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La jornada de domingo del festival de La Unión
empezó a las 20.30h en el Museo Minero con la conferencia
“La copla popular y flamenca: Enrique Morente”
del escritor Francisco Gutiérrez Carbajo, y casi nos
faltó tiempo para llegar al teatro para el espectacular
cartel de cinco figuras que logró llenar nuevamente
los mil doscientos asientos de la venerable catedral del cante.
El Capullo se inventa a sí
mismo cada mañana cuando se levanta
Un golpazo del compás jerezano y la personalidad del
Capullo de Jerez para poner las cosas en su sitio directamente.
“Es la primera vez que vengo a La Unión y m’an
dicho que este festival es muy importante”…hombre,
sí, pero tú tranqui y haz aquello que tan bien
sabes hacer. Y los metió a todos en el bolsillo como
siempre hace con su soleá por bulería incluyendo
algún estilo de soleá y varios cantes de pura
cosecha propia, porque esta forma nacida en los tabancos de
Jerez admite bastante creatividad. Fandangos originales…es
que el Capullo se inventa a sí mismo cada mañana
cuando se levanta…sabrosos tangos con su fraseo inconfundible,
y vemos a un Diego Amaya milagrosamente transformado, acompañando
con su guitarra este repertorio que se podría describir
como ‘popular’, en el buen sentido de la palabra,
como si nunca hubiera tocado de otra manera. Un verso dedicado
a las víctimas de un atentado reciente con el coro
“Lucha por la libertad” inspira un emocionado
aplauso. Siguen las improvisaciones por bulerías, “en
La Unión me veo”, y este hombre instintivo, carismático
y flamenco a más no poder abandona el escenario para
dejar paso a la gran chanteuse del flamenco.
Hasta el prieto moño que
luce es un poema de elegancia y tradición
Carmen Linares es el polo opuesto en todos los sentidos.
Cada cosa en su sitio con esmerada atención y hasta
el prieto moño que luce es un poema de elegancia y
tradición. Había un tiempo en que Carmen se
dejaba llevar por el camaronismo pero ahora sólo queda
el ocasional ‘portamento’ vocal, el deslizar entre
nota y nota dando un momentáneo toque árabe.
Malagueña y rondeña, cantiña y romera
(una alegría del Pinini, no la del Chaqueta) para abrir.
Guapa y serena en terciopelo color chocolate, la cantaora
siguió por soleá metiendo canción aquí
y allá como si de bulerías se tratara, pero
musicalmente bien construido todo. El toque algo futurista
del maestro Juan Carlos Romero y su deseo de protagonismo
parecen no molestar a Carmen tanto como a la que escribe estas
palabras. Siguiriyas con cabal y bulerías para terminar.
Su línea minimalista, su
dignidad, su absoluta elegancia y su rigurosa seriedad son
cualidades que ponen ejemplo
Después del descanso, más veteranía
en esta noche de veteranos en la persona del legendario bailaor
madrileño Eduardo Serrano ‘El Güito’.
El bailaor ha quedado algo estancado, no vayamos a engañarnos,
pero su línea minimalista, su dignidad, su absoluta
elegancia y su rigurosa seriedad son cualidades que ponen
ejemplo para los jóvenes bailaores del nuevo milenio
que con demasiada frecuencia se olvidan de mirar hacia atrás
para tomar una lectura, como había aconsejado Ortiz
Nuevo en su conferencia. La compañía está
mucho más preparada que cuando la vimos hace unos meses.
Son buenos profesionales todos, especialmente el guitarrista
Felipe Maya, padre del joven Jerónimo. Dos bailaores
no nombrados en el programa, la bailaora Eliezer Truco, cantaores
José Jiménez y Leo Triviño y segunda
guitarra Juan Serrano proporcionaron un buen respaldo. La
emblemática soleá que baila Güito hace
que nos demos cuenta de que es un baile cayendo en el desuso
ya que actualmente es la soleá por bulería (o
bulería por soleá si preferís) que más
se interpreta, con gran diferencia. La soleá del Güito
es todo drama, peso, silencios y expectación, con el
ocasional alivio rítmico. También bailó
farruca, y la Truco, un taranto respetable. Un baile a dúo
por alegrías de los dos bailaores recordaba los mejores
años del Güito con Mario Maya cuando esta pareja
revolucionó el baile flamenco masculino.
Por soleá con toda
la tradición de su historial familiar y mairenero
Juan Peña ‘Lebrijano’ se coloca en el
escenario al lado de su sobrino, el joven guitarrista Pedro
María Peña y dos cantaoras de coro. Su canción
con el estribillo “truenan”, tan conocida por
los aficionados, sirve de entrada. Bamberas al 6 por medio
sirve de vehículo para los romances tan cultivados
por su familia. Una especie de popurrí de cantiñas
recoge alegrías tradicionales, mirabrá, alegrías
de Córdoba y otros retales, todo sabiamente ligado.
Una repentina descarga de la máquina de humo hace que
el simpático cantaor exclame “¡qué
maravilla, parece que estoy en el cielo!”, y es la entrada
perfecta para la bulería “Sueños en el
aire” de su última grabación. Por soleá
con toda la tradición de su historial familiar y mairenero,
más bulerías y su creación “galeras”
para terminar.
Todo fue posible para el cantaor
de Aznalcóllar.
Recta final y espectacular con El Cabrero acompañado
por Manuel de Palma. En esta parte de la geografía
el cantaor goza de una enorme popularidad. De hecho, la emoción
del público fue algo extraordinario, y no parecía
importarles la frecuente desafinación del cantaor ni
algunos cantes desaconsejados como la siguiriya o la soleá.
Por bulería se defendió mucho mejor, especialmente
con una canción en tono menor “La lluvia”.
El público, SU público, exigía más
y más…malagueña, rondeña “con
un tufo auténtico” como afirmó el Cabrero,
fandangos, milonga, el carcelero de Caracol, más fandangos,
bulerías, martinete….todo fue posible para el cantaor
de Aznalcóllar.
Texto y fotos:
Estela Zatania
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