XIV Festival de Jerez. Ballet Flamenco de Andalucía. Poema del Cante Jondo en el Café de Chinitas. Cristina Hoyos. Reseña

Resumen: XIV Festival de Jerez. Ballet Flamenco de Andalucía. Poema del Cante Jondo en el Café de Chinitas. Cristina Hoyos. Reseña

Ballet Flamenco de Andalucía
“Poema del Cante Jondo en el Café de Chinitas”
Viernes, 26 de febrero, 2010. 2100h. Teatro Villamarta, Jerez de la Frontera

Texto: Estela Zatania
Fotos: Ana Palma

BANDA SONORA LORQUIANA

Guión y dirección escénica: José Carlos Plaza. Coreografía: Cristina Hoyos. Música: Pedro Sierra. Bailaoras: Cristina Gallego, Rosa Belmonte, Marí del Mar Montero, Rocío Alcalde, Patricia Ibáñez, Zaira Santos, Marta Arias. Bailaores: José Luis Vidal, Jesús Ortega, Jacob Guerrero, Javier Crespo, Daniel Torres, Abel Harana, Juan A. Jiménez. Cantaores: Fabiola, Vicente Gelo, David Carpio. Guitarras: Andrés Martínez, Ramón Amador. Percusión: Roberto Carlos Jaén.

Con la actuación del Ballet Flamenco de Andalucía bajo la dirección de Cristina Hoyos, queda inaugurada la décimo cuarta edición del Festival de Jerez.  La ciudad se ha llenado de caras extranjeras, y hoy a mediodía cuando hubo cante espontáneo en una terraza cerca de la plaza Arenal, una japonesa se puso a bailar por bulerías y al instante se formó un gran círculo de entendidos dando palmas y ambientando la fiesta.  Así está el ambiente, y durante dieciséis días Jerez sin fronteras, normalmente más dado al cante y a la guitarra en lo que al flamenco se refiere, será la meca mundial del baile y la danza española.

La noche empezó con la voz de Isamay Benavente, directora del festival, lamentando la ausencia en el programa de Fernando Terremoto que falleció hace pocos días, y pidiendo que el primer aplauso del festival fuera para él.  Aquel homenaje quedaría como el momento más emotivo de una noche larga y coreográficamente plana a pesar de los mejores esfuerzos de un numeroso y bien preparado elenco, el obvio empeño de la responsable de la compañía, Cristina Hoyos, y una pingüe inversión económica.

Es posible que la Hoyos haya cometido el pecado mortal artístico de enamorarse de su propia obra.  Se enamoró del bellísimo vestuario y se enamoró de los recitados en off, de sus bailaores y bailaoras, del concepto de un espectáculo dentro de otro espectáculo y de un escenario motorizado que más bien parece una cama de columnas antropomórfica cuando se desliza de un lado a otro del escenario principal.  Como tantas otras obras actuales, esta padece los efectos de un libreto sobrecargado de confusas alusiones y simbolismo.  Si agregas bailes demasiado largos y una marcha nivelada que carece de contrastes, la receta no tiene pérdida y el resultado es una obra de las que te impulsan a mirar el reloj más que el escenario.

 

Probablemente fue más eficaz este espectáculo el verano pasado cuando fue presentado durante un mes en Granada en el Generalife de la Alhambra.  En aquel entorno dramático, se entiende quizás la necesidad de pintar a grandes brochazos y depender más del impacto visual que de las sutilezas artísticas.  Pero hay otros problemas.  Los bailes son repetitivos y previsibles dando cierto aire retro que llega a cansar, posiblemente el resultado de que Cristina Hoyos sea responsable única de toda la coreografía.  Luego, es admirable dejar que los componentes tengan sendos momentos “alante”, pero algunos bailes y solos de cante son excesivamente largos sin enriquecer la marcha de la obra.  Un histriónico episodio de saeta bailada, con velas, cornetas y tambores incluidos, pone a prueba la capacidad del respetable de asimilar tamaña sensiblería.

Por el lado positivo, las breves intervenciones de Cristina Hoyos ponen el punto más interesante.  A sus sesenta y tantos, tiene más energía teatral y dancística, o llámalo simplemente “ganas”, que todo el cuerpo de baile.  Su personalidad y ansias de comunicarse sirven para recordarnos que el baile flamenco es capaz de emocionar, incluso sin los grandes recursos de los que dispone esta obra.

También es agradable recordar las queridas canciones lorquianas basadas en el folklore español: el Anda Jaleo, el Zorongo, Café de Chinitas, Los Cuatro Muleros, La Tarara o El Vito entre otros clásicos componen la banda sonora de un país y una cultura que quedan identificados en la obra de Lorca, fuente inagotable de inspiración para artistas de diversas disciplinas.


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