Carrete de Málaga, en las Noches Brujas del Corral de la Moreria

Texto: Isaac Rodríguez
Fotos & video: Rafael Manjavacas

EL PAÑUELO

SUMA FLAMENCO 2012

Noches Brujas Corral de la Moreria
16 junio – 1:20 noche

 

 

Las Noches Brujas del Corral de la Morería están teniendo un éxito rotundo, tanto por el público que todos los sábados, a pesar de la hora intempestiva, acude religiosamente al ceremonial flamenco, como por los protagonistas del cante y del baile que muy sabiamente han convocado para estas galas.

Si los recitales de cante de Jesús Méndez y Manuel de Paula resultaron altamente satisfactorios, la exhibición de baile intemporal y bohemio que nos brindó Carrete de Málaga en la última entrega, no fue menos gratificante. Un baile tan personal y tan auténtico que resulta casi imposible calificar o descifrar en un comentario que pretenda ser medianamente fidedigno. Lo intentaremos, a pesar de todo.

José Losada, Carrete de Málaga, lleva más de sesenta años destrozando tacones y arañando el aire con sus manos suplicantes, cosechando oles y sembrando sonrisas en el respetable. ¿Cómo es posible que un bailaor de su talla, artística y humana, no haya triunfado desde hace diez lustros en todos los madriles de nuestro Madrid? Hay cosas que son inexplicables.

José Losada Santiago, Carrete, tenía contrato para bailar en el Corral en el año 1962, pero no llegó a cumplirse, según cuentan las crónicas. También sabemos, por esas mismas fuentes, que Paco de Lucía y Camarón, entre otros grandes, solían ir a Málaga de vez en cuando hechamente a disfrutar del baile de Carrete. Y nosotros sin enterarnos. Qué ignorancia la nuestra y qué poco olfato el de los programadores podencos (que parece un insulto, y no lo es).

Rancapino disfruta llamándose el “Robert Redford de África”; y Carrete, más en serio, sueña con actuar en Nueva York y que le anuncien con un gran luminoso que ponga: “Carrete, el Fred Astaire gitano”. Su baile tiene pasos del claqué caló, pero también de su amigo Chiquito de la Calzada, y hasta de la jota aragonesa, si me apuran. Y no obstante, a pesar de sus bromas y de sus continuas pinceladas de humor, el baile de Carrete es muy serio, henchido de dramatismo, de gitanería y de verdad de la buena. ¡Cuántos quisieran, con la mitad de sus años, bailar tan por derecho!

Le sirvió el grupo habitual de la casa para presentar sus credenciales por alegrías (ya su estampa resulta sorprendente, por lo flamenca a carta cabal: chaquetilla ajustada, sombrero y garrotín, talmente el uniforme de la chulería). Desparpajo y gracia, desplantes de torería, melodía en los tacones, abrazos al aire, quiebros y requiebros piropeando al cielo, poesía pura y vanguardista a un tiempo, caracoles, torremolinos y mucho más se puede ver en su baile fraccionario, hecho de ráfagas y de silencios. Y todo empapado de humor, de ironía y hasta de sarcasmo.

Pero lo más enjundioso, a mi modo de ver, vino luego con su baile por tarantos. Sentado en una silla, recreándose, hizo dibujos –de Picasso, por supuesto– con los pies, zapateando con gusto y a su amor. El Yeyé de Cádiz se asomaba desde la retaguardia para no perdérselo. Todo el grupo disfrutaba sintiéndose cómplice de su heroicidad.

La fiesta terminó con rumbas tropicanas –según las anunció el propio Carrete– donde demostró sus dotes de prestidigitador y veterano comediante. Se puso el pañuelo por montera haciendo de viejecita bailaora y ejecutó una singularísima danza del vientre, entre otras artimañas. Algo que sólo se le puede permitir a quien ya ha demostrado que sabe bailar como sólo bailan los maestros.

Disfrutamos tanto, que poco nos faltó para sacar el pañuelo. Y sacarle a él en bomborombillos.

Video:



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