Carmen Linares 'Remembranzas' Javier Barón artista invitado. SUMA FLAMENCA

Texto: Pablo San Nicasio
Fotos: Rafa Manjavacas

SER O NO SER

Festival Suma Flamenca

CARMEN LINARES
'Remembranzas'

9 de junio 2012 – Teatros del Canal

Carmen Linares: cante. Eduardo Pacheco y Salvador Gutiérrez: guitarras. Pablo Suárez: piano Kike Terrón: percusiones. Ana González y Rosario Amador: jaleos, coros y palmas. Javier Barón: baile.

Lo dijimos el día antes, a veces el flamenco y los flamencos necesitan que los rescaten.  También a ellos. El gran enemigo del arte jondo es la monotonía, la pesadez, lo mecánico y previsible. Lo artificioso revestido de visceral y cantado como verdadero. Eso a veces ahoga, huele demasiado y llena de fango un arte que, entre otras cosas, presume al mundo de cristalino y auténtico. Es engañarnos a nosotros mismos.

Que me voy.

Era uno de los tres o cuatro grandes carteles de esta Suma de supervivencia. Y frente a otras propuestas, la de esta vez sí se estrenaba en Madrid. No era una puesta de largo absoluta, puesto que ya llevaba Carmen Linares con “Remembranzas” más de un año, pero se trataba de una presentación en sociedad a la afición madrileña. Esta es su casa y esta mujer es difícil que no esté a la altura siempre que se anuncia en la Corte.

Artista que puede llevar más de dos o tres espectáculos a la vez, se agradece y más en una flamenca con nada que demostrar. Carmen Linares se ve en la obligación de apostar con cierta continuidad, va en su carácter y eso le da un extra de cotización, de valor y posición en el escalafón. Es el ser o no ser así.

Y además de la novedad, la entrega. Casi dos horas de espectáculo, hora y media de cante, que resolvió a su favor ese dilema, del ser o no ser. Repetimos. Va con ella.

Pero, al igual que el año anterior, le costó arrancar. O eso pareció. La voz de Carmen no llega a su velocidad de crucero hasta superado el primer tercio de cada recital. En los tangos repartió casi a partes iguales la labor con sus palmeras y en la taranta, cartagenera y la soleá por bulerías se notaba que eran otros los fuertes de la escena. La letra comprometida, el estupendo fraseo y conocimiento o la cada vez más luminosa sonanta de un Salvador Gutiérrez al alza.

Con la aparición de Pablo Suárez y el guiño en tres actos a Miguel Hernández, los registros se atenuaron, no se exigió tanto caudal, así que al final, en la toná y debla con los macillos de Suárez a modo de yunques, Carmen Linares se impuso y evidenció que la temperatura ya era la adecuada.

A partir de ahí llegaron los soberanos y hoy casi en desuso fandangos alosneros, el “Puñal Dorao” y el éxtasis de un final con toda la fuerza que aparentemente faltó al inicio. Una “Milonga del Forastero” polirrítmica que superó con creces su versión enlatada, un gran repertorio de bulerías femeninas y el cierre con seguiriyas y baile.

Porque también acudió a la llamada de Carmen, a su rescate del flamenco, Javier Barón. Bailaor entregado, de cuerpo entero o de una sola pieza. Como quieran. Si importante había sido su contribución en las alegrías, exquisito y emotivo fue su cierre. Javier se unió a Carmen y su gente y también abrió una línea de crédito al muchas veces  inoperante y ensimismado circuito flamenco.

Pero había sorpresa. Homenaje a Madrid desde la creación de su paisano Sabina. La versión más flamenca posible de “Pongamos que hablo de Madrid” como fin de fiesta sin trampa. Lo siguió dando todo. Artista que nunca será sospechosa de conformista.

Rescatar al flamenco no está al alcance de todos los artistas. Es el dilema del ser o no ser.

Video:

 


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