La joven compañía salida del Ballet Nacional estrena ‘No’ en el Centro de Danza Matadero este viernes 17 y sábado 18 de octubre
Fotografías: © Abgonal
«Que no nos mientan con su verdad.» Esta frase punzante resuena en No, el espectáculo con el que Irene Tena (Barcelona, 1998) y Albert Hernández (Barcelona, 1997) dan un paso definitivo como La Venidera tras abandonar el Ballet Nacional de España. No es su primera obra —en 2019 sorprendieron en el Festival Internacional Madrid en Danza con Hilo roto, que les valió una nominación a los Premios Max y el reconocimiento de la crítica—, pero sí es aquella en la que se han tomado el tiempo necesario para definir con claridad quiénes son y qué quieren decir. Como quien se acerca a una hoguera para quemar todo lo que no le identifica, la joven pareja catalana ha dejado atrás la seguridad de dos nóminas, una plaza fija y el prestigio de ser bailarina solista y primer bailarín bajo la dirección de Rubén Olmo. ¿El motivo? Encontrar entre las cenizas de lo establecido una llama propia que arda con luz nueva. Con la mirada de Marcos Morau (director y coreógrafo de La Veronal y autor del ‘Afanador’ del Ballet Nacional) como asesor artístico y la música de Manuel Urbina y Derek V. Bulcke, No se estrena este viernes 17 de octubre en el Centro de Danza Matadero (y volverán a representarla el sábado 18) como una declaración de intenciones madurada durante un año.
P: ¿Cómo surge la idea de hacer No?
Albert Hernández: Era algo que ya teníamos un poco premeditado, que en algún momento durante nuestra estancia en el Ballet Nacional iba a pasar, por nuestra inquietud creativa. Tomamos la decisión de que fuera en octubre del año pasado, acabando nuestras funciones en el Teatro del Liceu en Barcelona con Afanador. Queríamos plantear realmente la identidad de La Venidera, qué queremos hacer y hacia dónde queremos ir.
Irene Tena: No es fácil rechazar dos nóminas y una estabilidad económica. Estábamos cómodos en la compañía porque, gracias a Rubén (Olmo), habíamos ascendido en las categorías y se nos daba prioridad y responsabilidad. Pero a la vez, por otro lado, todo lo que hacíamos fuera con La Venidera cada vez cogía más importancia.
A.H.: Por ejemplo, la colaboración que tuvimos con el Ballet Flamenco de Andalucía con Patricia Guerrero haciendo Pineda fue muy importante para nosotros. Empezamos a notar que ya la responsabilidad y la incompatibilidad era importante. Somos personas a las que nos gusta hacerlo todo muy bien y estar entregados. No era fácil la decisión, pero era necesaria para nosotros.
P: Una de las cosas más atractivas de La Venidera es que se centra en la danza española, que no está tan enfocada al flamenco. El flamenco más actual ya tiene sus referentes consolidados, pero la danza española sigue muy anquilosada en un discurso poco actualizado, pero parece que se está gestando un movimiento muy interesante y que La Venidera forma parte de eso. ¿Es también vuestra percepción?
I.T.: Sí, yo creo que es por nuestra formación. Nosotros no somos bailaores, somos bailarines de danza española. Yo no tengo la seguridad o la trayectoria en el flamenco que puede tener cualquier persona que se sube a los tablaos desde niño. Sí me encanta beber del flamenco, sí me encanta aprender de ellos y verles, me gusta mucho imaginar desde el flamenco porque creo que es nuestra fuente más rica, que también forma parte de la danza española. Esa cercanía existe, pero por ejemplo, para este espectáculo hemos llamado a Marco Flores para que nos asista en la parte musical, en todas las referencias del flamenco que queríamos que estuvieran. Queríamos y necesitábamos de alguien experto en el flamenco que nos supiera aconsejar.
A.H.: Creo que es algo que La Venidera siempre va a tener y va a necesitar: ese apoyo de personas que realmente nos puedan nutrir y hacer que nuestro trabajo esté fundamentado. Nos sentimos muy atraídos por la tradición y la cultura flamenca, pero a la vez no nos sentimos tan expertos y queremos tratarlo de manera cuidadosa.
P: ¿Sentís que la danza española ha estado demasiado academizada?
I.T.: Hemos estado este año haciendo muchas reflexiones sobre por qué el flamenco sí que ha vivido esa hibridación, en el sentido de que sus referentes han conseguido romper ciertos cánones o ciertos límites que estaban impuestos, pero la danza española no. Quizás ese conflicto reside en que el flamenco sí que puede ser un arte un poco más genuino, más natural, más vivo. En cambio, la danza española ha sufrido una academización tan profunda que estamos tan preparados técnicamente que quizá nos hemos ido dejando cosas por el camino, y eso es lo que no nos está dejando ir hacia otros lugares. Por conservarla tan bien y por cuidarla tanto, por sobreprotegerla, al final creo que se ha creado una especie de vitrina y se ha encapsulado.
A.H.: Es algo a lo que se le pone el lacito, que parece precioso, pero que está ahí, que no se puede abrir, que no se puede romper, que no se puede manchar, que no se puede hacer nada. Y las nuevas generaciones lo que tenemos ganas precisamente es de romperlo todo, de coger lo que te interese y ver qué pasa.
I.T.: Para mí cuidar algo también es intentar darle tu propia experiencia y tu propia vivencia, vivirlo desde tu presente y desde tu contexto social, económico, vital. Para mí cuidar algo es trabajarlo.
P: No es una obra gestada durante un año. En los tiempos que corren eso parece un milagro…
A.H.: Es una cosa que tenemos muy clara, siempre vamos a investigar, tardemos lo que tardemos. Hemos tardado un año en traer esto a Matadero porque hemos querido tener un recorrido en el cual íbamos mostrando poco a poco cómo iba surgiendo la pieza hasta llegar aquí con una idea clara sobre lo que vamos a mostrar. Nos gustaría que nuestros procesos creativos sean así: con tiempo, haciendo un buen puchero. No puedes hacer un buen puchero rápido, es imposible, necesitas sus tiempos. Pues la creación lo mismo. Hay que saber decir no a veces y plantearte cuáles son tus bases, cómo quieres mostrar tú tus cosas.
P: Justamente la obra está planteada desde la negación. Se llama No y toda la sinopsis está en negativo. ¿Qué intención tiene esto?
I.T.: Para nosotros es importante siempre enfrentar todo aquello que se nos ha dado por hecho. Ese «no» es por no tragarme todo lo que me han dicho que es así, y eso que me han dado a lo mejor yo lo transformo porque de la forma en la que me lo han dado a mí no me funciona. Es crear un espacio para la reflexión, la investigación, la pregunta, la duda. Siempre vemos ese «no» como una burbuja que cubre muchos «síes» que sí son La Venidera y que sí nos identifican.
A.H.: También trabajamos metafóricamente con la imagen de una hoguera. Esto fue gracias a Marcos, que ha sido asesor artístico del proyecto y no director artístico o dirección de escena, porque era importante que Marcos nos dejara el espacio para crear. Él sí que ha sido asesor en cuanto a darle concepto a la pieza, verla desde fuera, dar imágenes, dar perspectiva. Pero en el momento de la sala de ensayo hemos sido puramente La Venidera.
I.T.: Tenemos una frase en la obra que dice «que no nos mientan con su verdad». Parece una frase un poco punzante, pero a la vez es algo como: déjame a mí valorar de todo esto que me has dado qué quiero hacer con ello y no seguir un camino que me ha venido de atrás y que voy a seguir hacia adelante.
I.T.: Albert baila, por ejemplo, una farruca, pero las directrices que le dimos al músico eran: haznos una farruca que suena a farruca, pero que la estructura esté completamente descompuesta. Una farruca abstracta. A ver qué le produce en el cuerpo y qué le cambia escuchar ese tipo de farruca. O, por ejemplo, plantearnos bailar una bulería pero descalzos, porque siempre estamos muy pendientes del ruido que hacemos, sobre todo cuando nos ponemos con el cuerpo más flamenco. Ahora vamos a quitarnos este elemento, a ver qué pasa.
P: A nivel narrativo, ¿cómo se articula la obra? ¿Trabajáis con escenas, con palos…?
A.H.: Yo creo que lo bueno de este espectáculo es que tiene muchas capas. Ha habido mucho estudio de muchas imágenes, muchas referencias a las que hemos querido llegar a nivel imaginativo y visual. Todas esas imágenes nos han ido haciendo como el mapa de la pieza, por dónde, por qué escenas queríamos pasar, sobre todo a nivel escénico, de imagen, de experiencia, de estética. La escenografía ha sido una parte clave en esta pieza porque nos ayuda a transitar toda la pieza y esconde muchos secretos que se desvelan a medida que la vas conociendo. A priori empieza todo de manera muy austera, pero poco a poco… También era una cosa que queríamos recuperar: el tema de la austeridad, el tema de la artesanía, los oficios de antaño que requerían tiempo. El ir lento, la paciencia. Con esa idea de que el bailarín se haga a sí mismo.
P: La música también es una propuesta novedosa. El músico que va en el escenario es de música electrónica.
I.T.: Mucha gente nos decía: «Pero no vais a llevar músicos en directo, entonces no os van a programar en ciertos sitios», como diciendo ya el circuito del flamenco. Si no llevas a un guitarrista o un cantaor y un palmero… Pero es que no estamos ahí ahora mismo. Hemos encontrado una manera de llevarnos el sonido a un directo que no necesita de músicos en directo. Sí que hay una persona, un músico electrónico en este caso, que hace que la música esté viva. Hay música preexistente, pero la persona que está acompañándonos en la escena está manipulando, tomando decisiones. Hay mucho de improvisación, la música nos va acompañando.
A.H.: Hemos contado con Manuel Urbina, que es un guitarrista flamenco, y la voz de Gabriel de la Tomasa. Nos apoyamos en gente que sabe y desde nuestro punto de vista intentamos transmitirles todas nuestras ideas, aunque sean un poco ambiguas a veces o un poco locas. Creo que también les sacamos de su zona de confort y al final nos dan cosas que creo que son interesantes de ver, de escuchar.
P: Esta idea de actualizar la danza española tiene la dificultad de los circuitos de distribución, que quizás no estén tan claros, ¿es algo que os preocupa?
A.H.: Nunca hemos tenido un foco muy claro de dónde queremos entrar, porque sabemos de la ambigüedad de nuestro material.
I.T.: Hasta ahora hemos tenido más facilidad con circuitos contemporáneos. Ahora se lleva mucho la pieza corta o pieza de calle y nosotros nos hemos ido amoldando a esa situación. Pero siempre hemos sentido mucho apoyo por nuestro sector de danza española. Siempre hemos sentido que nuestros compañeros y referentes valoran el trabajo que estamos haciendo.
A.H.: Estamos notando que hay mucho interés internacional en lo que estamos proponiendo y no pensamos que pudiera ser así. Marcos nos preguntó: si estrenáis el año que viene un espectáculo, ¿dónde lo queréis estrenar? ¿Cuáles son los circuitos de la danza española? Le dijimos: «Ninguno». No existen.
P: La colaboración con Patricia Guerrero en Pineda fue muy importante para vosotros, tenéis más proyectos de coreografiar para otras compañías?
A.H.: Nos ha salido un proyecto para hacer en 2027 con una compañía de Suiza que se llama Sangalen. Es una compañía de 17 bailarines contemporáneos. Quieren hacer una cocreación con La Venidera porque nos vieron en el Festival Grec y les encantó la propuesta. Nos vamos a encontrar en la tesitura de tener a 17 bailarines contemporáneos que no se han puesto un zapato en su vida y les vamos a querer poner zapatos, les vamos a querer hacer pisar el suelo y bailar a compás.
I.T.: Sin ir al cliché, tampoco. La Venidera trabaja muchísimo al intérprete desde dentro hacia fuera. Ojalá podamos tener en nuestra carrera este tipo de retos que nos ponen la cabeza del revés. De decir: vale, ahora nos toca esto y dentro de dos años nos toca una situación completamente distinta. Creo que eso es bonito y lo que realmente te hace crecer.
