Teatro Lope de Vega. 'Yo misma, Juana Amaya'

 

'YO
MISMA, JUANA AMAYA'

Teatro Lope de Vega, Sevilla,
29 de septiembre, 21 horas

XII Bienal de Sevilla
2002

Juana Amaya

Artistas invitados: Rafael Campallo, Andrés Peña,
Juana la del Revuelo.

Guitarristas:Paco Fernández, Martín Revuelo
hijo, Román

Cantaores: El Extremeño, Juan José Amador, Mari
Vizárraga, Herminia Borja

Igual que las demás hembras que acudimos al Teatro
Lope de Vega la noche del 29 de septiembre, acepté
un clavel rojo de las azafatas en la entrada, un gesto bonito,
pero vaya engorro arriba en el paraíso donde el espacio
apremia, y encima con la cámara oculta porque la voz
en off advierte en varios idiomas que está prohibido
hacer fotos “con o sin flas”. Pero el paraíso
tiene sus ventajas también si cultivas el arte de reconocer
a la gente desde vista aérea. Joaquín Cortés,
La Yerbabuena, Yoko Komatsubara además de medio pueblo
de Morón… Juana no es una bailaora que deja indiferente
a nadie.

El programa arranca por tangos, una forma eminentemente bailable
que goza de renovado interés últimamente, con
las dos Juanas: la Amaya y la del Revuelo. Ésta última,
caricatura de gitana antigua con su delantal y pololos, desprovista
de su habitual cesta en esta ocasión, con su cante
sabroso y divertido si algo repe y necesitado de material
nuevo. Seguidamente, mini-ronda de tonás… mini no
en calidad sino en cantidad, entre el Extremeño y Juan
José Amador. En Morón corría la voz que
Juana había decidido no presentar una 'obra' propiamente
dicho, sino un espectáculo tradicional de flamenco
para teatro, es decir bailes y cantes sin hilo argumental,
y esto es lo que se ofrece. El cante a palo seco sirve de
entrada para el baile por siguiriyas de Juana Amaya, vestida
de mono negro, una versión actualizada de la Carmen
Amaya a quien tanto admira. El acompañamiento en tono
de rondeña con una cuerda transportada convence que
decididamente, este invento no es de los más oportunos
que ha ofrecido la nueva generación de tocaores. Dicho
de otra manera, opino que es una aberración de tamaño
olímpico que priva la siguiriya de su carácter
siempre trágico por encima de todo, y la convierte
en un lejano recuerdo dulceamargo digno de Debussy. Pero luego
los chavales me acusan de intransigenta así que no
insistiré mucho…

El bailaor Andrés Peña realiza un baile tradicional
por soleá…casi demasiado tradicional hoy en día
cuando nos tienen tan acostumbrados a 'sorpresitas', pero
no, se valió de su alto nivel técnico, su elegancia
y un atrás sumamente competente.

De nuevo le toca el turno a Juana del Revuelo, esta vez por
bulerías, haciendo el repertorio que poco ha variado
desde el big bang. En ese instante tengo otra revelación:
los grandes cantaores de los cantes correspondientemente grandes
pueden permitirse un repertorio 'permanente', pero los cantes
festeros en voces festeras necesitan ser renovados con cierta
regularidad o llegan a cansar. La Revuelo se extiende excesivamente…
por mucho… haciendo un numerito más propio de festival
de verano y dando la impresión del 'show de la Revuelo
con la colaboración especial de Juana Amaya'. ¿No
habrá un término medio entre las obras impecablemente
ensayadas y estériles y una fiesta improvisada? Como
punto positivo, el micrófono inalámbrico proporcionaba
un sonido natural y texturizado creando el efecto de una voz
no amplificada mientras que la cantaora paseaba por el escenario
a su antojo.

Alegrías de Rafael Campallos, un joven bailaor con
estilo flamenco, varonil y serio que no peca de muecas y posturas
tipo 'macho ibérico'. Se quita la chaqueta, se remanga
la camisa… me da tiempo de otra revelación… hoy
en día se ven tantas cantaoras como cantaores, uno
de los adelantos más positivos de la nueva era flamenca.
Seguidamente llega el pensamiento: el espectáculo sabe
mucho a 'apaño'… poco Juana Amaya, poco 'cuerpo de
ballet', y mucho solista. ¿Y qué pasa hoy en
día que el repertorio de baile haya quedado tan extraordinariamente
limitado? Ya no se llevan caracoles ni garrotín, ni
caña, ni tangos del Piyayo, ni mirabrá, ni guajira…
de alguna manera casi todo se reduce a soleá por bulería,
incluso cuando haya empezado por soleá, alegrías
y hasta siguiriyas a veces, y todo se baila con el mismo 'look'.
Campallo acaba por bulerías con la pericia del Extremeño
cantando bulerías extremeñas entre otras.

Vuelve Juana Amaya con soleá por bulería. Un
cierto exceso de pies, pero siempre como vehículo de
expresión. Su magnetismo es arrollador y su poder físico
hasta sorprendente… de cerca parece tan poquita cosa, igual
que su ídolo Carmen. El baile se disuelve en soleá,
pero dura poco, y rápidamente nos mete de nuevo en
el carril de la soleá por bulería. El Extremeño
le canta por su segunda patria, la de Utrera, recordando a
la Serneta.

El vestuario es pobre para tanto nombre y presupuesto. En
los espectáculos flamencos de los últimos años
los colores han quedado vedados y en toda la Bienal la ropa
tiende a marrón y negro, contribuyendo a una estética
austera. En una manifestación desorbitada de antifolclorismo
las mujeres no llevan flores ni pendientes. Existe el minimalismo
y existe la austeridad. Cuando Martín Revuelo dibuja
circulitos en el aire con su dedo índice para representar
las piruetas que no ha dado, esto es minimalismo en el sentido
más perfectamente flamenco de la palabra. La falta
de color es un castigo ocular por el cual protesto aquí
y ahora.

Sale Juana vestida de otro mono negro y acompañada
de los dos bailaores para una bulería que conduce al
fin de fiesta. El recurso de la niña pequeña
que interviene con su pataíta es un lugar común
que pocos grupos tienen el buen gusto de omitir, pero en esta
ocasión es la hija de Juana Amaya, con la misma edad
que tenía su madre cuando la vi bailar por primera
vez en la piscina municipal de Morón de la Frontera.
Esta criatura o tiene los genes o la afición o la bendición
de Dios, o una acertada combinación de las tres cosas,
pero lo que está claro es que la niña ya sabe
mandar y posee la chispa de su madre.

Texto y fotos:
Estela Zatania

 

 

 



Salir de la versión móvil