Faraona y me gusta hacer lo que me enseñaron ellos. Eso no es inmovilista, es honrar la raíz de la que vengo.” 

 

El flamenco como modo de vida

Cuando dice esas cosas, es fácil pensar que la que expone es una idea antigua del flamenco. “Para mi no hay nada antiguo en el flamenco, lo que hay son clásicos.” Barullo, como toda su familia, lo vive como un modo de vida en el que bailan, viven, celebran y lloran en clave flamenca. “El flamenco no es una escuela bilingüe. Para mi no puede serlo, no entro en el estudio y soy flamenco y salgo de él y soy otra cosa.”

Como a veces es mejor poner ejemplos que teorizar, Barullo explica quiénes son los bailaores que le gustan. “Mi primo Farruquito, Pepe Torres, Gema Moneo, Alfonso Losa, José Maya o Jairo Barrull son gente que admiro.” Todos los citados, gitanos o no, son herederos de una flamenco pegado al nervio que defendió el abuelo del entrevistado. Un flamenco que separa a macho y hembra, un flamenco de hondura que se permite algún destello de modernidad pero nunca un foco entero. 

Juan está construyendo nuevas cosas pero aún le duele la herida de La Unión y tiene necesidad de explicarse para ver si así se cierra: “Antes del concurso era Barullo y sigo siendo Barullo. La Unión no me ha aportado nada.”


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