Diego Amador con Mie Matsumara, Rafael Campallo, Leonor Leal

Resumen: Diego Amador con Mie Matsumara, Rafael Campallo, Leonor Leal

DIEGO AMADOR / MIE MATSUMURA, LEONOR LEAL, RAFAEL CAMPALLO
Dos tiempos, dos pianos

Teatros del Canal – Festival SUMA FLAMENCA 2009
21 mayo 2009


Texto: Pablo San Nicasio
Fotos: Paco Manzano

Especial SUMA FLAMENCA, toda la información

Música… ¿made in Spain?

Diego Amador, me acuerdo, aparecía hace algunos años bastante desaliñado en un reportaje de Televisión Española que trataba sobre las nuevas generaciones del flamenco. En su casa de Sevilla, con su tropa de compadres, con aquella batería fabricada por él mismo y con su talento que no cabía en el garaje donde se juntaba a ensayar con quien fuera. Todo el que se apuntara valía para ayudar a ensamblar lo que, más o menos, iba tramando él solito.

Era, y sigue siendo, un genio absoluto. Una de esas personas que si se pusiese a operar a corazón abierto, barrer una calle, pegar una tanda de naturales o coser un botón, dejaría a todo el mundo boquiabierto. Dejémoslo en eso.

Vino anoche a Madrid, a los teatros del Canal. Después de algún tiempo sin regalarnos su presencia, trajo el caudal de su “Río de los Canasteros”. Laureado disco donde él se bastó para poner la orquesta. Él se guisó y se comió el flamenco más virtuoso desde Paco de Lucía. Ojo, que hasta comparten manager

Y además “El Churri” se trajo su grupo para, encima, repartir atenciones. Qué buena gente es.

Diego Amador puso, en su hora y pico asignada, casi todo el énfasis en explicar a grandes rasgos los temas de un disco aún no del todo asimilado por el cotarro flamenco. Dando también pie a recordar que es un portento yéndose por los derroteros jazzísticos, enlazando clusters con cadencias andaluzas, cierres por bulerías con tangos porteños, la Rondeña de Montoya con la Canastera de Paco y José.

Todos de cerca somos raros, tenemos nuestras manías que, vistas de lejos, se confunden entre las multitudes y nos hacen simples números del censo. Pero a Diego Amador, ni de lejos, se le disimulan los rasgos de gitano de duende y arte. Es asín.

Sabe hasta rodearse de un grupo a su altura. Contrabajo, guitarra y cajón (su hijo, madre mía qué genes) estuvieron cerca del genio. Batería…caso aparte porque me parece mentira que Israel Varela no tenga colapsado el teléfono de llamadas flamencas.

En Tijuana no sólo hay líos, también hay músicos…y flamencos oiga.

Borrachera de arte imposible de detallar punto por punto sin quitar al lector media jornada.

Primera parte seguida de otra buena ración de música española. Esta vez pasada por el tamiz japonés de Mie Matsumura. A ver si en vez de españoles nuestro folclore, música clásica y flamenco van a ser Universales… va a ser que sí.

Pianista de recóndita formación, técnica descomunal y…oh sorpresa, compás inusual capaz de llevar todo un cuadro flamenco tras sus teclas como un general de división.

Matsumura ideó un concepto que aglutina en números, sin solución de continuidad, el precioso y virtuoso piano de los nacionalistas (Granados, Falla y sobre todo Albéniz) con algunos de los más tradicionales estilos flamencos (malagueña, alegrías, bulerías y fandangos).

Las guitarras de Juan Requena y Eugenio Iglesias, el cante de José Valencia y los más que notables movimientos de Rafael Campallo y Leonor Leal completan lo que ya no es una idea de flamenco con variedad de ingredientes. Aquí también hay cocina creativa.

Se trata de tantos quilates como patadas se dan en menos de una hora de espectáculo.

Veladas tapadas, de las que casi nadie se acuerda, que sólo dos tercios del discreto aforo de la “sala B” marcaron en su calendario de ocio. Mal hecho por el resto. Ellos se lo perdieron.

Las noches así no pueden acabar a la salida del teatro…uno siempre se queda con ganas de más…

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