Festival de Jerez. Rafael Estévez, Nani Paños, Dospormedio & Cía. 'Sonata' Antonio Reyes, Rancapino

Resumen: Festival de Jerez. Rafael Estévez, Nani Paños, Dospormedio & Cía. 'Sonata' Antonio Reyes, Rancapino

XIV Festival de Jerez 2010
Rafael Estévez, Nani Paños, Dospormedio & Cía. “Sonata”
Antonio Reyes, Rancapino
Jueves, 11 de marzo, 2010. Jerez de la Frontera

 

 

La primera cita del jueves en el Festival de Jerez, fue en la Sala Compañía a primera hora de la tarde.  La encantadora sanluqueña, Encarnación Marín “La Sallago” deleitó al público hablando del poder de La Paquera, sus recuerdos de Manolo Caracol, Fernanda de Utrera, Perla de Cádiz, María Vargas y Pastora Pavón entre otros.  Con “91 años y 2 meses” parecía tener más energía que otros artistas la cuarta parte de su edad, y cantó por siguiriyas, bulerías, saeta, soleá y fandango, así cerrando el ciclo “Vivencias” que ha sido un nuevo apartado del festival este año.

Rafael Estévez & Nani Paños, Dospormedio & Cía. “Sonata”
Teatro Villamarta, 2100h

Bailarines: Rafael Estévez, Nani Paños, Antonio Ruz (artista invitado), Rubén Olmo (artista invitado), Rosana Romero, Álvaro Paños, Rosana Romero. Piano: Edith Peña. Idea original,coreografía y dirección: Rafael Estévez, Nani Paños. Música: Padre Antonio Soler.

La notable pareja artística de Rafael Estévez y Nani Paños, una colaboración que nos dio sorprendentes obras como “Muñecas” o “Flamenco XXI: Ópera, Café y Puro”, Premio Revelación del Festival de Jerez en 2008, llegó al Villamarta con su creación “Sonata”.  Mediante más de 25 piezas del maestro Padre Antonio Soler (1729-1783), la respuesta española a Scarlatti, se ofrece una serie de coreografías con pocas costuras. 

A pesar del considerable talento y creatividad de Estévez y Paños, el resultado es una obra lenta, oscura y excesivamente larga, que a ratos parece un taller de baile contemporáneo. Hay momentos geniales de frescura y gran belleza, pero son demasiado pocos.  Los movimientos robóticos que pierden novedad con tanta repetición, el ritmo nivelado con pocos contrastes, los movimientos a cámara lenta y el negro riguroso de casi todo el vestuario y decorado llegan a ser opresivos.  De la moda cansina de escasa iluminación (no en todo, sino en la mayor parte de la obra), que priva al respetable de una dimensión visual y elimina el importante elemento de la expresión facial de los intérpretes, no dejaré de quejarme.

Por el lado positivo, se agradece el sabio empleo de los palillos, la disciplina de los bailarines, el fascinante baile estilizado de Estévez (¡cualquiera se atreve a copiarle los brazos y manos!) y la vidita que aporta un breve baile por tangos que dura lo justito para destacar la marcha soporífera del resto de la obra.  Es probable que los mismos conceptos y movimientos, incluso la insistente oscuridad, aplicados al baile flamenco con cante y guitarra, darían un resultado espectacular.  También se agradecen los destellos de humor, y una jotica inesperada.

Admirable el deseo de investigar, conservar y renovar, admirable el talento de todos los intérpretes y admirable el duro trabajo que ha sido necesario para crear este espectáculo.  Pero el gozo del espectador de cualquier tipo de presentación, sea tragedia griega, sea obra existencial de Sartre o sea lo que sea, no puede sacrificarse ante el altar de los elevados conceptos, porque al teatro se acude voluntariamente y pagando.

 

 

 


Antonio Reyes, Rancapino
Bodega de los Apóstoles, 2400h

Los dos cantaores de Chiclana – no hay otros profesionales consagrados de dicha localidad – dieron lo mejor de sí en la Bodega de los Apóstoles la noche de jueves. 

Treinta años de vida, y una revolución en el flamenco separan al joven Antonio Reyes del veterano Alonso Núñez “Rancapino”.  Pero el medio empleado por ambos para expresar sus inquietudes artísticas es el mismo: formas cantaoras clásicas, y el acompañamiento de una guitarra, elocuente defensa de un tipo de cante que muchas personas quisieran que desapareciera.  Rancapino, por la época que le tocó vivir, y Antonio Reyes, en función de su propio criterio y placer, dieron sendos recitales de cante tradicional la noche de jueves en la bodega de los Apóstles, y ambos sobresalientes.

Dos palmeros, y la airosa guitarra de Antonio Higuero respaldaron la intervención de Antonio Reyes.  Hace tiempo que muchos esperamos que este joven cantaor rompa, y poco a poco va encontrando su camino.  Por soleá, interpretó una variedad de estilos, desde Alcalá y Utrera, hasta Jerez y Cádiz, con sensibilidad y de muy buena voz.  Por tangos, hubo alguno de Granada y un fandango por tango, además de retales personales, porque igual que las bulerías, es un palo que requiere un toque de originalidad.  Siguiriyas con una versión escueta de Juanichi el manijero para terminar, bulerías recordando a Antonio Mairena y una zambra, composición de Paco Cepero que se encontraba entre el numeroso público.

La guitarra de Fernando Moreno acompañó el cante del gran veterano Rancapino, de los pocos de esa última generación de cantaores vivenciales, es decir, que no haya aprendido de grabaciones.  Dedica su actuación a la memoria de Fernando Terremoto, e interpreta unas malagueñas sin que suene a Aurelio (como solía ocurrir), y con mucho más sentimiento que otras veces.

Cantando con las gafillas puestas, hasta por alegrías duele – el desgaste de los años, y una pérdida personal todavía reciente, convirtieron este palo “ligero” en profundo.  Por solea, emocionado y emocionando, fandangos y bulerías gaditanas. 

El público le exige bis, y Rancapino canta por siguiriyas con una sensibilidad que pocas veces hemos visto en él.


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