El Festival del Cante de las Minas otorga su máxima distinción al guitarrista alicantino, que convierte en realidad un anhelo que nació con quince años y una promesa compartida
A veces los sueños no solo se cumplen, sino que lo hacen de la forma más hermosa: con raíces, memoria y futuro. Eso le ha ocurrido a Yerai Cortés, que ha recibido el ‘Castillete de Oro’, la mayor distinción del Festival Internacional del Cante de las Minas. En un acto cargado de emoción, celebrado en la Casa del Piñón, el guitarrista alicantino selló un vínculo profundo con La Unión, un lugar que consideró siempre sagrado y al que llegó de la mano de su padrino con apenas quince años.
Aquella primera visita fue solo el inicio de una historia de amor con el flamenco. “Este lugar es un templo por el que han pasado los más grandes. Siempre supe que quería estar cerca del Festival, como fuera”, confesó. Y ese deseo, que entonces se parecía más a un susurro, hoy tiene forma de medalla y de reconocimiento histórico.
El presidente de la Fundación Cante de las Minas, Joaquín Zapata, lo definió como un momento de “inicio de una nueva etapa de cariño y amor entre Yerai y el Festival”. No solo se reconoce su virtuosismo con la guitarra, sino también su sensibilidad, su capacidad para arriesgar desde el respeto, y su elegancia creativa. Su nombre se suma al de referentes como Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar o Vicente Amigo. No es una comparación gratuita, sino un lugar ganado a base de autenticidad.
“Yo no pensaba que llegaría hasta aquí”, admitió Yerai al evocar su camino. Desde acompañar con palmas en la Catedral del Cante hasta protagonizar un documental multipremiado —La guitarra flamenca de Yerai Cortés, producido por C. Tangana—, el suyo ha sido un viaje lleno de giros inesperados. El niño que no quería tocar la guitarra terminó encontrando en ella una forma de vida.
En su discurso, hubo espacio para la gratitud: a Norman Contreras, su padrino, al arte de Farruquito —al que estudió con devoción—, y a su propia intuición, que lo empujó a seguir explorando los límites del flamenco. “El premio es un impulso para seguir creando, para no quedarme aquí”, dijo, como si el reconocimiento no fuera una meta, sino una nueva salida.
Yerai Cortés no solo ha recibido un galardón: ha entrado en la historia viva de un festival que es faro, raíz y vértice del arte jondo. Su guitarra, ahora más que nunca, forma parte de esa voz colectiva que canta desde las minas hacia el mundo.
