XV BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA. 'Café de Chinitas' Balet Nacional

XV BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA
‘CAFÉ DE CHINITAS’
Ballet Nacional de España
Dirección y coreografía: José Antonio
Dirección de escena, vídeo y espacio escénico: Lluís Danés
Interpretación musical y armonización: Chano Domínguez y grupo
Artista invitada: Esperanza Fernández
16 y 17 de septiembre – Teatro Maestranza – 20:30 horas

ESPECIAL BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA 2008

Texto: Estela Zatania
Fotos: © Archivo Bienal de Flamenco, Luis Castilla

Director: José Antonio. Bailarines principales: Ana Moya, Elena Algado, Miguel A. Corbacho. Primeros bailarines: Cristina Gómez, Esther Jurado, Jesús Carmona, Sergio García. Solistas: Aloña Alonso, Esther Esteban, Jéssica de Diego, Tamara López, José Manuel Benítez, Francis Núñez, Isaac Tovar. Cantaores: Isabel Soto, Manuel Palacín, Momi de Cádiz. Guitarra: Diego Losada, Enrique Bermúdez, Jonathan Bermúdez. Percusión: Samuel Flores. Pianistas: Juan Álvarez, Juan José Sánchez. Artista invitada: Esperanza Fernández. Interpretación Musical: Chano Domínguez y grupo. Marina Albero (teclado), Jordi Bonell (guitarra),  Guillermo McGill (batería), Mario Rossy (bajo).

Cuando cuarenta mil personas han bajado a Sevilla para asistir al concierto de Madonna en el Estadio Olímpico, otros hemos acudido al Teatro de la Maestranza para un acontecimiento menos mediático, pero destacable dentro del género del flamenco teatral.

Originalmente creada para conmemorar el centenario del nacimiento de Salvador Dalí, esta reinterpretación de la clásica obra ”Café de Chinitas” fue estrenada en el 2004 por el Centro Andaluz de Danza.  La versión original, obra de la legendaria Argentinita, vio la luz pública por primera vez en Estado Unidos en 1943.  Basada en los famosos arreglos de Federico García Lorca de ocho Canciones Populares, y con telones originales de Salvador Dalí, la obra es una magnífica cápsula de tiempo que sesenta y cinco años después de su creación, no sólo reproduce la estética posmoderna de la época, sino que mantiene su absoluta relevancia artística; con la ayuda de José Antonio, director del Ballet Nacional de España y responsable de la coreografía, la genialidad de Dalí y Lorca traspasa fronteras culturales, geográficas y generacionales.

El surrealismo e incluso el esperpento conforman la estética de una obra llena de referencias al amor, la muerte, el sexo, la vida interior de todo ser humano. Los ciclistas con tocas que son hogazas de pan, los bichos correteando por tres enormes globos oculares, los relojes medio derretidos que flotan como bellos preservativos, los curiosos cajoncitos que lentamente se abren y se cierran solitos, los repulsivos gusanos en movimiento que ambientan el final de un convencional baile por soleá… La obra está repleta de elementos visuales, cortesía de Dalí, que nos inquietan y restan toda cotidianeidad.  Y a todo esto, las aparentemente inocentes melodías que todos conocemos desde la niñez: el Zorongo, Los Cuatro Muleros, el Anda Jaleo, la Tarara o la misma Café de Chinitas entre otras, intercaladas con palos tan básicos como la soleá o la siguiriya.  Gracias a la sabia dirección de José Antonio, esta complicada propuesta logra el difícil equilibrio entre el baile y el teatro que tanto se le escapa a otras producciones.  Estás viendo bailar y escuchando música, y un lujo de elementos teatrales enriquece la experiencia dando una dimensión profunda sin alejarse de la estética del flamenco.

Ningún componente del grupo es especialmente notable, y probablemente cualquiera de ellos pasaría desapercibido en cualquier compañía.  Con una importante excepción.  Esperanza Fernández, una cantaora que nunca me había llamado la atención, aquí es magnífica en todos los sentidos.  Pone el punto de calor humano en una obra que casi asusta.  Con su voz llana y directa te rescata de ese mundo oscuro en momentos oportunos, y sin ella la presentación carecería de coherencia y alma.  Además de cantar, es una gran intérprete jugando simultáneamente a ángel, espectro, narradora y cómplice de la acción. 

También es destacable, en una obra llena de elementos destacables, la escena de la Tarara de la vedette travestí, papel representado por el mismo José Antonio. Su locamente cutre baile con abaniquito, y los gestos a lo Marilyn de Esperanza, dan un espléndido toque de frivolidad que acaba con el sonido de tambores y la cruel persecución de la vedette.  Tampoco está ausente la patética figura de Lorca en su traje blanco, sombrero y pajarita. 

Un fin de fiesta donde toda la compañía baila por sevillanas, pone el colofón a esta obra maestra, un clásico imprescindible de la cultura española.


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