Enrique Morente y Tomatito. Festival Flamenco Ciutat Vella 09

Resumen: Enrique Morente y Tomatito. Festival Flamenco Ciutat Vella 09

16 FESTIVAL FLAMENCO CIUTAT VELLA

Morente y Tomatito
19 de mayo
Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB)


Texto: Manuel Moraga
Fotos: Ana Palma

Especial 16 FESTIVAL FLAMENCO CIUTAT VELLA, programación, reseñas, fotos y videos

Así que pasen treinta años…

Treinta años. Nada más y nada menos. Ya ni los matrimonios duran tanto. La única referencia comparable es la de la hipoteca. Pues todo ese tiempo –que parece eterno en el caso de la hipoteca- es el que lleva el Taller de Músics trabajando con, por y para la música. Comenzó siendo un centro de enseñanza, pero la criatura fue creciendo –que no engordando- y Taller de Músics ha producido discos, representa artistas y organiza festivales como este Ciutat Vella que se acaba de inaugurar con Morente  y Tomatito.

Este año la nota humorística y teatral la puso una marioneta llamada Lola, que según ella, nació allá por 1948… Casi nada… Ella introdujo a los protagonistas de la velada: Enrique Morente y Tomatito con la percusión de Luky Losada. Comenzó el granaíno por alegrías y dando señales de tener la voz en forma, aunque todavía algo fría. Tomatito en un discreto segundo plano. Siguió la noche a ritmo de bulería en la que Morente fue metiendo las cosas de sus poetas, y en esa construcción narrativa, el Tomate va cobrando protagonismo y va incitando a Enrique a buscar el pellizco.

A todo esto, el hall del CCCB estaba hasta arriba. Cuando empezó las cabales, la voz ya estaba en su punto y el cantaor se fue creciendo, de la misma forma que Tomatito fue haciéndose cada vez más presente. En estos lances, el de Almería imprimió un ritmo endemoniado, no ya por la velocidad atípica de estas variaciones de cabales que suele hacer Morente, sino por la cantidad de recursos que José va introduciendo dentro de ese tempo ya de por sí acelerado. La cosa quedó graciosa, y Morente fue de cabeza a la malagueña, donde ya solo en el temple se gustó. Visitó a La Trini y a Chacón y, para rematar, dio una vuelta por Lucena que terminó en la Granada de Lorca… Y ahí se echaron en falta los coros que Morente suele llevar para su alivio.

Soleá de Maragall

Sabíamos que antes o después atacaría la soleá y así ocurrió. Previamente aprovechó para hablar al público y contar eso de que hoy se ha dejado los alfileres y las botas en casa –afortunadamente, porque le sientan como dos pistolas a un santo- y que ha venido a hacer flamenco clásico. Volvió a argumentar aquello de que el flamenco hay solo uno y que “luego estamos unos pocos estropeadores que lo estropeamos de vez en cuando, pero un poco nada más”… En fin, las cosas de Morente. Pero esta vez también quiso dedicar el cante por soleá a Pascual Maragall, ex presidente de la Generalitat de Catalunya y ex alcalde de Barcelona (conviene recordarlo porque el tiempo pasa rápido). Por cierto, que lo hizo de manera muy diplomática, es decir, guardando bien el protocolo… Son ya muchas tablas las de Morente.

Y ahí, en la soleá, disfrutamos de los mejores momentos de la noche, al menos en mi opinión. Hay que ver qué manera de templar que tuvo el Tomate… Qué aire más flamenco y qué forma de dolerse con la guitarra en esa introducción. Así lo entendió Morente, que le dio al Tomate el único óle –visible- de la velada, antes de acometer él el temple… Fueron momentos de arte en el escenario… Arte por ambas partes. Aire de soleares añejas, lentas como el buen toreo, en las que Morente incluso caracoleó. Sin duda, lo mejor, aunque hay que decir que faltó coordinación entre guitarra y cante en el remate.

Para finalizar el repertorio oficial, el cantaor tenía prevista la seguiriya, estilo en el que también suele encontrarse. Pero lo cierto es que en otras ocasiones le hemos visto acometerla con más fortuna. Dio la sensación de que iba ya un tanto obligado a esas alturas de recital y esos cantes son demasiado exigentes. Tomatito, sin embargo, fue pellizcando en todo momento. En los bises, una tanda de fandangos y, como el público insistió, tuvo que salir de nuevo a hacer unos tangos en los que otra vez se echaron de menos los coros de alivio y en los que también hubo una cierta descoordinación entre cante y guitarra en el cierre.

Recital, por tanto, muy clásico el que ofrecieron ayer dos artistas que nunca habían tocado juntos en Barcelona, a pesar de la larga trayectoria de cada uno de ellos. Han tenido que transcurrir treinta años para que Taller de Músics organizara ese encuentro como fiesta de cumpleaños…  ¡Qué deprisa pasa el tiempo!

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