Manuel de Paula en las Noches Brujas del Corral de la Moreria

Texto: Isaac Rodríguez
Fotos&video: Rafael Manjavacas

Parra, Unamuno y Séneca

SUMA FLAMENCO 2012

MANUEL DE PAULA

NOCHES BRUJAS del Corral de la Moreria
9 junio – 1.20h noche

 

Cante: Manuel de Paula
Guitarra: Curro Vargas

Segunda entrega de las “Noches Brujas” y segundo lleno en el Corral de la Morería, a la una y media de la madrugada. Esto demuestra que el flamenco de verdad y a bocajarro sigue interesando al público más cabal de la Villa y Corte.

Tras la excelente actuación, el pasado sábado día 2, del jerezano Jesús Méndez, hoy le tocó el turno al cantaor de Lebrija Manuel Valencia Carrasco, conocido para el arte como Manuel de Paula. Y en los sábados venideros, podremos disfrutar del buen hacer de otros grandes jornaleros del cante, de distinta y singular procedencia: Carrete de Málaga, de Málaga; Flamencos de Morón, de Morón; y Tomás de Perrate, de Perrate –digo, de Utrera–.

Manuel Valencia, lebrijano del cincuenta y seis, pertenece a una larga familia cantaora en la que destaca también, por citar solo a uno, el poderoso Curro Malena. Manuel se hizo profesional siendo un niño, ha grabado ya una decena de discos y ha actuado en escenarios de medio mundo, sobre todo con Mario Maya, el bailaor al que acompañó durante varias temporadas.

Pero esta noche era la primera que escuchábamos a Manuel de Paula, solo ante el toro, en una plaza de Madrid, la de más solera. Y aunque venía con muchas ganas de triunfar, no hizo méritos suficientes para abrir la puerta grande. Tampoco salió por la falsa, que está al pie de la cocina. Creemos que se sintió un tanto incómodo en el tablao, tal vez porque le faltaran los monitores o tal vez porque le sobraran los arrestos. El caso es que su cante no llegó a pellizcar, siendo de metal tan puro (Como oro en paño se titula el último disco que grabó, hace cuatro o cinco años).

Solamente en la soleá, al aire propio de su estirpe, nos sedujo de algún modo, aunque más en sus silencios que en sus tercios. Como Manuel de Paula es veterano en las artes dramáticas (Chachipén y Nómadas del camino son algunas de las obras flamencas en las que ha participado), se notan sus tablas: paseando por la palestra, apoyándose en la viga como cariátide, o sentándose con parsimonia en una silla huérfana que por allí estaba, el de Lebrija nos tenía en vilo mientras el guitarrista confeccionaba sus falsetas. Tan serio que parecía ausente, desafiante en su mística soledad, nos recordaba a Séneca, antonomasia del filósofo; o a Unamuno, pensando el sentimiento y sintiendo el pensamiento; o al rebelde y parranoico Nicanor Parra, el más genial antipoeta que ha engendrado la poesía. Digo que sus silencios anticipaban un latigazo de buen cante. Y así era, pero sin arrebatamiento.

Tampoco hizo mal las cantiñas que abrieron boca, ni la minera, ni la malagueña, ni la seguiriya, ni las bulerías del remate, con gracia, aroma e incuestionable compás, merced a las palmas de “el Mistela y “el Bola”, que andaban por allí y que se brindaron a jalearle. Nada hizo mal, insisto, pero nada que nos provocara el repeluco o nos hiciera pensar en lanzar cohetes. Y eso que su guitarrista, Curro Vargas, se untó de arrope las yemas de sus dedos infinitos.

Con todo, creemos que Manuel de Paula es un cantaor de extraordinaria solera y hondo decir que, cuando la ocasión se tercie, nos puede hacer pasar más de una noche inolvidable.

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