Festival de Jerez. Manuela Carrasco 'Romali' – Sonia Miranda – María Juncal

Manuela Carrasco “Romalí, Danza de los gitanos”
Sonia Miranda
María Juncal “La hora de los milagros”

Domingo, 2 de marzo, 2008. Jerez de la Frontera

Fotos: Ana Palma

Sonia Miranda
Palacio de Villavicencio 1900h
 
Texto: Estela Zatania

Hasta hace sólo treinta años, la participación de la mujer en el cante fue mínima, tanto para baile, como “alante”.   Sin embargo, en el 2008 hay tantas jóvenes mujeres como hombres.  Sonia Miranda, sevillana de 33 años, pertenece a esta nueva ola, además estar marcada por el marchamo inconfundible de la academia Cristina Heeren caracterizado por un decir lírico, muy apto para el gusto actual.  Hasta ahora Sonia ha sido la única artista del festival que ha tenido el detalle de recordar a Gaspar de Utrera que falleció el miércoles, y lo hizo no sólo con palabras, sino recreando versos por tientos tan ligados al desaparecido maestro como “Al escucharlo temblé” o “Las lágrimas”.  Aplicó su dulce voz a malagueña, terminando con el fandango de Frasquito, siguiendo con soleá por bulería y siguiriyas.  Por cantiñas quiso abarcar un registro demasiado amplio, se defendió por bulerías y levantó al público definitivamente con una dramática interpretación de la zambra popularizada por Paquera, “Maldigo tus ojos verdes”.  Le acompañó el veterano guitarrista jerezano, José María Molero.

Manuela Carrasco
“Romalí, Danza de los gitanos”

Teatro Villamarta 2100h

Texto: Estela Zatania

Baile: Manuela Carrasco. Colaboración especial: Maha Akhtar. Artista invitado: El Torombo. Cante: Enrique Extremeño, José Valencia, Samara Amador, Mai Fernández, Pilar Carmona. Guitarra: Joaquín Amador, Ramón Amador, Román Vicenti. Percusión: José Carrasco. Músicos hindúes: Rajeeb Charaborty, Pandit Ramesh Misra, Sanju Sanhai.

¡Ay Manuela, como te queremos los aficionados!  Esa presencia, esa enjundia permanente, poderío, bella madurez artística y física, el embrujo de su exótica cara… estampa perfecta del baile flamenco clásico.  En resumidas cuentas, Manuela es perfecta, por imperfecciones que pueda tener.  Por este motivo el desacierto de haber incluido a la bailarina hindú (poco experimentada además), que misericordiosamente sólo adorna el comienzo del espectáculo, está perdonado y no se hable más.

Por lo demás, es un regreso al futuro pasado, un sorbito de lo sublime en su tropecentésima reencarnación, y los incondicionales de la señora no nos quejamos.  Si el flamenco actual está experimentando un agosto permanente, a otro nivel, el comunicativo o artístico, la cosa está cortita.  Entonces, Manuela Carrasco es un valor siempre a tener en cuenta.  Romance y alboreá para abrirnos el apeto (con Manuela no corresponden los diminutivos), y por siguiriya.  El sonido del suelo no puede ser peor – ¿cómo es posible que sea el mismo escenario donde han bailado tantos otros a lo largo de la semana?  El Torombo es otro que goza del indulto permanente por la energía descontrolada de su baile.  En contra de todo pronóstico, siempre acaba bien gracias al sincero entusiasmo del bailaor que provoca el primer aplauso emocionado de la noche. 

Una “fiesta gitana” por cante abandolao como una alternativa ternaria a la bulería, y mucha gitanería, y vivan los gitanos, y gitano gitano.  El insistente mensaje queda más desfasado que contestatario; debe haber otras maneras de defender una causa justa.

Alegrías de Manuela donde luce un emperifollado vestido blanco y salmón, y después, estamos en modo tablao con las tres cantaoras por tangos.  La soleá de Manuela con final apoteósico, el mismo baile de toda la vida que nunca le sale igual, es, como siempre el final del espectáculo.

María Juncal
“La hora de los milagros”
Sala La Compañía, 2400h

Texto: Manuel Moraga

Baile: María Carrasco. Cante: Roberto Lorente, David Vázquez y Juan Manuel Mora. Guitarras: Felipe Maya y Carlos Maldonado. Chelo: Sergio Menen.

La mejor escuela madrileña ha moldeado la forma de expresión de María Juncal: Ciro, Merche Esmeralda, Güito, Manolete, La Tati… maestros de Amor de Dios donde la bailaora canaria ha ido empapándose de conceptos como la elegancia, la sobriedad, la importancia e la estampa, la soledad escénica, la seriedad… Y todo enriquecido con una técnica depuradísima que no está sino al servicio de todo lo anterior.

María Juncal abrió con su farruca y ahí veíamos a Güito, a Gades y a los Pelao.  Composición  escultural de la figura, brazos rígidos rematados por manos vertiginosas, mirada recta, dramática, temperamento firme pero sin arrebato… Vamos, como debe ser la farruca clásica hecha con la dignidad que exige el estilo. Una belleza. El cante, las guitarras y el chelo fueron aliviando a la bailaora emparentada con la Gitana Blanca, musa de Julio Romero de Torres. Belleza sobre belleza.

Taranto y alegrías fueron los dos estilos que la Juncal bailó después. El taranto, mezcla de fuerza y sensibilidad; y alegrías llenas de vitalidad y sensualidad. Características que podrían haber resaltado todavía más con una iluminación menos general y más centrada en la bailaora. En medio, destacar el cante de Roberto Lorente, grandísimo aficionao –en el sentido más profesional-, cuya voz evoluciona por momentos y sus texturas son una delicia. María Juncal demostró la vigencia renovada de la escuela madrileña: perfección técnica como vehículo para dibujar conceptos y construir el sentido justo de cada baile.


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