Ana Morales, la danza que escribe versos

Ana Morales - Una mirada lenta

Ana Morales - Una mirada lenta

Sara Arguijo

Fotos: Adam Newby

Espectáculo: Una Mirada Lenta Baile: Ana Morales Artista Invitado: David Coria Guitarra: Rafael Rodríguez Cante: Miguel Ortega y Antonio Campos Percusión: Daniel Suárez Lugar: Teatro Central de Sevilla Ciclo: Flamenco Viene del Sur Fecha: martes 21 de marzo Aforo: Dos tercios.

 

Entramos al patio de butacas y vemos a Ana Morales al fondo del escenario, en la oscuridad, dándose tiempo para encontrarse a sí misma. Se hace el silencio y se va acercando lentamente, sin prisa, reivindicando una forma de baile que ya es suya propia: pausa,  sentido, delicadeza, elegancia, recogimiento, búsqueda entre lo orgánico y lo espiritual. 

Pensamos entonces que no podemos celebrar mejor el Día de la Poesía que con esto que nos propone la bailaora, porque ella es danza que escribe versos. Y como los de Cernuda no decía palabras, acercaba tan solo un cuerpo interrogante, formulando preguntas que no necesariamente buscan respuestas. El flamenco aquí es únicamente el camino. Ahí se sitúa el hilo conductor de la obra que envuelve al público en el dramatismo, en la plasticidad, en la búsqueda interior de la artista y en la oda a la sensibilidad que es toda la propuesta.    

Aparente sencillez que esconde los más complejos conceptos. Explosión de recursos que no ejecutan el arte, sino que enriquecen un discurso propio, nuevo. La sabia manera de ocupar los espacios, las luces que aproximan sueños, el pulgar de Rafael Rodríguez que marca el pulso preciso en cada instante y acaricia el alma en cada gesto, la percusión que construye rimas, las voces de Ortega y Campos descargando melodías que susurran anhelos… Y Ana Morales detenida, pasando de la introspección a la furia, con su músculo, con sus brazos, con sus caderas, con su rostro tenso. Y entretanto él, un David Coria luminoso, flamante, recio.  

Juntos se tocan, se intuyen, se encuentran y ofrecen coreografías de enorme belleza que nos hacen quererlos ver así siempre. Porque -vuelve a nuestra cabeza el poema de Cernuda- un roce al paso, una mirada fugaz entre las sombras, bastan para que el cuerpo se abra en dos, ávido de recibir en sí mismo otro cuerpo que sueñe. Y así son los dos mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne, iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo

 


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