Andrés Marín, el dolor de los pecados

Andrés Marín & Jon Maya - © Sandy-Kozekwa

Andrés Marín & Jon Maya - © Sandy-Kozekwa

Hubo división de opiniones. Un sector salió del espectáculo “Jardín impuro” de Andrés Marín encantado con la propuesta, otro sector salió molesto “con lo que le están haciendo al flamenco” y hay un sector que se aburrió y que opina que es reiterativo, largo, que ya lo hemos visto en anteriores espectáculos de Marín y eso.

Ya que están leyendo esta crónica les avanzo mi opinión. Al flamenco le están dando un meneo de mucho cuidado y me alegro. Por otro lado es imposible discutir sobre las sensaciones, a unos les parece divertido y a otros les aburre. Punto. Yo disfruté mucho y bien.

Me leo la sinopsis del espectáculo:  “El jardín del Edén es el espacio de la recompensa a la ortodoxia. Jardín llevado a la impureza por la curiosidad del hombre y su necesidad de ver un paisaje más allá de lo establecido. Osadía, aventura, atracción por el fruto perfecto, por la fruta prohibida, por ser tentado y no atenerse a las leyes. El hombre con su imperfección, expulsado del paraíso, en éxodo continuo, un viaje metafórico, el exilio de los flamencos”.

La cosa comienza con la luces de la sala encendidas y el cante de José Valencia y Segundo Falcón que luego se sumergen en el escenario en un contraluz. El espacio escénico es para Marín, los músicos permanecen condenados a sus sillas y sus instrumentos. Si la cosa va de la dualidad entre el bien y el mal, estamos en la antesala del infierno, esto es el purgatorio, el lugar donde pagamos nuestros pecados estéticos. Hemos comido la manzana prohibida, hemos escuchado y visto cosas que no creerías. Cerca de Orión Caín ha cometido un asesinato… ¡con lo bonito y bien que bailaba Abel!.

LA PALABRA PINTADA, EL TACÓN TAMPOCO

En los últimos años el baile flamenco ha recurrido a la terminología de la música clásica para describir someramente la diversidad y/o monotonía estílistica que podemos disfrutar hoy. Lamentablemente el periodismo cultural ha sido esquilmado por los grandes medios de comunicación y no hay nadie en la tarea de estudiar las tendencias, definir los estilos y desarrollar un marco teórico que nos permita avanzar a la hora de discutir en la aulas o en las tabernas sobre nuestra contemporaneidad. Si Tom Wolfe fuera español hubiera escrito “la palabra taconeada” y se hubiera muerto de hambre.

Nuestros grandes creadores de la danza bastante tienen con seguir en la carrera y estrenar sus espectáculos, como para intentar explicar y definir lo que están haciendo con palabras que se entiendan. Andrés Marín lo intenta:  “Jardín impuro fue un encargo que me hizo el Museo Picasso de París. Posteriormente ha ido transformándose y adquiriendo diferentes texturas hasta alcanzar otra dimensión. En cualquier caso, se trata de un ámbito sin fronteras que me permite circular libremente por mi universo, por mi imaginario, sin ningún tipo de ataduras. Es un espacio dinámico, siempre en acción”.

DEL OMEGA AL ALFA

Andrés Marín me parece que es el bailaor que más música tiene en sus tacones, me encanta oírle cantar en sus zapateados que, a ratos, parecen moverse según los dictados de la ortodoxia y a ratos se  callan abruptamente.

José Valencia el cantaor con voz de trueno ahora maneja el arte de la insinuación y reta al bailaor a que se traslade hasta la luz del foco. 

-Venga usted a bailar sobre esta loseta obsoleta    

Y no nos importa si eso es tradición o vanguardia, bendición o pecado porque la banda sonora es brutal, una colección de sonidos que conduce los paseos de Andres Marín ahora con platillos, luego con cencerros, con sombrero y con careta. En la batería Dani Suárez, en la guitarra eléctrica, zanfona y otros artilugios: Raúl Cantizano que en el programa es definido como artista sonoro. Cantizano suena como Led Zeppelin y como un delirio quijotesco del siglo de oro, atruena como los mutantes de Orión. Dos músicos que nos llevan al infierno y al dolor de los pecados. La guitarra flamenca de Salvador Gutiérrez apenas tiene un instante de lucimiento (ya hemos dicho que estamos entre penumbras) como el cante de Segundo Falcón minimizado ante José Valencia.

Repito, hubo división de opiniones. Es lo mínimo a lo que puede aspirar un creador. Eva la Yerbabuena cierra hoy la suma flamenca de este año en que no hemos podido verlo todo (eso además de imposible es indigesto), pero hemos podido gozar con mucho baile y mucho público nuevo para el flamenco ¡Aleluya!  

Salir de la versión móvil