Carmen Cortés y ¡Gira, corazón!, una ofrenda sin brillo

Carmen Cortes - Gira corazón - Festival de Jerez - foto Ana Palma

Carmen Cortes - Gira corazón - Festival de Jerez - foto Ana Palma

¡Gira, corazón!, bailando con Lorca en la Edad de Plata. – Compañía de Danza de Carmen Cortés – Teatro Villamarta 20 febrero 2022 – XXVI Festival de Jerez.

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Como idea, y sobre el papel, todo marcha bien: por fin un material distinto sobre Federico que no sea lo que ya sabemos y que por tantas manos ha pasado: las memorias del diplomático chileno afincado en Madrid Carlos Morla Lynch en los últimos años de la Segunda República. En su casa -recoge la sinopsis del espectáculo-, el poeta granadino recita un fragmento de su obra El Público junto a Sánchez Mejías, La Argentinita o Carmen Amaya. A partir de ahí, la compañía de Danza Flamenca Carmen Cortés, imagina diez pasos, diez escenas que, a priori se irán desvelando a lo largo y ancho de la propuesta. El problema viene cuando entre lo que se formula y lo que finalmente se hace, hay un abismo cargado de buenas intenciones.

No convenció este amasijo de números inconexos propios de café cantante obsoleto. Pero es que ni siquiera guardaba consonancia la puesta en escena con el programa de mano. Ni el cante de Antonio Carbonell, con conseguidos y bellos melismas, ni el piano del veteranísimo Pedro Ojesto, bajo la dirección musical del maestro Gerardo Núñez, consiguieron levantar una función que más parecía un retrato poco elaborado de sí misma que una seria puesta de largo. Aunque no siempre, como público, comprendamos el mensaje que pretenden los artistas trasladar, siempre podemos sentir y hasta en esas lides lo tuvimos difícil: nos faltó conexión con la música y con la emoción, con los números entre sí, con un audiovisual a modo de guión que sin embargo empañó un espacio escénico ya abarrotado.

Sólo la belleza de algunos momentos colectivos del cuerpo de baile, junto a elementos como el agua o los colores vaporosos del vestuario, dieron un puntal al que agarrarnos, haciéndonos olvidar el abuso de clichés folclóricos anacrónicos que deslucían la idea. Echamos de menos ver más a Carmen, conocer sus estresijos y virajes, algo que sólo ocurrió encarando el final, con una soleá rabiosa y algo caótica. El flamenco nunca ha necesitado de la perfección, pero sí del corazón en la boca. Ay, esa garra que vimos sólo al final…

Ni que decir tiene que hay Federico García Lorca para todo el mundo, faltaría más; como si no supiéramos cuánta falta nos hace la belleza y cuánto cura beber de su fuente. Tan sólo me pregunto si quizá debiéramos replantearnos hasta qué punto nos beneficia que acudamos tantas veces a las mismas fuentes de inspiración, si le aporto yo más al mito o a mi proyecto su estela, y sacar las cuentas. O, en definitiva, si existe alguna otra forma de contar lo que se quiere bailar. 

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