Nimes, 29 años sin complejos

Festival de Nimes 2019

Festival de Nimes 2019

Acaba de finalizar la 29ª edición del Festival Flamenco de Nimes y este sería el momento perfecto para hacer un balance si no fuera porque no es ese el propósito de este artículo. Más bien lo que nos pide el cuerpo es recopilar algunos de los mejores momentos vividos estas jornadas –solo la mitad del festival- en esta hermosa ciudad francesa.  

Manuel Moraga

El mejor recuerdo, sin duda, el de los teatros llenos todos los días, algo que no solo agrada a artistas y organización, sino también a este observador que constata una vez más la capacidad de convocatoria que tiene este arte fuera de nuestras fronteras. Ya quisieran muchas programaciones españolas poder decir lo mismo,  no porque falte la calidad en los carteles, sino porque en nuestro país seguimos teniendo un problema de públicos para el flamenco.

Con el teatro lleno, Leonor Leal representó Nocturno, una obra complicada de mantener –solo con guitarra, percusión y baile, es decir, sin cante- pero que Leonor supo construir asumiendo un nuevo reto en su lenguaje, mucho más libre. Algunos de los pasajes más interesantes surgieron de los diálogos entre danza y percusión, con cambio de papeles incluido: Leonor tocando la batería de Antonio Moreno y percutiendo; o  Antonio abandonando el fondo del escenario y viniendo al proscenio para asumir un papel dramático en la obra, más allá del estrictamente musical. Notas de desenfado y de talento que hicieron más brillante el espectáculo.

Los encuentros suelen generar grandes momentos y el que tuvo lugar entre Chicuelo y José Luis Montón no defraudó. En el escenario, dos magníficos guitarristas, dos personalidades tremendamente creativas y dos mundos musicales radicalmente distintos, es decir, se daban todos los elementos para la tormenta perfecta en el mejor de los sentidos. Cada uno, por separado, defendió sus propias composiciones, pero para el recuerdo quedan las dos piezas que interpretaron  al alimón para cerrar el espectáculo. Dos composiciones de Chicuelo que Montón trabajó para desdoblarlas y convertirlas en piezas para dos guitarras: pasajes comunes, pasajes complementarios, melodías que se entrecruzan, armonías que abren mundos de color, espacios para la improvisación… Dos auténticas joyas musicales con las que estos caballeros de la guitarra nos obsequiaron al final de sus respectivos recitales.

Muy brillante resultó también en su conjunto el recital de Dani de Morón, uno de los guitarristas más interesantes de nuestro tiempo y con mucho futuro en sus manos. Dani ha conseguido crear una guitarra propia y absolutamente reconocible. No le falta nada: tiene técnica, fuerza, un sentido rítmico apabullante y, sobre todo, un mundo expresivo tremendamente original. Vino a Nimes a presentar su reciente trabajo discográfico (titulado 21) en el que colaboran un buen número de grandes cantaores y, en esta ocasión, se hizo acompañar por dos de ellos: Jesús Méndez y Duquende, además de los Mellis. Como decimos, es difícil seleccionar un momento en un recital tan redondo y lleno de energía, pero quizás podríamos destacar las dos bulerías en las que coincidieron los dos cantaores invitados: dos voces gitanas casi opuestas en lo estético pero igual de hirientes en el corazón arropadas -y hasta empujadas- por el nervio creativo de Dani de Morón. Una actuación que difícilmente podremos olvidar.

Al día siguiente Arcángel presentó Tablao en el teatro Bernadette Lafont, es decir, que llevó ante más de 1000 personas un espectáculo pensado para recrear el flamenco en ese espacio de proximidad que es el tablao. Ese fue su reto ya que era la primera que lo hacía, según confesó él mismo, y el resultado fue más que notable. Las peleas de fandangos, los clásicos ‘momento-rumba’ o ‘momento-sevillana’, la solemnidad del cante valiente con el único acompañamiento de la guitarra… todas esas escenas que forman parte de la vida de estos históricos espacios flamencos tuvieron su reflejo en este montaje. Por elegir algunos momentos, destacaría los magníficos cantes por soleá que hizo Arcángel con un aire muy añejo, reforzado por un tempo airoso, como el de las antiguas grabaciones de pizarra, y también la rumba bambinera que se marcó Vicente Redondo El Pecas, con toda la gracia y el drama que paradójicamente exigen estos estilos tan personales.

También es difícil destacar pasajes aislados de la actuación de María Terremoto, una cantaora todavía muy joven pero que ya lleva tiempo siendo artista, con todo lo que ello conlleva de saber estar en un escenario, de crecerse, de echar coraje para salir de las adversidades –que las tuvo-, etc. Quizás la segunda parte de su actuación, con la voz ya caliente, fue más emotiva, y podríamos señalar las bulerías por soleá  y las bulerías, éstas últimas con baile incluido. Cantes difíciles que María defendió no solo con solvencia, sino que brilló en esa búsqueda de la complejidad que aportan los matices.

Por su parte, Ana Morales entró Sin permiso en el teatro y planteó una obra muy personal, tanto que está inspirada en su padre. Con una dramaturgia muy trabajada y un sentido de montaje muy compacto en el que el valor de cada pasaje depende del que le precede y del que le sigue, preferimos destacar un aspecto más genérico como la valentía de la bailaora para buscar nuevos lenguajes. Ese camino le hace desarrollar sus posibilidades  expresivas y mostrarse ante el público plena de facultades y de sabiduría. Sin permiso es toda una lección de danza sin complejos.

En esta recopilación de momentos especiales vividos en el Festival de Nimes no podemos dejar de mencionar los que la misma ciudad nos ha brindado con su gran oferta cultural, su atractivo urbanismo  y su gastronomía. Y también con los estrechos vínculos que sus habitantes tienen con nuestro país.  Miles de españoles cruzaron la frontera para huir de la guerra civil –más bien de su nefasto desenlace- o de la precariedad de la posguerra y echaron raíces en esta tierra de acogida. La mayoría de los habitantes de esta ciudad tiene algún tipo de nexo familiar con España y prácticamente no es necesario hablar francés para hacer vida en Nimes. La simpatía de estas gentes nos ha brindado también muy buenos momentos de tertulia y de aprendizaje.

El año que viene será un gran reto para el Festival Flamenco de Nimes ya que va a cumplir nada menos que 30 años de vida. Tres décadas mostrando lo mejor de nuestra producción flamenca sin –de nuevo- ningún tipo de complejos ni pautas limitantes: desde el flamenco más ancestral a las tendencias más vanguardistas. Así es el flamenco y así lo cuenta este Festival.

Fotografías: Sandy Korzekwa

 

Salir de la versión móvil