XVI Bienal de Flamenco. 'CUANDO LAS PIEDRAS VUELEN' Cía Rocío Molina 'El espejo en que me miro' David Lagos

Resumen: XVI Bienal de Flamenco. 'CUANDO LAS PIEDRAS VUELEN' Cía Rocío Molina 'El espejo en que me miro' David Lagos

XVI BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA
“CUANDO LAS PIEDRAS VUELEN” COMPAÑÍA ROCÍO MOLINA
“EL ESPEJO EN QUE ME MIRO” DAVID LAGOS

Domingo, 19 de Septiembre 2010

 


Fotografías: Luis Castilla / Bienal de Flamenco

Especial XVI Bienal de Flamenco 2010. Toda la información. Programación, reseñas, fotos…

“CUANDO LAS PIEDRAS VUELEN” COMPAÑÍA ROCÍO MOLINA.
Teatro de la Maestranza- 20.30h

Texto: Estela Zatania

Coreografía y baile: Rocío Molina. Dirección escénica, escenografía e iluminación: Carlos Marquerie. Dirección musical y arreglos de cante: Rosario Guerrero “La Tremendita”, Gema Caballero. Música original y guitarras: Juan Antonio Suárez “Cano”, Paco Cruz. Palmas: Vanesa Coloma, Laura González.

Algunas obras, por muy excelentes y/o bien intencionadas, por mucho presupuesto o reconocimientos que tengan, deberían de llevar un aviso de limitación de responsabilidad.  “Cuando las piedras vuelan” es una ellas.  Opino que esta obra no es apta para aficionados al flamenco.  Es para amantes del teatro experimental, de la danza contemporánea, del vanguardismo o incluso de la canción lírica, y no lo digo con ánimo negativo sino informativo.

La noche de domingo, dentro del marco de la Bienal de Flamenco de Sevilla, Roció Molina, a sus 26 años de edad, logró llenar el gran Teatro de la Maestranza con el peso de su nombre.  Un nombre ganado a pulso, y una fama cultivada con inteligencia y mucho, muchísimo trabajo.  No me cabe duda que “Molina” como le jalea su gente, es un genio, un prodigio, un portento de la danza y probablemente la mejor bailaora del panorama actual.  Lo que ocurre es que el flamenco le gusta menos que otras cosas, y es obvio que, como todo ser humano, debe seguir su propio sueño y visión, cosa que hace honrada, valiente y eficazmente. 

 

Como cualquier persona que ocupa una butaca de teatro para presenciar cualquier tipo de presentación, lo hago esperando pasarlo bien, por muy superficial que eso suene.  Porque hasta escuchar una siguiriya desgarradora es “pasarlo bien”, la famosa catarsis que definieron los griegos.  En esta obra falta la energía del flamenco.  Faltan los contrastes.  Falta cante.  En el programa de mano se lee que la obra muestra “el movimiento latente que es la vida”, pero “Cuando las piedras vuelan” es largo, lento, melancólico, oscuro, deprimente y norteño en su concepto.

El mayor destello de vida y flamencura, aunque sea breve, y que cae como un alivio, viene con los tangos de Triana, que automáticamente envía una carga eléctrica al público.  Pero nuevamente el oído aficionado quiere cante, y sólo es servido hilos de melodía en voces líricas y cancioneras.  Me consta que la intención de Rocío es precisamente esta, porque es una joven con las ideas muy claras.  También tuvo claro que el director de la obra sería el prestigioso Carlos Marquerie.  Parece ley de vida, los directores y guionistas ajenos al flamenco producen obras de gran calidad, exentas de flamenco.  Insisto: el género flamenco no es para Rocío prioridad. 

Hay efectos audiovisuales, algunos más impactantes que otros.  Confieso que me han fascinado los primeros planos de buhos (¿lechuzas?) – menos fascinantes son las abundantes piedras blancas, que además, no vuelan sino que sirven de instrumento para dos percusionistas que las tocan con zapatos en las manos.  Rocío en paños menores (¿bañador de dos piezas?), no es que ofenda, todo lo contrario, sino que no se explica.  Zapateo sobre plancha metálica con amplificación. Una cámara de vídeo en el techo que proyecta la imagen en directo de la vista de pájaro del baile.  Alegrías de voz sin guitarra y sin marcaje de compás, conduce a un baile casi convencional, y te preguntas ¿qué necesidad había de lo demás?  La respuesta es que Molina no busca la estética del flamenco, sino que se empeña en crear la suya propia.

La música de los guitarristas Juan Antonio Suárez Cano y Paco Cruz es etérea e indecisa, y no se finge siquiera una comunicación entre guitarra y baile; cada elemento se mueve en su propio mundo fantasioso.

No pretendo dar mi opinión en cuanto a “Cuando las piedras vuelan”, sino dar parte para que la persona que compre una entrada sepa por donde se mete.  Rocío Molina sigue encontrando nuevos caminos, su imaginación no parece tener límites y emociona al observador sin esfuerzo aparente.  Este es un trabajo de gran nivel, sincero, admirable y bien currado.  Está contraindicada para aficionados.

“EL ESPEJO EN QUE ME MIRO” DAVID LAGOS
Teatro Alameda. 23.00 h

Texto: Estela Zatania

Cante: David Lagos. Guitarra: Alfredo Lagos. Palmas: Carlos Grilo, Lúa. Percusión: Perico Navarro.

Del Teatro Maestranza con casi dos mil personas, al humilde Teatro Alameda donde apenas se reunieron unas cien para el recital de uno de los más interesantes jóvenes cantaores del momento, fue una transición tan dramática como edificante. ¿Qué significa?  Significa que las obras de baile conceptual despiertan el interés de un público internacional, y que nunca me haré rica hablando de flamenco.

Incómodos asientos de plástico en lugar de butacas de terciopelo, pero ellos, los que no tuvieron interés en asistir a este recital, se lo perdieron.  De la insistente melancolía de Rocío Molina, pasamos a la energía vital del flamenco, gentileza del jerezano David Lagos con su hermano Alfredo Lagos a la guitarra. 

Un caluroso aplauso recibió a los dos artistas.  David empezó con martinete y cabales, luego, dedica soleá de Triana a Sevilla y Triana, “el primer sitio que ha reconocido mi trabajo”, una indirecta que refleja el caso omiso que se le aplica en Jerez.

La dulcemente hiriente voz de David, redonda y varonil, voz de pecho sin imposturas, interpreta un tema de su disco inspirado en Antonio el Sevillano al que va dedicado.  Tangos inspirados en, y dedicados a Enrique Morente y malagueñas dedicadas al “cantaor más injustamente olvidado de Jerez, don Antonio Chacón”. Bulerías pa’ escuchar “de mi tierra”, excelentes, y otra dedicatoria, ahora las cantiñas para el querido Chano Lobato.

Al final, las bulerías con el poderoso trasfondo que aporta el haber cantado para baile y la bellísima y sincera compenetración de los dos hermanos pusieron en pie a todos los presentes.


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