Dani de Morón. 21

Dani de Morón - 21 cd

Dani de Morón - 21 cd

DANI DE MORÓN. DE ONTOLOGÍA, ANTOLOGÍAS Y ONTOLOGÍAS.

José Manuel Gamboa.

Allá en los cincuenta del siglo XX, por mor de las notables capacidades de almacenamiento del recién inventado microsurco, llegaron las primeras antologías musicales. En 1953 se grabó la inicial “Antología” dedicada al cante jondo, colectiva que fue. Inmediatamente quiso Manolo Caracol tener su propia “Entología”, que así denominaba y en el 57 rubricó. Y siguiendo estas veredas de la Alta Fidelidad, con el nuevo milenio acabamos de llegar a la “Ontología” que presenta Dani de Morón. Así, como lo oyen, “Ontología”, y escucharán con gozo.

Una tarde en Sevilla me lo dejó caer Fernando González-Caballos, y llevaba razón. En lo que andaba manos a la obra Dani de Morón era un proyecto ontológico de guitarrista, ejercido sobre el concepto antológico de cantes/metales de voz -apartado en el que tomó las riendas de la producción el fenomenal Arcángel de Huelva.

En la deontología que en su profesión ejerce Dani de Morón, hay un principio ético inamovible: la generosidad. Y ha tenido suerte, porque en nuestro mundo flamenco más le vale al guitarrista ser generoso que abocarse a un perpetuo enfurruñamiento con el mundo. Vamos, que ya venía de serie preparado para la sonanta. Generoso del todo es Dani. Pero, se nota, se siente, compartiendo se disfruta más con la gente. Escuchándose el uno al otro, se mejora, y Dani lo sabe porque ya lo ha probado, acordándolo con muchos amigos, sin ir más lejos y desde hace años, con Arcángel. Decimos “acordándolo”, porque de eso se trata: si no hay acuerdo hay pelea de canes, o cantes. Pero si al cante le ponemos las cuerdas precisas, lo “acordamos”, el gozo se multiplica, y Dani de Morón sabe siempre elegir y tañer a lo divino la encordadura, que en sus manos es más aliada que atadura, antes alas que encierro, siempre comunión.

A cultivar esta faceta, amigas y amigos, se ha entregado Dani de Morón hasta en sueños, las veinticuatro, con el amor, la pasión artística de los que son, para compartir su anhelo en vindicar la naturaleza de su propio ser flamenco, en ese gusto ontológico por rebuscarse en lo profundo y trascendente, meterse en jonduras, conocerse y reconocerse, para entenderse después conversando, acordando con el compañero. Esta ontología trae consigo la luminosidad de un diálogo cierto y fresco, un verdadero coloquio de altura entre cantaor y guitarrista, quien, sin abandonar su papel armonizador, comparte el protagonismo en un mismo decir, ahora repleto de rincones en el quejío recién descubiertos por el fulgor de la sonanta.

Es la presente, obra compartida. Camina desde la introspección ontológica al, vamos juntos, compañero, rehuyendo el síndrome del tocaor, aquello del sígueme como puedas y no te vayas a equivocar; vamos, el, ‘sí, bwana’, de rigor. Estando la guitarra en ese plan expresivo, yo le hubiese requerido al plantel cantaor menos canon y más libertad, para jugar iguales, pero, claro, la antología no sería tal. Tenemos pues, antología y ontología. Antología del cante y ontología del toque personal de Dani de Morón, y ninguna de las dos va de bonus track, porque en realidad son dos concepciones distintas en una única proposición artística verdadera. La prueba ontológica que revela el misterio de la Binidad flamenca.

Nunca se entregó Dani de Morón al más difícil todavía, sólo a explorar el silencio con el embrujo de su guitarra, que flamenca es a más no poder, ajustada a los principios que la conformaron, ese pulgar, esos ligados, ese rasguear y marcar…, Morón del siglo XXI. Dani es un virtuoso que no virtuosea. O sea, va a las entretelas; toca de película, con fundamento, porque sabe lo que toca, lo toca niquelao y mostrándose inconfundible, que es la clave. Y, no está solo ¡Cómo cantan los flamencos, cómo cantan!, con sus quejíos y jipíos nos levantan, arrimados al buen son que les cobija.

Repasemos: La intensidad cordobesa de El Pele con Sus (sic) soleares espeluznantes, de erizar los pelos, sin medias tintas, poderío de arriba abajo; Las guajiras juguetonas y retrecheras de Miguel Poveda, con el aroma de un Caribe flamenco que pasa por Marchena…; El tremendo ayeo lamentoso de Duquende, seguiriyero del siglo XXI de camaronero eco; A la Huelva que su padre amó nos regresa Estrella Morente con la belleza de los fandangos que mece, que acuna; De Jerez, por tientos, Jesús Méndez con sus dones, ese rajo varonil de primera y la pincelada caracolera; El trayecto por tangos que de Cuba a Triana nos descubrieron la Niña de los Peines, Naranjito-El Titi o Matrona, lo recorre fiel y a su dulce modo Rocío Márquez; Arcángel, maestro de la ceremonia cantaora, se reserva la bulería, en un florilegio de estilos cortos jerezanos y gaditanos del ayer rebujados con conceptos a la moderna guisa; Pitingo revive las malagueñas de aquel Gayarre Chico que Chacón encumbró, con sobrada personalidad, dominio y el temple moreno de su antepasado Mojama; Los aires abandolaos, desde Lucena a la jabera malagueña para rematar en su Granada, suenan derechos y medidos en la voz erguida de Marina Heredia; Empezando por los fandangos del Niño Gloria y rematando por Caracol, de Jerez a la Alameda sevillana que ensalzó Mairena, con flamenca prosapia, con regusto cabal dice Antonio Reyes la bulería por soleá; Concluye por renovadas y sentenciosas cantiñas, Esperanza Fernández con su gitanería de femenina condición…, y, sola la sonanta, Dani de Morón con una granaína de ahondar y mucho emocionar, porque llega de profundis, para abrochar ontológicamente.

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Fecha de publicación: 18 mayo 2018

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