Diego Carrasco & family. Tablao Villa Rosa de Madrid

Texto: Isaac Rodriguez
Fotos & video: Rafael Manjavacas

Gitano jipi

Diego Carrasco & Family
Tablao Villa Rosa
Jueves 27 de octubre 2011 – Madrid

Hubo fiesta la madrugada del 27 de octubre, merced a la gracia y el bien hacer de Diego Carrasco. Este cantaor jerezano fue el elegido para inaugurar el ciclo “Pinceladas flamencas en el Villa Rosa”, ese tablao mítico que, una vez más, resurge para el flamenco.

Video extracto de actuación

Dirigido por José Iriarte, con la coordinación artística de Jónatan Miró y el apoyo mediático de Rebeca García y David Shabani, el nuevo Villa Rosa se presenta con muchas ganas de dar que hablar. Y si no, que se lo pregunten al público variopinto que abarrotaba el local la noche que comentamos. Las mismas tablas que un día pisó Don Antonio Chacón, se emocionaron ayer con el baile tan verdadero de Marco Flores, un bailaor que nada tiene que envidiar a ningún otro y que sirvió de telonero al inefable y descomunal Diego Carrasco.

Paseando entre las mesas y saludando a numerosos amigos de sobra conocidos (Fran Rivera, Ramón el Portugués, María Toledo, Pablo Motos, …), comenzó su actuación este gitano hippy que disfruta cantando y nos hace disfrutar. Qué más da que lo haga por alegrías rumbeás, que recomponga las bulerías de los jereles, o que nos dé tralla con los tangos del trabilitran. Qué nos importa su voz de aguardiente, si su compás da envidia a los metrónomos. Qué poco perdemos cuando deja de cantar después de un latigazo; ganamos en suspense y en emoción contenida. Su cante es un cante de silencios, de chaparrones, de arrebatos; una ráfaga de duende y de alegría.

Pero todo esto no sería lo mismo sin su fámily: un bajo bombardero, un hijo dominando en el cajón y un Curro Navajita que toca la guitarra en aluvión de cometas plateás. Claro, que el público, plagado de artistas, tan entregado estaba y tan satisfecho, que en algunos momentos le hacía los coros.

El tablao Villa Rosa hace esquina con la calle Núñez de Arce (don Gaspar, el poeta romántico) y con la de Álvarez Gato (otro poeta cancioneril del siglo XV). Esta última calle es conocida como el Callejón del Gato, donde estaban los famosos espejos deformantes que Valle Inclán, nuestro genial dramaturgo, inmortalizara en su “Luces de bohemia”. Con estos vecinos, no es extraño que Diego Carrasco se contamine, para bien, del esperpento, la bohemia, la luz y el cabal romanticismo. En uno de sus guiños poéticos (al Don Juan de Zorrilla), nos canta Diego eso de “yo a las cabañas baje, yo a los palacios subí”; y  miren qué bien le cuadran estos otros versos del mismo parlamento: “Por donde quiera que fui, la razón atropellé, la virtud escarnecí y a la justicia burlé”. Ese es su cante y esa es su vida: la pacífica y genial transgresión de la pureza. O a mí me lo parece.


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